¿Kamala Harris comunista? Trump está bastante nervioso
La respuesta al ascenso de la vicepresidenta en las encuestas es decir un montón de disparates y ver si alguno cala
Donald Trump ha estado usando una palabra fea para describir a la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris. No, no me refiero a la palabra que empieza por “p”, aunque al parecer la utiliza en privado. Me refiero a “comunista”, un insulto del que se han hecho eco algunos de sus aliados. Por ejemplo, Elon Musk, en un post en X, declaraba que “Kamala es literalmente comunista”, demostrando, entre otras cosas, que literalmente no conoce el significado de “literalmente”. Ahora bien, está claro que Harris no es comunista. Entonces, ¿por qué dice Trump que lo es? Bueno, el hostigamiento a los rojos, al igual que el hostigamiento racista —que Trump también practica con Harris— es parte de la tradición política estadounidense. Por ejemplo, al principio de su carrera política, Ronald Reagan formó parte de la Operación Taza de Café, un esfuerzo por convencer a los votantes de que un seguro sanitario gubernamental destruiría la libertad estadounidense.
También es cierto que el relato político estadounidense carece de un término ampliamente aceptado para las personas que no creen que el Gobierno deba controlar los medios de producción, pero que sí creen que debemos tener políticas que limiten la desigualdad y prevengan las dificultades evitables. Para encontrar ese término hay que ir a los países europeos, en los que era importante distinguir entre los partidos que apoyaban una red fuerte de seguridad social y los partidos comunistas, que no eran ni mucho menos lo mismo. En estos países, los políticos como Harris, quien apoya una economía de libre mercado con una sólida red de seguridad social, se conocen como socialdemócratas. Y la socialdemocracia no es una postura radical. Al contrario, ha sido la norma durante generaciones en todas las naciones ricas, incluida la nuestra.
Es cierto que la red de seguridad social de Estados Unidos es menos amplia que las de Europa Occidental. Aun así, tenemos un sistema de jubilación universal, Seguridad Social, y asistencia sanitaria universal para los mayores, Medicare. Medicaid, que proporciona asistencia sanitaria a los estadounidenses con rentas más bajas, cubre a unos 75 millones de personas. Unos siete millones están cubiertos por el Programa de Seguro Médico Infantil. La Ley de Asistencia Sanitaria Asequible (ACA, por sus siglas en inglés) subvenciona la atención sanitaria de millones de personas. Y así sucesivamente.
Es más, estos programas cuentan con un apoyo público abrumador. Al menos tres cuartas partes de los votantes registrados tienen una opinión favorable de la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. La ACA era impopular cuando se promulgó, pero ahora cuenta con un 60% de aprobación.
Si alguien cree que el Gobierno no debe apoyar a los ancianos ni pagar por la atención médica de muchos estadounidenses, es una posición filosóficamente defendible. Y sin duda, en la derecha política hay activistas que consideran ilegítima prácticamente cualquier ampliación de la función del Gobierno desde el New Deal. Pero tienen muy poco apoyo fuera de su burbuja ideológica.
Hasta Friedrich Hayek, a quien los libertarios han adoptado como su santo patrón intelectual, reconocía que no existe ninguna razón “por la que el Estado no deba ayudar a organizar un sistema de seguridad social amplio para cubrir esos riesgos comunes de la vida frene a los que pocos pueden tomar medidas adecuadas”.
Lo que nos lleva de nuevo a Harris. Es una socialdemócrata partidaria de programas gubernamentales que mitiguen la dureza de la economía de mercado, pero también lo son casi todos los demócratas, la mayoría de los estadounidenses y, sean o no conscientes de ello, muchos republicanos. Quiere ampliar la red de seguridad social, especialmente para las familias con niños, pero el conjunto de políticas que apoya no supondría un cambio fundamental en las funciones del Gobierno. En el pasado abogó por una sanidad de pagador único, pero desde entonces se ha retractado de esa postura, y si piensan que un sistema de pagador único es una idea radical y antiestadounidense, ¿qué creen que es Medicare?
Entonces, ¿de dónde viene eso de que Kamala es comunista? Podría ser que los republicanos crean que pueden convencer a los votantes de que una demócrata moderadamente de centroizquierda que antiguamente fue fiscal es comunista porque es una mujer negra (una vuelta de tuerca, quizás, al tópico de la “reina del bienestar” de otra época).
Pero a lo mejor no son tan calculadores. A juzgar por todas las apariencias, la campaña de Trump se ha visto sorprendida, primero por la retirada del presidente Joe Biden de la carrera, y luego por el aumento del entusiasmo demócrata y la inesperada eficacia de Harris a la hora de hacer campaña.
Incluso las percepciones negativas de los ciudadanos sobre la economía, que han sido el as en la manga de Trump, parecen estar evaporándose como motor político. Un sondeo llevado a cabo por The New York Times y el Siena College publicado en mayo daba a Trump una ventaja de 20 puntos sobre Biden en economía; esa ventaja se reducía a seis puntos sobre Harris en el último sondeo en tres Estados decisivos. Y una nueva encuesta de The Financial Times muestra a Harris ligeramente por delante en esta cuestión a escala nacional.
Parece que la respuesta de Trump y los MAGA (los que quieren hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande) está siendo decir un montón de disparates con la esperanza de que alguno cale.
Sin embargo, el tipo de ataques contra la personalidad que funcionaron con Hillary Clinton y, en un sentido diferente, con Biden no parecen estar ganando tracción. Casi me dio pena el presentador de Fox News Jesse Watters, quien intentó atacar a Harris diciendo: “Le gusta el vino. Le gusta la comida. Le gusta bailar”. ¿Se supone que esto hará que no guste a los votantes?
De modo que, como nada parece funcionar, ¿por qué no llamarla comunista?
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