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Examen final al curso escolar: qué salió bien y qué salió mal

El sistema educativo se ha reinventando en la modalidad a distancia con un elevado coste en términos de desigualdad

Ignacio Zafra
Escuela Els Til.lers, en Barcelona, el 8 de junio, primer día de reapertura del centro.
Escuela Els Til.lers, en Barcelona, el 8 de junio, primer día de reapertura del centro.Albert Garcia

El sistema educativo ha sufrido estos últimos meses su mayor crisis desde la Guerra Civil. “Ha sido una situación muy grave, pero, pese al cierre, ha habido una respuesta para intentar mantener la enseñanza desde fuera de la escuela”, afirma Alejandro Mayordomo, catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Valencia. “Los centros, los docentes y el alumnado llevan unos años haciendo un esfuerzo grande, aunque irregular, de modernización y digitalización. Pero esto no estaba consolidado cuando se produjo la gran anomalía, el cierre brusco de la docencia presencial que los profesores sabemos hacer. Y tampoco había recursos sistemáticos para la docencia en línea”, admite Alejandro Tiana, secretario de Estado de Educación.

El sistema se reinventó de la noche a la mañana. Pasó de reunir cada día a 8,2 millones de alumnos en escuelas e institutos a ofrecer enseñanza online, pero a un coste muy elevado. Un estudio elaborado por el proyecto de innovación educativa Atlántida concluye que un 30% del alumnado no ha podido seguir adecuadamente el modelo de docencia a distancia y la pérdida de aprendizaje para ellos está resultando potencialmente “severa”. “Es probable que una parte de estos alumnos haya desertado del sistema educativo y muchos otros tendrán dificultad para recuperar el nivel a partir de septiembre, después de seis meses fuera de los centros”, vaticina el pedagogo Jesús Manso, uno de los autores del informe, basado en las opiniones de 5.900 familias y 3.700 docentes.

Varias brechas

La distribución del impacto no ha sido homogénea. “La brecha digital es en muy buena medida la brecha social, económica y cultural. Y la han padecido los que siempre sufren las dificultades para aprender”, indica Enrique Roca, presidente del Consejo Escolar del Estado. El abandono escolar temprano —la proporción de jóvenes de 18 a 24 años que como mucho terminó la ESO y no está estudiando— afecta a un 40% de los hijos de familias con nivel cultural más bajo y solo a un 5% de las del nivel más alto, recuerda. Roca cree que una de las enseñanzas que deja el coronavirus “es la conciencia generalizada de que hay que invertir en educación, como ha pasado con sanidad, de que son los bienes más importantes del país”.

Los problemas derivados del cierre escolar se han agravado por el hecho de que ha durado más que en otros sistemas educativos de nuestro entorno. La vuelta a las aulas, una decisión que es competencia de las comunidades autónomas, ha sido en el mejor de los casos muy tímida y se ha orientado sobre todo a la preparación de la selectividad. En Andalucía no ha reabierto ni un centro. Desde hace semanas la atención está centrada en las condiciones que tendrán que cumplir los centros para recibir a los alumnos en septiembre, mientras este curso se ha dado prácticamente por perdido.

Cierre más largo

“El regreso ha sido menor que en otros países. En España está siendo uno de los últimos elementos en volver, mientras en otros lugares ha sido de los primeros. No se trata de que deba abrirse como si no hubiera pasado nada, pero teniendo en cuenta que la escuela es un espacio de igualdad de oportunidades debería haberse avanzado más, aplicando criterios de priorización de los alumnos más vulnerables. A medio y largo plazo vamos a ver las consecuencias en términos de desconexión de estudiantes del sistema educativo, un terreno en el que las cifras en España no son buenas”, opina Ainara Zubillaga, directora de educación de la Fundación Cotec.

