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Columna
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Ojos ciegos

Media España ignora el abismo de exclusión en el que está cayendo la otra media

Rosa Montero

Entre las muchas limitaciones que tenemos los humanos está la de no ver más allá de nuestras narices. Quiero decir que juzgamos el mundo desde lo que somos y nos cuesta muchísimo reconocer otras realidades, sobre todo si nos incomodan. A ojos ciegos, corazón que no siente. Todo esto viene a cuento porque estoy segura de que media España ignora el abismo de exclusión en el que está cayendo la otra media. Lo veo, por ejemplo, en los comentarios de conocidos periodistas. Hace un mes, Sáenz de Buruaga ironizó sobre el plan andaluz de dar a los niños tres comidas al día: “Y por qué no una bicicleta” (luego se disculpó). Y hace unos días, Alfonso Rojo dijo que una matrícula universitaria costaba 500 euros, “lo que cuatro cañas al mes”. Cuesta más (1.000 o 1.500), pero lo peor es que crea que 500 euros son algo baladí y que cuatro cañas al mes las toma cualquiera. Como ninguno de los dos me parece imbécil ni intrínsecamente malvado, creo que no son conscientes de cómo está la vida. A mí también me pasó hasta que, hará medio año, el azar me puso en contacto directo con familias en situación desesperada. Muchos de ellos obreros de la construcción que llevan años en paro y han agotado todos los subsidios. Que hace meses que no ingresan ni un céntimo; que no tienen para los 17 euros de la bombona de gas y no pueden ni calentarse una sopa; que se quedan sin luz porque les arrancan el contador por falta de pago; que han sido desahuciados de sus casas hipotecadas y luego de los pisos alquilados; que tienen niños muy pequeños sin ropa y sin zapatos, porque los niños crecen; sin agua caliente para lavarlos; sin calefacción. Y literalmente sin comida. Y esto hoy, y el mes que viene, y el siguiente: carecen de futuro. Hay 630.000 familias en España con todos los miembros en paro y sin ningún ingreso. “Nosotros éramos gente normal”, me dijo una madre.

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