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Adam Tooze: “Europa está emergiendo como un actor más duro, competente, político”

El historiador analiza una época turbulenta en una entrevista concedida en Davos, en la que considera que “China afronta la mayor crisis de gobernanza desde el inicio del periodo de reformas”

Adam Tooze, fotografiado durante una visita a Madrid en 2018.
Adam Tooze, fotografiado durante una visita a Madrid en 2018.© Carlos Rosillo
Andrea Rizzi (Enviado especial)

El mundo afronta una fase de profundas turbulencias, una policrisis, por utilizar un vocablo al que recurre Adam Tooze (Londres, 55 años) para analizar su devenir. El historiador, que es el director del Instituto Europeo de la Universidad de Columbia, ofrece en una entrevista concedida en Davos durante el Foro Económico Mundial su visión sobre una coyuntura en la que observa una Europa que “está emergiendo como un actor más duro, competente, político”, una China que “afronta la mayor crisis de gobernanza desde el inicio del periodo de reformas” y unos Estados Unidos determinados en “preservar la suerte de dominio global que le queda”. En cuanto a la coyuntura económica y el ciclo inflacionista, Tooze cree que “de momento, la Fed y el BCE no han ido demasiado lejos”, pero exhorta a manejar con moderación la política monetaria restrictiva y a recurrir con vigor a medidas de apoyo social focalizadas estratégicamente en quienes más lo necesitan.

Pregunta. ¿Cómo definiría la posición de los tres grandes actores mundiales —EE UU, China y la UE— en medio de esta policrisis?

Respuesta. La tripolaridad es una esquematización útil, especialmente si se tiene en cuenta que los tres suponen un 60% de la actividad económica global. Pero para entender realmente las decisiones de los tres grandes se debe considerar la multipolaridad del mundo actual, que tiene dimensiones regionales, como vemos con el resentimiento de Rusia ante el orden mundial de posguerra, la dificultad de EE UU para conducir a Arabia Saudí y la OPEP [la Organización de Países Exportadores de Petróleo] hacia un entendimiento razonable, o el rechazo de la India a alinearse en el muro contra Rusia. Se ve que la situación del G-3 es esencialmente definida por el hecho de que viven en el mundo del G-20. Y un lugar para empezar la reflexión es que ninguna de ellas tiene ninguna perspectiva de ser tan dominante como cualquiera de las dos superpotencias lo fue en la Guerra Fría.

P. ¿Cómo ve a EE UU, una de las superpotencias de entonces?

R. La batalla central de EE UU es manejarse en un mundo que es cada vez más complejo mientras acusa debilidades internas de carácter económico, social, político y procedimental. Contar votos es un problema en EE UU. El instinto proteccionista, el presupuesto de Defensa gigante y otros grandes elementos son todos expresiones de la cuestión esencial para EE UU: cómo preservar la suerte de dominio global que le queda, y que se apoya sustancialmente en el poderío militar y en tecnologías específicas que son clave para el futuro. Esa es la cuestión central, todo está organizado alrededor de ella, la de la preminencia.

P. ¿Y Europa?

R. Europa no tiene ese problema, y ese es un gran alivio. Una de las grandes ventajas es que ya ha tenido su momento posimperial. Mientras EE UU se ocupa de preservar su preeminencia, los europeos se ocupan de construir el proyecto político más innovador. Hay considerables recursos, mucha riqueza en Europa; hay una amplia base científica, es un gran mercado, tiene influencia regulatoria. Incluso el gasto en Defensa, si se suman todas las partes, supone la tercera potencia militar. Nadie la tocaría. El problema central de Europa es plasmar ese proyecto político. Ha sufrido una grave crisis con las turbulencias que empezaron hace 15 años, pero lo ocurrido en 2020 significa que ha sabido corregir el rumbo. Europa está emergiendo como un actor más duro, competente, político, históricamente consciente, colectivo. Es Europa. Hay mucho regateo, es complejo, multidimensional, y ese es el asunto central para Europa.

P. Mientras, China afronta un momento difícil.

R. China está en medio de la mayor crisis que el régimen ha sufrido desde el arranque del periodo de las reformas. Con la reapertura morirán muchas personas de covid, pero recargará la economía. Será interesante ver si el partido será capaz de plasmar la narrativa. Antes había una sensación de que tenía control. Ahora veremos. En términos comparativos, tendrían que morir cuatro millones de personas para equiparar lo ocurrido en EE UU o Europa. Nadie espera eso. Pero tener un millón de muertos, lo que muchos prevén como probable, es un enorme colapso de una narrativa central del régimen de Xi. Este es el momento más incierto que hemos visto en décadas.

