El humano del futuro da miedo
Ni cíborgs ni replicantes de 'Blade Runner'. Lo que está por venir es mucho más inquietante
Existe un icónico dibujo de cómo la especie humana evoluciona del simio encorvado al erguido y orgulloso homo sapiens, con los progresivos estadios caminando en fila india. Hay quien incluso dibuja al fin del camino a un nuevo hombre tecnológico encorvado, otra vez, sobre su ordenador.
La evolución biológica para los humanos parece haber llegado a la irrelevancia. Sucede por selección natural, pero hemos logrado que el medio se adapte a nosotros (el agua sale del grifo, el alimento está en la nevera y la calefacción combate el frío, cuando se dispone de todo esto, claro), y sucede en tiempos geológicos de millones de años, con lo que sería difícil de apreciar en nuestras cortas existencias.
Universo consciente, ¿futuro real?
Para Raymond Kurzweil, jefe de ingeniería de Google, el universo pasa por diferentes fases. Primero, la época de la física y la química, con la información contenida en estructuras atómicas. Después aparece el ADN que engloba la información creciente. Luego aparecen los cerebros, y los cerebros crean la tecnología: esta es la época en la que vivimos y que, según Kurzweil, llega a su fin. A partir de ahora, la tecnología, con inteligencia propia, dominará los métodos de intercambio de información de las épocas anteriores y las integra, incluyendo a la inteligencia humana. Finalmente todo el universo estará lleno de tratamiento de información y conocimiento. El universo despierta y emerge una inteligencia que emplea todo lo contenido en ella misma.
Pero la evolución continuará por otros derroteros: incorporaremos la tecnología a nuestros cuerpos o mentes. Además, experimentando un acelerón: los cambios pueden ocurrir en unos años o décadas.
Iremos más allá del cíborg, hasta el poshumano, un ser que todavía ni imaginamos. ¿Se parecerá más a un robot o a un inaprensible perfil de Facebook?
¿Será máquina o consciencia pura? Estamos ante el salto de la humanidad a la poshumanidad. Como periodo de transición, el transhumanismo.
La utopía transhumanista
“Los transhumanistas creen que debemos usar la tecnología para superar nuestras limitaciones biológicas”, dice el filósofo David Pearce. “Usada sabiamente, la tecnología puede propiciar un futuro de superinteligencia, superlongevidad y superfelicidad. Sin embargo, abundan los escollos”. Junto con Nick Bostrom, Pearce fue cofundador de la Asociación Transhumanista Mundial (ahora Humanity Plus o H+) y hoy es director de BLTC Research, una organización que tiene el fin de promover lo que denomina “ingeniería celestial”. Es decir, “la abolición de los sustratos biológicos del sufrimiento y la creación de estados gloriosos de placer sublime”.
En la base de todo, la implosión tecnológica. Se ha bautizado la Singularidad Tecnológica como la confluencia de ramas como la nanotecnología, la biotecnología, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la clonación terapéutica, la farmacología o la ciencia espacial, que pronto, según futuristas como el ingeniero de Google Ray Kurzweil, cambiará el mundo tal como lo conocemos. Porque la tasa de avance tecnológico es exponencial y, gracias a ello, dice Kurzweil, el ser humano se librará de las cadenas biológicas.
Hay ‘softwares’ que superan a los humanos en el ajedrez o el diagnóstico médico
Pearce da ejemplos de los últimos pasos en la dirección poshumana: el software que supera a los humanos en cuestiones como jugar al ajedrez (la supercomputadora Deep Blue que en 1997 venció a Gary Kaspárov) o el diagnóstico médico (como la inteligencia artificial de Watson de IBM, que procesa la información más como un humano que como una máquina, aprende, responde preguntas o genera hipótesis).
La duración de la vida puede ser extendida en animales induciendo mutaciones, y en biotecnología, la revolución de la edición de los propios genes anuncia una era en la que la rápida edición de tu propio genoma puede ser la norma. Yéndonos a ejemplos más de andar por casa, en la película Her, de Spike Jonze, el protagonista se enamora de un sistema operativo de voz dulce parecido al actual asistente personal Siri que llevamos en nuestros smartphones. Y las Google Glasses y otros wearables nos hacen ver el mundo de otro modo, colocados en nuestro propio cuerpo.
¿Evolución solo para ricos?
