La Universidad de una Iberoamérica en transición
Los centros de educación superior deben profundizar en las reformas emprendidas a causa de la pandemia, sobre todo en la transición digital
Esta semana la Unesco celebra en Barcelona la III Conferencia Mundial de Educación Superior. Un espacio de encuentro y reflexión especialmente útil para las universidades iberoamericanas que por culpa de la pandemia han sufrido el cierre de actividad presencial más prolongado a nivel mundial.
Durante ese tiempo, la mayoría de ellas han garantizado la continuidad de su desempeño docente mediante una transición urgente y sin planificación previa a una modalidad, la virtual, que tenía escasa implantación. La educación virtual en Iberoamérica era minoritaria antes de la pandemia, tan sólo el 18% de estudiantes estaban matriculados en titulaciones en esa modalidad y en algunos países, como Chile, Argentina, Portugal o Cuba, ese porcentaje era inferior al 5%. El crecimiento de la educación superior a distancia, que solo era tendencia antes de la pandemia, hoy registra una expansión sin precedentes.
Parón en la docencia y parón en la investigación. Tan sólo en Brasil disminuyó la graduación de doctores entre 2019 y 2020 en un 18%. Una muy mala noticia pues tan sólo el 40% de los investigadores iberoamericanos cuenta con un doctorado. Si ampliamos la mirada al profesorado universitario, de media sólo el 13% tiene el título de doctor. Cifras que comprometen la calidad de nuestras universidades y, sobre todo, el músculo investigador de la región que reside fundamentalmente en ellas.
Estos datos se pueden encontrar en el Informe Diagnóstico 2022 sobre la educación superior y la ciencia post-Covid 19 en Iberoamérica. Perspectivas y desafíos de futuro, que desde la Organización de Estados Iberoamericanos hemos elaborado con el apoyo de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, que vamos a presentar en la conferencia de Barcelona. Este documento concluye que Iberoamérica estaba en transición, según el concepto de desarrollo en transición acuñado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas, pero no de igual manera las universidades de la región, pese a ser actores fundamentales para lograr que nuestros países de renta media sean capaces de superar trampas como la de la productividad que lastran su crecimiento y desarrollo.
Iberoamérica lleva medio siglo perdiendo productividad, hoy solo alcanza al 38% de la productividad promedio de la OCDE. Es difícil que se invierta esa tendencia teniendo en cuenta que el 80% de la juventud iberoamericana egresada de nuestros sistemas educativos no posee perfiles compatibles con los empleos más cualificados, que son los más estables y los que tienen menor riesgo de sustitución tecnológica.
La digitalización, la mejora de la productividad, una demografía declinante y las limitaciones financieras anuncian una profunda reconfiguración y reordenación de los sistemas universitarios de la región. Animamos a las universidades a que profundicen las reformas emprendidas a causa de la pandemia, sobre todo la transición digital, para emprender una reforma que, por su envergadura, sea comparable a la de Córdoba de 1918. Una reforma que las lleve a avanzar hacia una oferta formativa de calidad, flexible, abierta y pertinente, para nuevos perfiles de alumnado y nuevas sociedades, y que apueste con mayor determinación por la investigación y la transferencia de conocimiento.
En el informe, además de diagnóstico y análisis, también encontrarán una amplia batería de propuestas para orientar esta inaplazable reforma y adaptarse a un escenario muy distinto al anterior de una pandemia que ha provocado la deserción de entre un 10% y un 25% de los alumnos. Recuperar a esos estudiantes, y atraer a otros tradicionalmente excluidos de la educación superior a través de fórmulas formativas innovadoras y mediadas por una tecnología que las hace más accesibles, es una prioridad para la universidad de una Iberoamérica en transición.
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