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EL PULSO
Columna
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No hay vida como la paleovida

Airam Fernández es el creador del 'paleotraining', un modo de entrenamiento personal que predica el contacto con la naturaleza y la realización de ejercicios de aire primitivo

Airam Fernández, apóstol de la filosofía 'paleo'.
Airam Fernández, apóstol de la filosofía 'paleo'.Óscar Vallés

El ser humano comenzó a existir hace alrededor de tres millones de años y se convirtió en sapiens hace unos 200.000. La historia, por su parte, se inició hace 5.000 años, en Mesopotamia, con los primeros documentos escritos. Lo que sabemos fidedignamente del pasado del hombre, por lo tanto, es sólo una pequeñísima parte de su aventura completa. El paleolítico –es decir, la antigua edad de piedra– ocupa más del 99% del tiempo que nuestra especie ha estado sobre la tierra.

Por eso ha surgido en los últimos años un grupo de defensores del estilo de vida paleolítico, que, según ellos, con Darwin en la mano, garantiza mejor la felicidad humana. Aseguran que muchos de los cambios que hemos experimentado en los últimos siglos, y más aceleradamente en las últimas décadas, van en contra de nuestro bienestar. Destruyen el equilibrio físico y, con él, el psíquico. Carcomen el cuerpo hasta oxidar el alma.

Hemos comido animales y vegetales durante cientos de miles de años, pero hasta hace muy poco no inventamos la agricultura y la ganadería, y hasta la época griega, en los albores de nuestra era, no empezamos a comer cereales ni lácteos. Los paleo están convencidos de que el trigo, el maíz o el centeno lesionan nuestro organismo y acaban enturbiando nuestras emociones. La celiaquía, entre otras enfermedades, les daría la razón.

Airam Fernández es uno de los apóstoles españoles de la filosofía paleo y lo cuenta todo persuasivamente: “Ser paleo consiste en respetar nuestra herencia genética y en ser coherentes con nuestras necesidades biológicas a nivel físico, social y espiritual. Nadie se imagina a un caballo sentado durante 14 horas al día y comiendo galletas de chocolate. Tampoco debería ser así con los seres humanos, que siguen siendo Homo sapiens”. Airam tiene un aire sereno y no se inmuta cuando se le habla del progreso: “Las modernidades bien usadas no van en contra de nuestra genética. Al contrario. Pero en los aspectos básicos, como la alimentación, el sueño o el ejercicio, sí debemos imitar a nuestros ancestros. No hace falta cazar mamuts, hablamos de los aspectos que determinan nuestra salud: qué comes, cómo te mueves y cómo descansas. Eso es ser paleo”.

La apariencia de Airam no puede ser más saludable: musculoso sin exceso, con la piel asoleada y con un sosiego en la expresión que alivia cualquier polémica. Trato de aguijonearle con mis razonamientos de hombre de la Ilustración, pero no consigo que se altere. Me responde con argumentos también ilustrados: “El progreso es una espada con dos filos. Por un lado ha servido para salvar vidas y por otro para enfermarlas. Hoy existen en el mundo 900 millones de personas mal nutridas y 1.900 millones con sobrepeso. En los dos últimos siglos hemos incrementado la esperanza de vida media gracias a la higiene y a la penicilina, pero hemos empeorado el estatus de salud de los vivos, enfermando y muriendo por hábitos incoherentes. El progreso existe, pero si está financiado por la industria farmacéutica y por la alimentaria, corremos el riesgo de morir de progreso”.

Airam Fernández, que vive en Lanzarote, es el creador del paleotraining, un modo de entrenamiento personal que predica el contacto con la naturaleza y la realización de ejercicios de aire primitivo: correr descalzo, reptar, saltar obstáculos y colgarse de troncos. La disciplina tiene en el mundo cada vez más adeptos, que buscan no sólo el buen estado de forma física, sino el equilibrio ­integral. Le pregunto a Airam si no tiene miedo de que, en esta época de culto a la ­tecnología, le consideren un friki por defender el paleolítico. Me responde desafiante: “¿Te refieres a tener miedo por estar moreno, ágil, en mi peso y por no recordar cuándo fue la última vez que usé mi tarjeta médica? No, no tengo miedo”.

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