Ordenar el mundo
Pongamos el foco sobre ese sillón cuya tapicería se encuentra en perfectas condiciones. Alguien tuvo que llevarlo hasta ahí, donde, como en toda guerra, está todo roto


Nos gustan las imágenes en las que lo que debía estar dentro se encuentra fuera. Ahora nos referimos a ese sillón, cuya tapicería, dentro del desastre, se encuentra en perfectas condiciones. Hay en la foto más cosas que están fuera, sobre todo fuera de quicio, pero el sillón, ah, el sillón, no salió a la calle por sus propios medios. Alguien tuvo que arrastrarlo hasta la puerta y bajarlo por las escaleras y empujarlo o llevarlo en volandas hacia esa especie de cruce en el que está todo roto, como están las cosas en las guerras, para sentarse en él y vigilar si viene el enemigo. Eso es lo que hace el soldado, vigilar desde el sillón doméstico si hay moros en la costa, con perdón del lugar común. Ahora bien, mientras el soldado sacaba el mueble de su sitio, ¿tendría la impresión de estar transgrediendo algo? ¿No le parecía que era como extraer una víscera de un cuerpo abierto?
De acuerdo en que la casa estaba muerta, todas lo están. Pero así y con todo, extraer un mueble de su espacio natural, por deteriorado que se encuentre ese espacio, y colocarlo a la intemperie, es añadir caos al caos. De hecho, no parece que el soldado esté muy cómodo. Comprende, sin duda, que hay algo fuera de sitio, comprende que hasta en la guerra conviene conservar algo de sintaxis, si no por la propia dignidad, por la de los objetos. No nos extrañaría, en fin, que un cuarto de hora después de que se hubiera obtenido la imagen, el soldado hubiera devuelto el sillón al cuarto de estar. Para ordenar un poco el mundo, ¿no?, que es que lo tenemos todo patas arriba.
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