Protester arrested in Shangai
Un hombre es detenido tras participar en una protesta contra las restricciones por la covid en China, el pasado noviembre en Shanghái. AP

P. ¿Cómo debería posicionarse Europa en medio de la gran competición entre EE UU y China?

R. Cualquier alineamiento de Europa con EE UU debería ser definido por su propio interés. El problema es que definirlo es muy difícil. Lo vimos con el episodio de Lituania, que hizo un gesto hacia Taiwán que desencadenó una dura respuesta de China, pero que le aseguraba una atención de EE UU, algo importante para alguien que tiene una gran inquietud con un vecino como Rusia. Los alemanes, con todos sus intereses en China, no quisieron cerrar filas en ese juego. Por otra parte, la declaración reciente de la UE sobre la OTAN es un signo de colapso de una coherente posición autónoma en esa materia. Así que, en el corto plazo, si eres Polonia, los bálticos o incluso los escandinavos, por supuesto que te alineas con EE UU, porque ellos se toman en serio la política de seguridad. No tengo claro que Alemania lo haga. Polonia y otros en la región necesitan un posicionamiento muy claro frente a Rusia. Alemania necesita un posicionamiento muy claro ante China, la importancia para su industria es enorme. Scholz fue a Pekín con un mensaje muy claro: nosotros no estamos en modo desacople.

P. Macron también tiene previsto ir.

R. Él pidió a los alemanes ir juntos. Los alemanes rechazaron posponer su visita, fueron inmediatamente después del congreso del partido. Incluso si hubiera habido convergencia en el mensaje, los alemanes no habrían tenido interés en transmitirlo juntos. Sería bueno que los europeos pudiesen formular una posición independiente, pero la evidencia disponible muestra que es difícil que lo logren.

P. La erosión de la democracia avanza a escala global. Hay un malestar socioeconómico que se alimenta desde 2008. La globalización no ha funcionado para muchos en Occidente. Crecen las desigualdades, crece el desencanto con el sistema. Los populistas aprovechan esta situación. ¿Teme que la pérdida de poder adquisitivo ocasionada por la inflación pueda alimentar esta espiral?

R. Es muy fascinante. Una de las cosas que no anticipamos fue la inflación. Ocurre en un mundo en el que el balance de poder entre capital y trabajo ha sido permanentemente transformado por el neoliberalismo. A diferencia de los setenta, ahora es una inflación sin batalla redistributiva, pero con masivas consecuencias redistributivas. Así que no discreparía de usted. Debe haber, hay, un fuerte argumento de izquierda para acabar con la inflación con cualquier instrumento disponible, precisamente para evitar el ciclo que usted describe. Hay costes enormes para las rentas reales, que pesan en el ciclo populista. Yo lo veo como una suerte de mala política antiestablishment que emerge en el vacío dejado por el fracaso de socialdemócratas, socialistas y comunistas. Ahí es de donde brota. En el caso de Francia es evidente, directamente del PC [Partido Comunista] al FN [Frente Nacional, actualmente Reagrupamiento Nacional], pero también en otros sitios. La cuestión para mí es que debemos evitar la trampa de decir que entonces lo que necesitamos es una dosis de política monetaria conservadora y tipos de interés más altos y desempleo más alto para arreglar el problema de la inflación, porque eso desencadenaría otra fase de desencanto. Primero, erosión del poder adquisitivo y, luego, paro masivo. Sería un gran golpe.

P. ¿Cómo hay que abordarla?

R. Creo que la manera correcta de afrontar la inflación es seguir analizando cuán duradera será, usar cantidades moderadas de política monetaria para controlarla, y luego bastante medidas sociales del tipo de las que se han utilizado en España para controlar el impacto en la vida de las personas del coste de la vida y respaldar estratégicamente a los que se hallan más golpeados. Porque una política monetaria muy agresiva para matar la inflación sería tirar el bebé junto con el agua sucia del bañito.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, esta semana en Davos (Suiza).
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, esta semana en Davos (Suiza). DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

P. ¿Fed y BCE han ido demasiado lejos?

R. No hasta ahora. No parece que vayamos a tener una recesión significativa este año. Lo que hemos visto en los últimos meses es el más amplio, concertado, aumento de tipos que hemos visto nunca. No es tan brusco y alto como en los setenta, pero es mucho más amplio. Hay riesgos sistémicos. Pero de momento provoca tendencias recesivas leves, no tan fuertes como para golpear a los mercados de trabajo, sea de EE UU o de la UE. Y, por tanto, todavía podemos tener un escenario de aterrizaje suave.

P. ¿Le preocupa el impacto sobre la sostenibilidad de la deuda en países frágiles?

R. Eso es donde se está haciendo realmente daño. Usted me preguntó al principio por los tres grandes. Pero si se quieren identificar las bajas de este proceso, hay que mirar a los mercados emergentes, a los países de renta baja.

P. El mundo atraviesa una fase de cambio. Hay un debate acerca de sus características, si es una desglobalización, una reglobalización o qué es. ¿Qué opina?

R. Es implausible que haya una desglobalización. Es un pensamiento que no ayuda. Lo que vemos es un cambio de marcha de la globalización, un nuevo mix. La idea de una retirada dentro de una lógica nacional es ilusoria. ¿Es la batalla de los microchips entre EE UU y China el fin de la globalización o es solo una forma violenta de globalización? Yo pienso más bien que es eso, una forma violenta, corrosiva, antagónica de relaciones globales. Estamos todos interconectados unos a otros, es ineludible. China y EE UU no se están desacoplando. Están en una actitud antagónica en un mundo globalizado.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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