El urbanista y abogado Albert Cortina y el biólogo Miquel Ángel Serra creen que es hora de iniciar un debate abierto y multidisciplinar sobre el futuro de la humanidad. Por eso han coordinado el libro ¿Humanos o posthumanos? Singularidad tecnológica y mejoramiento humano (Fragmenta Editorial), en el que 213 voces de diferentes disciplinas opinan sobre en qué se debería o no convertir el ser humano. “Existen posturas bioconservacionistas que opinan que la
vida debe permanecer inalterada. En el otro extremo están los tecno optimistas, a favor de cualquier avance tecnológico para mejorar la humanidad”, explican los coordinadores. Lo cierto es que el movimiento transhumanista genera críticas morales y religiosas (sobre todo, con respecto a la manipulación genética) o socioeconómicas. “Una consecuencia negativa es que solo las élites puedan acceder al mejoramiento tecnológico y se cree una humanidad que evolucione a dos velocidades”, manifiestan Cortina y Serra. Un escenario similar al que plantea la película Elysium, dirigida por Neill Blomkamp, donde los ricos aprovechan la tecnología para abandonar la Tierra y vivir cómodamente , dejando atrás a los demás. Sin embargo, para los más optimistas, como Kurzweil, hay una prueba de que eso no tiene que pasar: Internet y la telefonía móvil han llegado a todo el planeta, incluidos los países menos desarrollados.
Se ha avanzado muchísimo, pero no es nada comparado con lo que vamos a ver en adelante. En los próximos 20 años, experimentaremos más cambios que en los últimos dos milenios José Luis Cordeiro, científico y profesor de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley
El panorama parece de ciencia ficción: “Tenemos la evolución de las máquinas, que pueden lograr alcanzar la inteligencia artificial y, cómo un hijo adolescente, querer emanciparse de sus creadores, los humanos”, relata Cortina. Da vértigo. “Se ha avanzado muchísimo, pero no es nada comparado con lo que vamos a ver en adelante. En los próximos 20 años, experimentaremos más cambios que en los últimos dos milenios”, explica el científico José Luis Cordeiro, cofundador de la Asociación Transhumanista Venezolana y profesor de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley, creada por instituciones como Google o la Nasa para “educar e inspirar” un cuadro de líderes que comprendan y guíen la Singularidad Tecnológica. Cordeiro cree que la inteligencia artificial alcanzará a la humana en menos de dos décadas y que los cerebros artificiales vendrán a complementar a los humanos, no a sustituirlos. En tres o cuatro décadas podremos prevenir todas las enfermedades. La humanidad está a punto de dar el salto a la poshumanidad; la tecnología, según Cordeiro, sustituirá a la biología: “Los poshumanos no dependerán solo de sistemas basados en la química del carbono, sino en el silicio y otras plataformas más convenientes para diferentes entornos, como los viajes espaciales”.
Así es el futuro poshumano
¿Y qué aspecto tendrían los poshumanos del futuro? Los transhumanistas defienden la libertad morfológica, aclara Pearce: “El derecho de cada uno a tener el género, cuerpo e imagen que desee. Se pueden anticipar algunas elecciones corporales extraordinarias, tanto en la realidad virtual como el mundo de carne y hueso… Pero, sospecho que muchos elegiremos diseños corporales que expresen los cánones de belleza ideal adaptativa de nuestros ancestros de la sabana africana”.
¿Seremos cíborgs? “El futuro es más complejo que eso”, dice Cordeiro. “Veremos una explosión de nuevas formas de vida inteligentes”. Surgen términos como los bio-orgs (organismos modificados proteínicamente), los geborgs (modificados genéticamente), o los silorgs (organismos basados en silicio). Una nueva fauna…
Ya estamos asistiendo a la existencia de transhumanos. Neil Harbisson ve en blanco y negro, pero lleva un tercer ojo que, mediante vibraciones, le permite percibir colores. Al corredor sudafricano Oscar Pistorius le extirparon las piernas de niño pero, gracias a sus implantes biónicos de fibra de carbono, participó en los Juegos Olímpicos de Londres. O Tim Cannon, biohacker fundador de la compañía Grindhouse Wetware en Pittsburgh, implicada en mejorar al ser humano mediante la tecnología: él mismo se ha implantado chips y aparatos electrónicos en su cuerpo, mediante cirugía casera, para mejorar sus habilidades: “Ahora, gracias a la medicina moderna y la ciencia, somos por primera vez capaces de tomar control de la Evolución”.
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