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Ayuso traslada su batalla ideológica a las universidades en una estela trumpista

El castigo a los seis campus públicos por los escraches en sus recintos no preocupa a los rectores, afanados en salir de su ruina. Madrid puede albergar 17 campus privados pronto

Universidad Complutense
Universitarios montan una acampada indefinida en la Universidad Complutense en apoyo a Palestina el pasado 7 de mayo.JUAN BARBOSA
Elisa Silió

Madrid es la autonomía con mayor renta per cápita de España ―un 36,5% superior a la media nacional en 2022―, pero la que menos invierte por alumno universitario. ¿Quiere la presidenta Isabel Díaz Ayuso estrangular sus seis universidades públicas y abrir un conflicto ideológico? ¿Hay un nuevo frente en su batalla cultural? La izquierda teme que así sea. Este lunes el rectorado de la Complutense explica a sus decanos y gerentes el recorte de sus presupuestos y el miércoles en el Consejo Universitario, las seis universidades públicas y 13 privadas conocerán el proyecto de ley de educación superior que prepara el Ejecutivo regional. Días convulsos.

Lo que no hay duda es de la apuesta de Ayuso por aumentar el negocio, pese a que en 2021 sobraban más de 25.000 plazas (13.000 en las privadas), según un informe de su Gobierno. “Abrimos Madrid a todo proyecto de universidad, de todos los rincones de España, del mundo y especialmente de Hispanoamérica, siempre que cumplan los requisitos de calidad y excelencia”, explicó Ayuso hace una semana. La cadena Ser afirma que hay cuatro en cola y, de aprobarse, pasarían a ser 17 instituciones privadas.

El pasado miércoles se supo que la Complutense había comunicado a sus facultades que recortasen sus gastos un 30%, y a su vez, la intención del Ejecutivo madrileño de sancionar a las universidades en las que se produzcan escraches, unos manifestantes paren las clases o haya vandalismo. “Lo que están haciendo en el PP es elegir el campo de enfrentamiento que les interesa y marcar el debate. Pura comunicación política”, sostiene un exgestor que conoce bien a Ayuso. “Es trumpista. Cuando ella dice que va a poner en orden la universidad, plantea el debate de su futuro en términos de orden público. Y lo que es un error es entrar al trapo”.

Pero los rectores previsiblemente no van a librar la batalla de los escraches. La ley de convivencia, de ámbito estatal, ya penaliza a los estudiantes y el estatuto del funcionario a los profesores. La neutralidad política en la universidad se debate mucho en la literatura estadounidense desde los años 60, pero Ayuso no profundiza. “Van por el camino más fácil, directamente a acabar con la actividad de reivindicación social de la universidad”, prosigue esta fuente.

Este mayo, su Ejecutivo presionó para que no se levantase una acampada propalestina en la Ciudad Universitaria. El consejero Emilio Viciana habló incluso de buscar con los rectores la forma de “dejar la política fuera de las aulas”. “Es todo un sinsentido y sumarse a eso [las protestas contra Israel] es retrotraernos a los peores episodios del siglo XX”, abonó Ayuso. Donald Trump, por su parte, llamó a los manifestantes en Estado Unidos “agitadores a sueldo” o “lunáticos furiosos”.

“Es como si hubiesen reverdecido Reagan y Thacher. Las universidades son incómodas, protestonas... las ven como un nido de rojos, con esa visión esquemática que tiene la derecha”, observa Carles Ramiò, catedrático de Ciencia Política y de Administración de la Pompeu Fabra (Barcelona) y autor del libro La universidad, en la encrucijada. “Cuando no es el caso, los jóvenes son cada vez más conservadores y entre los profesores hay de todo”.

Esta idea de “los rojos” en la universidad, fue llevada al extremo por el expresidente estadounidense Donald Trump a finales de 2023: “Gastamos más dinero en educación superior que cualquier otro país y, sin embargo, están convirtiendo a nuestros estudiantes en comunistas, terroristas y simpatizantes de muchas dimensiones diferentes. No podemos permitir que esto suceda”. Por eso, propone gravar a las universidades privadas para financiar una nueva institución a distancia llamada American Academy, que acredite a potenciales trabajadores del Gobierno.

Durante la campaña electoral de 2029, el luego presidente de Brasil Jail Bolsonaro transitó una vía parecida y propuso implantar “la educación a distancia, porque así ayudamos a combatir el marxismo”. Erradicar “el marxismo cultural” y “la ideología de género” de las aulas era y es una de sus obsesiones.