El malestar de las familias ha crecido a medida que el desconfinamiento se generalizaba y las aulas seguían cerradas. “Las Administraciones educativas han dado unas instrucciones muy genéricas sobre la reapertura. Cada centro ha hecho lo que ha podido y ha querido, y eso ha generado una disparidad muy elevada y una tendencia a abrir lo mínimo. Se han enviado muchas cartas a las familias en las que los centros las desincentivaban de llevar a sus hijos. No se ha garantizado el derecho a la educación en condiciones de igualdad”, critica Belén Tascon, presidenta de Fapac, la principal federación de asociaciones de padres y madres de Cataluña, que ha sido el territorio donde más reactivación escolar ha habido.

Estar a la altura

Las comunidades autónomas se encontraron inicialmente con una gran incertidumbre sanitaria, y con una fuerte oposición de los sindicatos y los directores de centro allí donde, como inicialmente en el País Vasco, se planteó una reanudación más general de las clases. Esto último ha llevado a algunos expertos, como el sociólogo Xavier Bonal, a comparar esta actitud con la mostrada por los sanitarios y otros trabajadores de sectores esenciales en lo más duro de la crisis, cuando los muertos diarios por coronavirus rondaban el millar. Maribel Loranca, responsable de enseñanza de UGT, considera la crítica injusta: “Los profesionales han hecho un trabajo encomiable. Han tenido que cambiar su metodología en 48 horas, poniendo sus propios medios personales y trabajando desde sus casas más que antes”. “Los docentes estamos deseando volver a la actividad presencial, que es imprescindible sobre todo en las primeras etapas, pero en todos los ámbitos los trabajadores están exigiendo medidas de seguridad. Y en nuestro caso no ha habido negociación. Nos hemos enterado de las condiciones de reapertura por declaraciones de prensa o porque las consejerías nos enviaban las instrucciones una vez redactadas”, afirma la sindicalista.

Lo que está sucediendo en la escuela no tiene la repercusión pública que merece, considera la exministra de Educación Mercedes Cabrera. “Hemos hablado poco de educación para la importancia que tiene y con lo que significa cerrar los centros escolares. Y cuando se ha hablado ha sido más por el hecho de tener a los niños en casa y las implicaciones que conlleva para el trabajo de los padres y la vida económica. Espero que esto sea una oportunidad para abrir un gran debate sobre la educación. No solo sobre el efecto que va a tener en ella la pandemia, sino de otras cuestiones cuya discusión teníamos pendiente y ahora se han complicado”.

Lecciones de oro

El confinamiento deja varias enseñanzas para la educación. El sistema ha utilizado una gran variedad de fórmulas para suplir con tecnología la falta de clases presenciales, algunas mucho mejor pensadas que otras. Aprovecharlas puede suponer un salto en un terreno que durante bastante tiempo se ha basado en tópicos como el de que el conocimiento estaba a un clic, afirma Alejandro Tiana, número dos del Ministerio de Educación. “Hay otros elementos formativos necesarios para integrar ese conocimiento, para producir construcción del saber y la personalidad. Y al respecto hemos tenido una lección de oro. Estamos recopilando información sobre las experiencias y ahora es el momento de valorarlas”.

La emergencia escolar ha obligado a centrarse en los “aprendizajes y competencias imprescindibles”, y se ha hecho con un amplio acuerdo entre el ministerio y las comunidades, sigue Tiana, que cree que esa conciencia debe servir para sustituir el currículo tradicional, “enciclopédico y exhaustivo”, por otro basado “en lo que es realmente nuclear en un sistema de formación”. “Es un debate que hemos tenido siempre en España, y esto ha puesto de manifiesto que no puede postergarse”, afirma.

La ausencia del aula también ha mostrado la importancia de la figura del tutor, añade el secretario de Estado. “A algunos alumnos les ha costado mucho asumir esa falta de orientación y apoyo. Y nos ha hecho ver el valor que tiene para que estos jóvenes sigan en el sistema”.

Más coordinación que nunca

El pedagogo Florencio Luengo destaca que el confinamiento ha reforzado el trabajo en común entre los profesores del mismo curso. “Ha habido más coordinación que nunca. Y esto refuerza la idea de que hace falta más escuela y menos aula. E incluso más comunidad, interacción también con el concejal de Educación, con los servicios sociales, etcétera”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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