Los graduados en Farmacia huyen del mostrador aprovechando el pleno empleo
Los titulados sin negocio propio encuentran en la industria puestos mejor pagados y con mejor horario, lo que dificulta la contratación de profesionales para las boticas
Los graduados en Farmacia no sufren apenas el paro, una ventaja que les permite ser ellos quienes elijan cómo utilizar su título. No les faltará trabajo si quieren dispensar medicamentos asesorando a la clientela, pero probablemente tampoco si desean probar suerte en la industria farmacéutica, una dura competencia que está complicando a las boticas cubrir sus necesidades crecientes de personal ―tienden a tener más plantilla para dar un trato más personalizado; muchas abren más horas que antes―, pues encuentran en la producción y la distribución de fármacos un serio contrincante que suele pagar más y con mejor horario.
Los datos de los universitarios catalanes encuestados por la agencia de calidad autonómica AQU son concluyentes: el porcentaje de titulados en esta carrera empleados en oficina de farmacia ha bajado del 57% al 47% en una década y tres de cada cuatro boticas de esa comunidad tienen problemas para contratar. O contado de otra manera, en 2008 el 87,6% de los farmacéuticos desempeñaba tareas específicas de su titulación, frente al 73,5% en 2020, porque cada vez comparten más trabajo con químicos, biólogos o biotecnólogos con formación en industria farmacéutica, química o alimentaria.
Este diario preguntó a los alumnos por el trasvase de empleo del mostrador a la industria y la Federación Española de Estudiantes de Farmacia (FEEF) decidió contestar a través de una rápida encuesta entre sus inscritos en sus asociaciones universitarias. Del 0 al 7, ¿qué posibilidades hay de que al terminar la carrera trabajes en este campo? 279 universitarios respondieron y hay casi un empate técnico. Puntuaron con un 5,3 sobre siete la posibilidad de trabajar en la producción de fármacos y con un 5 la atención en oficina. La lista de opciones laborales propuesta era larga ―análisis clínicos, investigación, distribución, seguridad e industria alimentaria, administración...―, pero en la casilla de “otros” hay quien contó que quería dedicarse a la docencia, la policía científica, la farmacia militar, el marketing, la epidemiología o la reproducción asistida.
En 2018, el sueldo medio de las trabajadoras de la industria farmacéutica era de 38.100 euros y el de los trabajadores 42.000, según la patronal Farmaindustria. Mientras, según el BOE, el sueldo base de un graduado en oficina era en 2021 de 26.700 euros, a los que se sumaban complementos por horario y horas extras.
“La oficina de farmacia es la salida laboral básica y la que más puestos ocupa. Pero económicamente hablando, la oficina va cuesta abajo, porque los precios de los medicamentos caen. No digo que sea dramático ―que luego dicen que somos unos llorones―, pero no es lo que era”, arguye Francisco Zaragozá, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá, en Madrid. “Por eso los graduados buscan salida en la industria farmacéutica, que les permite experimentar, pagan más y es bonito”, prosigue el también vocal de Docencia e Investigación del Consejo General de Colegios Farmacéuticos.
Beatriz de Pascual Teresa, que acaba de dejar de ser decana en la Universidad CEU San Pablo, cree que los principales contras del empleo en oficina son los sueldos ―que se deben mejorar―, el horario partido y las posibilidades de promoción. “Hay farmacias que pueden resultar muy atractivas porque se hace atención farmacéutica, formulación magistral o se combina con ortopedia o con óptica [se ofertan dobles titulaciones de ambos campos]. Eso les da posibilidades de ampliar su formación frente a otras farmacias con una actividad más tradicional, que se limitan a la dispensación. En Francia tienen el mismo problema y quieren que les mandemos farmacéuticos”, prosigue la aún presidenta de la Conferencia de Decanos de Farmacia. De Pascual Teresa sostiene que las oficinas se deben abrir a nuevos servicios, como las francesas, que ponen vacunas o han hecho los test durante la pandemia. “Aquí cuesta”.