La presidenta madrileña, que sufrió un escrache al ser condecorada en la Complutense en 2023, describe siempre la universidad pública también como un espacio de enfrentamiento, no de creación y debate: “A lo largo de los años, hemos visto en numerosas ocasiones pancartas a favor de los presos de ETA, hemos visto cómo han acosado y han montado escraches a profesores y alumnos...”. Ahora pretende echar un capote al Elías Ahuja y otros colegios mayores que segregan por sexo, considerándolos en la ley mixtos si programan actividades de chicos y chicas. “El PP quiere que, cuando se apruebe su ley, el debate se centre en que hay oposición de las feminazis por los colegios mayores y de los perroflautas por los escraches”, ironiza el exgestor.

Existen dudas jurídicas, como en el caso de los escraches, de que el artículo madrileño de los colegios pudiese aplicarse, porque podría interpretarse como una invasión competencial de una comunidad en una ley estatal, que impide a estos centros renovar los convenios de adscripción a campus públicos si siguen separando. Ayuso una vez más al choque con el Gobierno central.

El argentino Mario Albornoz, investigador principal del CONICET ya jubilado y experto en política científica, tecnológica y de educación superior, cree que Javier Milei, a quien Ayuso condecoró, no tiene en su punto de mira a las universidades públicas. “No le interesa. Le preocupan los periodistas y economistas que le critican”, remarca. “Hay un grupo de fanáticos en el entorno de Milei que quieren hacer una revolución cultural para entrar en las ideas del liberalismo, pero la verdad es que son minoritarios”.

Mamifestació el pasado abril en Buenos aires contra los recortes en la financiación a la universidad pública practicados por Milei.
Mamifestació el pasado abril en Buenos aires contra los recortes en la financiación a la universidad pública practicados por Milei. Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Albornoz, que coordinó el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad, sostiene que la batalla ideológica se dio en la dictadura y lo que ocurre ahora es que los campus, infrafinanciados desde hace años, “jugaron mal sus cartas” en medio de unos recortes enormes de todo el gasto público. Firmaron un pacto de salarios a medio plazo con el ministro peronista Sergio Massa que aspiraban a renovar en febrero, y no pudo ser porque este perdió las elecciones contra Milei. El hoy presidente argentino mantuvo el presupuesto de los campus congelado, cuando la inflación había crecido un 300%, pero viró su política cuando cientos de miles de manifestantes se echaron a las calles en defensa de una universidad pública en Buenos Aires y en abril llegó una nueva partida que no afecta a los sueldos de los docentes, hoy más bajos que los de los funcionarios.

La precariedad argentina

“Milei es una cosa y su Gobierno, otra. Cree que es un nuevo profeta de la derecha y está recorriendo el mundo, pero como gobernante no es igual, porque, precisamente, está desconectado de la vida diaria”, continúa Albornoz. Muchos de sus ministros, explica, son profesores universitarios, por eso duda mucho que lidere una cruzada contra ellas, que tienen enormes problemas de abandono (el 80% deja sus estudios) y precariedad de las plantillas (un 10% fijo).

Algunas facultades argentinas habían empezado a dar clases a oscuras o en la vía pública y otras pretendían encender la calefacción solo con temperaturas muy bajas cuando se solucionó por el momento la crisis presupuestaria. Mientras en Madrid, donde la luz no subió tanto como lo estimado y eso ha permitido ahorrar algo a los rectorados sin tarifa fija, los seis rectores aseguraron en público que, con lo que reciben de la Comunidad de Madrid, no cubren los sueldos. El recorte del 30% no afecta a las nóminas de la UCM, pero el futuro es aciago. Los rectores consideran que necesitan 200 millones para “salvar los muebles”. Sus plantillas son cada vez más caras (por los complementos de antigüedad), sus edificios más viejos y necesitados de arreglos y los insumos disparados, pero la partida regional no sube.

“A Ayuso le han metido en la cabeza que derrochamos y no sale de ahí”, cuenta otra fuente universitaria que está sufriendo la asfixia económica de las universidades públicas. Muchos estudios remarcan, sin embargo, el enorme retorno: cada euro gastado revierte cinco en la sociedad. “Para el poco dinero invertido en las universidades públicas, sus resultados son excelentes a todos los niveles”, asegura Ramiò, vicerrector de Planificación de la Pompeu, tremendamente “preocupado” de que el modelo madrileño se exporte. ”Alegremente nos estamos cargando la universidad pública en España, que es una joya institucional. Y encima hay una tormenta perfecta contra ella. Lo del rector de Salamanca [investigado por sus dudosas prácticas científicas], no ayuda nada y se ha abierto una caza de escándalos en la pública”.

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Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.
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