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Doctorados industriales: hacer la tesis y cobrar un sueldo en una empresa que aplica esa ciencia

La Universidad de Mondragón, en el País Vasco, apuesta por el modelo como una palanca de innovación, aunque aún es escaso en España, con apenas unos cientos

Elisa Silió
Los ingenieros Maialen Eceiza, doctora, y Jorge Barredo, que empieza la tesis en la empresa Ikerlan de Mondragón, este jueves.
Los ingenieros Maialen Eceiza, doctora, y Jorge Barredo, que empieza la tesis en la empresa Ikerlan de Mondragón, este jueves.Lino Rico

El doctorado industrial es una palabra que suena remota a la mayoría de los universitarios y, sin embargo, está llamado a ser una gran palanca de innovación. La idea es que el doctorando se instala en una fábrica o compañía que le contrata (con respaldo público casi siempre) y esta se beneficiará de su contribución científica. Lo saben bien en Francia, que puso en marcha los primeros doctorados industriales en 1981, ya cuenta con 1.500 tesis industriales defendidas al año y su intención es llegar a los 2.150 en 2027. España está lejos de esas cifras, pero la apuesta es cada vez mayor ―en especial en las universidades politécnicas― y son muchas las empresas que demandan doctorandos para ser más competitivas. No hay para todos.

El número de doctorandos industriales en España no se conoce, porque los datos del Ministerio de Universidades no distingue esta modalidad del resto, pero no pasan de unos centenares (en 2021 se defendieron en total 11.300 tesis). Algunos datos: el Ministerio de Ciencia e Innovación invierte cuatro millones de euros cada año en formar a unos 60 doctorandos industriales; en 2020 la Generalitat de Cataluña financió o cofinanció 108 doctorados y la Comunidad de Madrid este curso, otros 55. En ocasiones las empresas se ponen en contacto con una universidad porque necesitan que sea doctor alguno de los trabajadores de sus centros de innovación para recibir subvenciones públicas y en otras los sueldos de los doctorandos salen del presupuesto de un proyecto de investigación de colaboración público-privado.

El ingeniero Roberto Uribeetxeberria, coordinador de Investigación y Transferencia de la escuela politécnica de la Universidad de Mondragón (Gipuzkoa), contextualiza el auge de los doctorados industriales: “Desde hace ocho años, en Europa, todas las entidades que están financiando la investigación básica están dando la turra ―hablando en plata― con que se está haciendo investigación que luego no se convierte en producto o en servicio. No hay transferencia de conocimiento, se queda en el laboratorio y hay que cruzar el puente. Por eso hay un esfuerzo grande de todas las entidades para que se materialice en nuevas empresas, nuevos productos, con lo que deriva eso en más empleo y de mayor calidad”. España ocupó en 2022 el puesto 29 en el Índice Mundial de Innovación GII y es la duodécima potencia mundial en el volumen total de publicaciones científicas.

La apuesta por los doctorados industriales es absoluta en la Universidad de Mondragón, que acaba de cumplir 25 años y que es una cooperativa más de la Corporación Mondragón, el mayor grupo industrial del País Vasco y décimo de España aunque acaba de perder a dos grandes socias, Orona y Ulma. Ya en los años cincuenta empezó a fusionar Formación Profesional y empleo para preparar a sus trabajadores. Por eso no sorprende que tengan 120 doctorandos industriales ―cuentan con escuelas de doctorado en ingeniería aplicada, innovación educativa, ciencias gastronómicas y economía social― y que diseñen áreas para que las empresas tengan, a su vez, espacio en sus facultades para que bullan las ideas, a veces de sus propios alumnos, que crean start-ups (nuevo emprendimiento).

