Cianuro en las natillas
Si el voto de pobreza no impide al señor de la imagen vivir en un ático que tiene 300 metros cuadrados, con tres monjas a su servicio, ¿qué desenfrenos le permitirá el de castidad?
Si el voto de pobreza no impide al señor de la imagen vivir en un ático que tiene, según él mismo ha reconocido, 300 metros cuadrados, con tres monjas a su servicio, ¿qué desenfrenos le permitirá el de castidad? El ático, por cierto, dispone de una terraza gigantesca, con vistas, y forma parte de un palacio situado en la milla de oro del Vaticano. Un hogar como Dios manda, en fin. Cierre usted los ojos e imagine un apartamento de soltero semejante. Un apartamento de soltero en el que le estiran las sábanas, le doblan el pijama y le recogen la ropa sucia que abandona en cualquier sitio al meterse en la ducha. Un piso en el que lo único que ha de hacer a la hora del almuerzo es darse un paseo hasta el comedor, donde ya le espera la sopa humeante, la ensalada César o los espaguetis con berberechos. Decimos un paseo, aunque en realidad es una caminata que viene muy bien para abrir el apetito y preparar los jugos gástricos a fin de recibir como se merecen las viandas y el vino coherentes con ese tren de vida. Cierre usted los ojos e imagine que no tiene que preocuparse de la limpieza de los cuartos de baños (¿cuántos habrá en el ático satánico?), ni de sacar la basura, ni de hacer la lista de la compra, ni de ir deprisa y corriendo el viernes por la tarde a Mercadona y cargar con las bolsas cuyo peso, a cierta edad, produce tendinitis.
¿Hemos dicho ya que se trata de monseñor Bertone? Da igual, lo importante no es el apellido, sino el título. El título y unos niveles de misticismo como los que se desprenden de la expresión del cardenal. Yo, de las monjas, le pondría cianuro en las natillas.
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