Kulang no quiere ser soldado
El niño nació al mismo que tiempo que su país, Sudán del Sur. Ambos cumplen hoy tres años


Kulang tiene tres años y ya dice que no quiere ser soldado, sino médico. Sus padres quieren que vaya a la escuela y estudie. Estos serían deseos fáciles de cumplir si no fuera porque vive en Sudán del Sur. Nació al mismo tiempo que su país, el más joven del mundo, hoy sumido en un cruento conflicto que ha desplazado de sus casas a 1,5 millones de personas, según datos de Unicef, y donde el hambre amenaza con llevarse la vida de 50.000 menores de cinco años. Entre ellos, Kulang.
“Cuando llegó la independencia todo el mundo estaba entusiasmado. Estábamos muy contentos”, recuerda Elisabeth, la madre de Kulang, en un testimonio recogido por Grace Cahill, trabajadora de Oxfam Intermón en Sudán del Sur. La celebración para los padres de Kulang era doble. Para ellos terminaba una larga guerra civil y nacía una etapa nueva en su país en la que su bebé podría tener las oportunidades que ellos no habían tenido. “Pensamos que tendría una vida mejor cuando nació a la vez que la independencia. Un padre siempre quiere darle lo mejor a sus hijos, mandarles a la escuela o a un buen hospital si lo necesitan. Pero ahora, ¿cómo puedo ser un buen padre estando aquí sentado? Me da vergüenza”, lamenta el progenitor, que vive con la familia en un campo de refugiados que la ONU ha instalado al sur de la capital.
Poco sabe Kulang de las hostilidades entre el presidente y el vicepresidente de su país que el pasado diciembre desencadenaron el conflicto. Pero desde entonces comparte la única cama que cabe en su tienda de lona con sus progenitores. Todas sus pertenencias se quedaron atrás cuando huyeron de Juba, donde el padre trabajaba en la construcción. Se fueron con lo puesto cuando la ciudad fue atacada. "Escapamos por los pelos", relata Elizabeth. "Corríamos porque alguien nos estaba disparando. Las balas impactaron en la valla que delimita el campamento de la ONU. Es difícil recordarlo, pero no creo que detrás de nosotros quedara nadie vivo”. Ahora las amenazas son otras: la diarrea, el calor insoportable, la falta de comida…
La madre de Kulang cocina los alimentos que les llegan del Programa Mundial de Alimentos en un pequeño hornillo calentado con carbón que les ha proporcionado Oxfam. Pese a que llega ayuda internacional, las organizaciones alertan de que no es suficiente. Debido a los desplazamientos y las inundaciones, la gente no ha podido cultivar sus tierras y aproximadamente 235.000 niños menores de cinco años necesitarán tratamiento contra la desnutrición aguda este año, estima Unicef. Kulang podría ser uno de ellos, pues la familia no puede permitirse el lujo de comer carne y su menú se reduce a recetas a base de sorgo, un cereal con alto contenido de almidón y que podría causar problemas estomacales al pequeño, alerta Cahill de Oxfam Intermón.

El pequeño juega al fútbol entre las piedras del campamento. Es su deporte favorito. Sus padres quisieran que lo pudiera hacer en su hogar, pero tienen pocas esperanzas de volver a corto plazo. “Mi casa es solo una estructura ahora. Nada me hará volver, salvo la paz”, zanja el padre. Elisabeth regresó a la vivienda en una ocasión para intentar recoger algunas pertenencias, pero unos hombres armados custodiaban la puerta. “Me sentaron e interrogaron. Me dijeron que si quería vivir, no volviera nunca más”, detalla.
"Lo más importante para Kulang es que el país vuelva a la normalidad, que pueda ir a la escuela y recibir una buena educación. Sin eso, estará en peligro”, dice Gatluack que pide ayuda a la comunidad internacional, para él, para su familia, para el pequeño Kulang y los otros 18.000 desplazados que viven en el mismo campamento que él. “Sería mejor si no tuviéramos que escapar y ser refugiados. El mundo tiene que ayudar a las personas para que tengan un proyecto de vida. Para que Sudán del Sur se pueda desarrollar y que haya paz en el mundo”. Y para que Kulang pueda ser doctor, porque él lo tiene claro: no quiere ser un soldado.
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