A diferencia de otros grados que no paran de crecer en alumnos, a pesar de la gran desproporción entre licenciados y salidas laborales ―como es el caso de Psicología o Criminología―, en Farmacia los números se mantienen bastante estables en 18.500 estudiantes, 300 más que hace un lustro. Las universidades privadas no ofertan la carrera en tromba ―está solo en el catálogo de nueve centros de 40―, quizás porque no se puede impartir totalmente a distancia y requiere una buena inversión en instalaciones y tutores de prácticas en grupos pequeños. Se ofrece asimismo en 14 de los 48 campus públicos. La nota de acceso es muy alta ―por encima del 10,6 sobre 14― y el nivel de abandono, muy bajo. “Farmacia es la gran desconocida. Es la única carrera que estudia el medicamento desde el principio al final”, se enorgullece Zaragozá.
“Sí tenemos una demanda laboral y una oferta bastante ajustada, sobre todo en momentos puntuales como en vacaciones, que hay que dejar un farmacéutico al frente de la farmacia”, reconoce Clara Isabel Colino, vicedecana de docencia de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Salamanca. Pero en este campus mantienen desde hace años el mismo número de plazas. “El incremento es un debate complicado de abrir desde hace tiempo”, prosigue. Cuentan con 190 plazas en primer curso, más otras 10 para un doble grado en Farmacia y Gestión de pequeñas y medianas empresas y otras 10 para Farmacia y Biotecnología. “Es una carrera muy experimental, con muchísimas prácticas, y no puedes ampliar el límite de plazas fácilmente por el espacio en los laboratorios”, razona Colino.
“Ha costado mucho equilibrar los interesados con los egresados”, subraya Zaragozá sobre el número de plazas. “No podemos volver a caer en lo de antes, cuando sobraron farmacéuticos [en la década pasada]. Únicamente habría que incentivar a algunos recién graduados a que se formasen trabajando en una oficina de farmacia, que curte mucho, y la labor humanitaria que se hace es extraordinaria”, argumenta. La FEEF como institución tampoco es partidaria de abrir más plazas —“Está ajustado”, dicen—, aunque la mitad de sus encuestados se mostró a favor.
Ana Mitroi, presidenta de la FEEF y estudiante de cuarto de carrera en la Universidad Miguel Hernández de Elche, disfrutó mucho durante sus tres meses de prácticas voluntarias en una farmacia. “Me gustó ayudar a la gente”. Por eso se plantea trabajar en oficina mientras hace el doctorado o presentarse al FIR (Farmacéutico Interno Residente). “En un hospital ayudas también mucho a las personas, aunque no tengas un trato tan directo con el paciente”.
Una encuesta de Farmaindustria de febrero del 2022, Empleo en la industria farmacéutica innovadora 2021, presenta unos datos muy positivos para el sector que da trabajo a 44.000 personas, no solo farmacéuticos, sino químicos, biólogos o biotecnólogos. Entre 2017 y 2021 el número de titulados universitarios asalariados menores de 30 años creció a una media anual del 10% y suponen el 37% del total de contratados. La previsión para este año que termina es crear 5.000 nuevos puestos, el 75% con carácter indefinido.
En Bruselas se está estudiando una nueva directiva para incluir en los planes de estudio de las facultades de Farmacia en los 27 países asignaturas acompasadas a las necesidades de los tiempos y de la industria: genética, clínica, biotecnología y biofármacos, vacunas y epidemiología o tecnología biofarmacéutica. “En España esas materias están introducidas, pero no son de obligado cumplimiento”. De Pascual Teresa es categórica: “Nuestros graduados salen mejor formados que en otros países, por eso son tan demandados”. Reino Unido e Irlanda les esperan desde hace años con los brazos abiertos.
Doctorarse en la botica
Cada vez más farmacéuticos que trabajan en una oficina dedican unas horas a experimentar para defender una tesis doctoral en una universidad. Es una forma de abrirse otra vía laboral. "Recopilan datos que no son para publicar en Science, pero sí extrapolables a quien tiene el problema", relata, encantado, el catedrático Francisco Zaragozá. "Se dejan la piel. Tienen que capturar todos los datos, interpretarlos... Y uno acaba el día en la farmacia hasta el gorro. Antes capturaban los datos, pero no los organizaban y tiraban la toalla. Ahora tienen directores de tesis que les enlazan con buenas bioestadísticas con las que se extraen conclusiones muy positivas para el ciudadano". En el CEU-San Pablo tienen también testimonios, pero de la farmacia hospitalaria. "Se acaba de depositar una tesis sobre la metadona hecha en un hospital", cuenta su exdecana Beatriz de Pascual Teresa.
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