Maialen Eceiza se graduó en Ingeniería Electrónica Industrial e hizo el máster en la Universidad del País Vasco, pero le surgió la oportunidad de hacer la tesis en la empresa tecnológica Ikerlan, donde había hecho el trabajo final del posgrado, dirigida desde la Universidad de Mondragón. Defendió su doctorado sobre detención de fallos en ciberseguridad el pasado año y continúa en la empresa, contenta con la decisión que tomó. “Mi director de tesis [de la Universidad] y mi tutor [de la empresa] han sido muy activos, aunque hay gente que echa de menos que el tutor le dedique más tiempo”. De primeras, solo encuentra ventajas en el doctorado industrial: “Estás más cerca del trabajo real, en la universidad ves investigación y el ámbito de la educación. He visto la aplicación que le podía dar a lo que estaba haciendo en la tesis”. Aunque luego precisa: “Hay el riesgo, que no me ha pasado, de que el director de tesis no te haga el caso que presta a los que están en la universidad y trata todos los días”.

Eceiza no ha tenido contacto con los doctorandos de la universidad, pero sí con los de Ikerlan. Había cuatro en su equipo y calcula que entre 50 y 60 de distintas universidades en toda la empresa, especializada en la digitalización industrial. Su plantilla es de 269 trabajadores y cuentan con 95 jóvenes en formación, no solo en doctorados. En total, un tercio son doctores.

Una sala de trabajo en Ikerlan, una de las empresas de la Corporación Mondragón, este jueves.
Una sala de trabajo en Ikerlan, una de las empresas de la Corporación Mondragón, este jueves.Lino Rico

Uribeetxeberria, ingeniero en Telecomunicaciones, señala también otro problema europeo y estadounidense: la falta de vocaciones. “Es muy difícil que los alumnos se animen a hacer el doctorado. El mercado tira muchísimo, pueden irse ya a trabajar o dedicarse tres o cuatro años más a hacer la tesis”, describe el escenario. “El sueldo no es atractivo [unos 24.000 euros brutos en el País Vasco, menos en otras comunidades], pero te abre la puerta a ganar más en el futuro, es una inversión. Adquieres unas habilidades durante la tesis que te van a servir para otro tipo de trabajos: más responsabilidad, dirigir equipos de investigación...”.

Julen Urrutia, ingeniero mecánico, se enganchó tanto a su proyecto de fin máster en manipulación robótica que el pasado octubre empezó la tesis. “Me ofrecieron seguir en el mismo tema del máster, usando cosas que había hecho”, cuenta. Su sueldo lo pagan a medias la tecnológica Aria Araba―en la que tendrá que seguir dos años más tras finalizar la tesis para trasferir ese conocimiento― y el Gobierno vasco a través de las becas Bikaintek. En total, el Ejecutivo autonómico va a invertir en un año 5,6 millones de euros en los doctorandos y en la incorporación de nuevos doctores al mercado laboral. Urrutia calcula que podría ganar hasta 36.000 euros en cualquier empresa, pero duda que trabajase con el mismo entusiasmo y compromiso que pone en su proyecto. No hace planes a medio plazo.

La cadena de conocimiento no puede romperse. Uribeetxeberria aspira a poner en marcha más doctorados para responder a la fuerte demanda de la industria, pero no es fácil. “Por la expansión internacional que estamos teniendo, nos estamos planteando la posibilidad de atraer talento para responder a estas solicitudes de tesis”, explica el rector Vicente Atxa. La corporación Mondragón tiene nueve oficinas comerciales y 21 plantas de producción por todo el mundo. “Buscamos, además, cómo visibilizar la investigación entre nuestros estudiantes. Estamos montando para abril una jornada para que las empresas puedan contar a los alumnos de máster qué es ser un doctor allí”.

Hay doctores dispuestos a echar una mano en la transmisión de conocimiento. Eceiza asesora ahora en su tesis a Jorge Barredo, que cursó Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad de Cantabria ―que también cuenta con sus propios doctorandos industriales― y dos másteres en la Carlos III. Cuenta que trabajaba en Madrid en una consultoría con un sueldo “mucho mayor”, pero a destajo por falta de personal, y decidió seguir la vía académica de su hermano Adrián, también doctor. Se decantó por Ikerlan por su prestigio, la experiencia de otros compañeros, los medios materiales y un sueldo más alto que el de un doctorando en Madrid. Aún no ha encontrado peros en sus cuatro meses de doctorado industrial, frente al modelo convencional en la universidad: “Cuentas con más medios, te enfocan al mundo laboral y te da pie para incorporarte a una empresa. Es muy atractivo”.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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