Hidrógeno y oxígeno
A veces pienso que Ficción y Realidad son dos jugadoras de tenis que se devuelven una pelota a raquetazos
Termino de leer Estudio en escarlata, de Conan Doyle, que acaba con unos versos muy actuales de Horacio: “El pueblo me silba, pero yo en mi casa me aplaudo cuando contemplo los cuartos que tengo en el arca”. Abro un periódico y leo una noticia sobre unos suicidios en Londres. Scot Young, magnate inmobiliario, alcohólico y cocainómano, murió hace unas semanas al caer desde su piso sobre una verja con barrotes en forma de lanza. Uno de los bomberos que recuperó el cadáver dijo que nunca había visto nada tan “horrible”.
Aunque dos años antes, en una fiesta en el Dorchester, unos matones rusos le habían colgado sobre el vacío, se consideró suicidio, hasta que The Daily Telegraph recibió un anónimo según el cual había sido asesinado por la mafia rusa. “Debía montones de dinero a la gente equivocada”. Y señalaba unas raras coincidencias: cuatro de sus conocidos habían fallecido de modo misterioso. Recientemente lo hizo Johnny Eichoff, exbatería de Tears for Fears, al caer desde el tejado de un centro comercial. Boris Berezovski fue encontrado muerto, al parecer por ahorcamiento, en el suelo de un baño de su mansión un año antes, sin que la policía descartara el suicidio, pero tampoco la participación en el suceso de otras personas, pese a que no hubiera signos de lucha. Robert Curtis fue arrollado hace dos años por un tren del metro. Paul Castle inauguró la lista en 2010, al tirarse al metro en Bond Street. Los cinco eran millonarios con deudas que se reunían en un restaurante de precios prohibitivos, aunque permitidos.
Tras leer el artículo pensé en cómo se mezclan ficción y realidad, pues esa noticia me devolvía al mundo holmesiano del que acababa de salir. ¿No constituía, por ventura, un caso digno del mismísimo Sherlock Holmes? En cómo los argumentos están ahí, y sólo hay que sacarlos, igual que Miguel Ángel hacía sus esculturas quitando lo que sobraba a los bloques de mármol. Ficción y realidad se funden de forma indisoluble, y me vinieron a la cabeza los versos de Antonio Machado: “Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa”. Son lo contrario que el agua y el aceite; tal vez sean como el hidrógeno y el oxígeno, y se combinan para permitirnos vivir. Capote decía que A sangre fría era “impolutamente factual”, pero se anuncia que un libro que saldrá a la luz en 2015, con nuevos datos aportados por Harold Nye, hijo de uno de los investigadores, le desmentirá. Nada es “impolutamente factual”.
Lo que no existe en la realidad es un detective como Sherlock Holmes, y quizá por ello amemos tanto la literatura
Cuando contamos algo, por muy fieles que queramos ser a los hechos, inevitablemente hacemos ficción, o al menos damos una visión sesgada, pues resaltamos unos aspectos, omitimos otros, adoptamos determinado punto de vista. En cuanto a nuestra memoria, no sólo olvida casi todo, sino que a veces almacena falsos recuerdos. ¡Dios mío, también Ella crea ficciones!
A veces pienso que Ficción y Realidad son dos jugadoras de tenis que se devuelven una pelota a raquetazos. Aunque lo que no existe en la realidad es un detective como Sherlock Holmes, y quizá por ello amemos tanto la literatura. Un detective que venga a resolver las misteriosas muertes de esos millonarios, a los que la mafia rusa –si es que acaba estando detrás de ellas– no se contenta, como el pueblo, con silbar.
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