El arte de muy pocos
Pujas que rompen récords, coleccionistas que intentan levantar museos propios, subastadores superestrellas... ¿Existe una fractura entre este mercado y la realidad?
"Coleccionar no cuesta dinero, cuesta dolor”. Marcos Martín Blanco posee una de las mejores colecciones de arte contemporáneo de Europa. Y esa frase la dispara, clavando los ojos, mientras atravesamos los dos sótanos de su casa, que atesoran más de 800 obras.
–¿Y por qué sufre? –pregunto.
–La colección ha alcanzado tal volumen que resulta inmanejable, y tengo que vender.
–¿Eso duele?
–No se hace una idea –replica.
Este empresario jubilado lleva cuatro décadas en esta “locura” y varios años intentando levantar su propio museo. Su casa, construida sobre una antigua panera, se asoma a la alameda del monasterio del Parral en Segovia. Y bajo esa tierra hay millones de euros atrincherados en cajas de madera y peines. Basquiat, Schnabel, David Salle, Marlene Dumas, Jenny Saville, Marilyn Minter, Cecily Brown. Artistas al alcance de menos del 1% de la población. Algunos volverán al mercado para que Martín siga afinando la colección.
De regreso a Madrid hablo por teléfono con Henry Wyndham, presidente de Sotheby’s en Europa. Con un aire al mago Gandalf, muy alto (2,04 metros) y delgado, remató en 2010 por 104 millones de dólares –en su día, el precio más elevado conseguido nunca por una obra de arte– la escultura El hombre que camina, de Giacometti. No le pregunto por el dolor. Lo conoce bien. Recibió 52 perdigonadas en una cacería y casi se queda ciego. Mal asunto para un subastador. Le cuestiono la fractura del arte con la “realidad”. “Es verdad, el número de jugadores que tienen un papel de peso en este mundo es muy reducido. Pero otra gente se gasta el dinero en coches o casas”, justifica.
El arte se ha transformado en cifras. Si no acuden las suficientes personas al museo, la programación es mala; si no se cotiza en muchos ceros, el artista despierta sospechas; si es joven y no se ha revalorizado rápido… ¡Que vaya preparando su carrera! Podría ser el conejillo de Indias del último invento: las subastas “sin reserva”, donde la obra se vende a cualquier precio, por ínfimo que sea. Y una vez en ese saco, el artista no levantará cabeza.
Mientras, los oligarcas americanos, chinos y árabes, que controlan el mercado, solo escuchan sus propias voces y baten récords. Elaine Pascal Wynn, exesposa del magnate de los casinos Steve Wynn, pagó 105,8 millones de euros por un tríptico de Francis Bacon, y Al Mayassa bint Hamad al Zani, hermana del emir de Catar, casi 15 millones por 14 esculturas gigantes de fetos de Damien Hirst. ¿Qué limite tiene una jequesa que puede gastar 443 millones al año en arte?
Es el antiguo y el nuevo mundo económico, y a ninguno pertenece España. El mercado español es una “catástrofe”, asegura la consultora artprice.com. El 70% de los lotes de arte contemporáneo que salieron a subasta el año pasado se quedaron sin vender y hay galerías que no han colocado una obra desde hace meses. La rebaja del IVA del 21% al 10% puede dar algo de luz al agujero negro. Este espacio, tan contradictorio, en el que conviven la opulencia y la escasez lo cartografía con precisión Carmen Reviriego en El laberinto del arte (editorial Paidós), unas páginas que miran a Arco.
Vuelvo al teléfono. Al otro lado, el barón Simon de Pury. The Guardian lo llamó “el Mick Jagger de las subastas de arte”, y Lapo Elkann, heredero de Fiat y padrino de su hija de tres años, dice que “tiene la energía de Enzo Ferrari y la elegancia de un Maserati”. Sus coreografías en el estrado son leyenda. Fundador de la casa Phillips de Pury, ha sido marchante, actor en realities, coleccionista, comisario de la colección Thyssen-Bornemisza, escritor y DJ. Le enfrento a la borrachera permanente de los precios. “Cada año más obras terminan en instituciones públicas y se pierden para el mercado. Y a la vez más gente busca arte: el mercado seguirá creciendo”. Avisados quedan.
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