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‘Rosetta’ desvela desiertos, acantilados y cráteres en su cometa

La sonda europea cartografía el cometa 67P, y descubre que su interior está vacío en un 80% Es el retrato más detallado de un cometa que se ha conseguido nunca

Nuño Domínguez
Una imagen del 67P tomada el 16 de enero.
Una imagen del 67P tomada el 16 de enero.ESA

Después de triunfar en uno de los aterrizajes más audaces de la historia de la exploración espacial, los datos científicos de la misión Rosetta aportan ahora el retrato más detallado de un cometa que se ha conseguido nunca. Seis estudios publicados hoy en Science por los responsables de los instrumentos científicos de la sonda detallan la densidad, composición y actividad del 67P Churiumov-Guerasimenko. En conjunto, aportan lo más parecido que tiene la humanidad a pasear por un paisaje alucinante que se acerca al Sol a más de 20 kilómetros por segundo y que, estos días, está a más de 500 millones de kilómetros de la Tierra.

El 67P tiene cuatro kilómetros de diámetro y pesa 10.000 millones de toneladas, pero los nuevos datos de Rosetta muestran que este coloso es menos denso que el corcho o la madera, es decir, flotaría en el mar como un iceberg. De hecho es muy poroso y su interior está vacío en un 80%, como si fuera una esponja o una piedra pómez, según indican las imágenes tomadas por el instrumento Osiris, uno de los 11 a bordo de Rosetta. Es la primera vez que se consigue medir la densidad de un cometa de forma directa.

El acantilado de 67P, de unos 900 metros de alto.
El acantilado de 67P, de unos 900 metros de alto.ESA

Las más de 15.000 imágenes tomadas por Osiris han permitido clasificar los diferentes terrenos que hay en la superficie del 67P, explica Luisa M. Lara, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) y coautora de tres de los estudios publicados hoy en Science. Se pueden encontrar grandes extensiones de polvo con dunas que recuerdan a los desiertos de la Tierra, zonas con cráteres y también partes más abruptas que recuerdan a los volcanes de lodo de Chile, resalta Lara. Entre todas ellas se alza Hathor, un acantilado de 900 metros que Rosetta retrató en una de las vistas más espectaculares del 67P. Lo más sorprendente es que una persona podría saltar desde el precipicio y sobrevivir debido a la reducida gravedad, según la NASA. En teoría, un astronauta podría saltar desde una nave y caer en el 67P, según los cálculos que Rhett Allain, un físico de la Universidad de Luisiana (EEUU), ha hecho para la ESA. También, dice, sería posible saltar lo suficiente como para abandonar el cometa.

En 67P una persona podría lanzarse de un acantilado de 900 metros y sobrevivir

El equipo de Rosetta ha dividido el núcleo de 67P en 19 regiones bautizadas con nombres de divinidades egipcias e intenta ahora responder una pregunta que les acosa: ¿por qué tiene esa extraña forma de pato de goma? “Según nuestros modelos algo falla porque el cometa no podría haber perdido tanto material por el efecto del Sol como para tener esa forma”, explica Lara. Otra de las posibilidades es que cabeza y cuerpo sean en realidad dos cometas que chocaron y quedaron unidos. Aún no se sabe cuál de estas dos posibilidades es la cierta, pero sí se ha descubierto una enorme grieta "que recorre el cuello del pato como si fuera un collarín”, resalta Lara. Los nuevos datos confirman que esta zona del cuello es la más activa, es decir, donde la luz del Sol está provocando una mayor profusión de vapor de agua y otros gases. A pesar de ello el cometa aguantará de una pieza decenas e incluso cientos de órbitas más, señala Lara.

'Philae' despertará

Buena parte de los paisajes fotografiados en el 67P desaparecerán o cambiarán pronto. El cometa está ahora aproximándose hacia el punto de su órbita más cercano al Sol. Rosetta será la primera nave humana que presencie cómo la actividad en el cometa se disparará a medida que aumenta su temperatura, haciendo que su superficie se vuelva más “explosiva” con chorros de gas. “Rosetta seguirá al cometa hasta finales de este año y posiblemente más allá”, explica Matt Taylor, jefe científico de Rosetta. “Vamos a observar la actividad del cometa hasta que llegue a su máximo para luego bajar y ver de nuevo los cambios en el núcleo e incluso medir cuánto ha cambiado el volumen total”, resalta. Hasta ahora, las misiones espaciales a cometas se habían limitado a hacer breves pasadas de largo, nunca deteniéndose para orbitar en torno al núcleo.

Los responsables de la misión también esperan que Philae, el módulo que aterrizó en el cometa en noviembre, vuelva a activarse este año entre mayo y junio. “Algunos miembros del equipo creen los accidentes en la superficie del cometa están protegiendo a Philae, lo que podrá hacer que sobreviva incluso al perihelio [punto de la órbita más cercano al Sol]”, concluye Taylor.

En la colección de estudios publicada hoy han participado, además de Lara, investigadores del IAA, la Universidad de Granada, el Centro de Astrobiología y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial.

Repleto de compuestos orgánicos

Estos cuerpos son fósiles del Sistema Solar. Están hechos de los materiales primordiales que, hace más de 4.500 millones de años, sirvieron para formar los planetas, incluida la Tierra. Entre estos materiales primigenios, muestra ahora Rosetta, hay abundantes compuestos orgánicos hechos de carbono, hidrógeno y oxígeno. "La superficie del cometa parece no tener nada de hielo, pero está cargada de material orgánico y esto sugiere que se formó a bajas temperaturas, lejos del Sol", explica a Materia Matt Taylor, jefe científico de la misión Rosetta. Los datos apuntan a que el 67P proviene del Cinturón de Kuiper, en las afueras del Sistema Solar.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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