Las elocuentes ausencias de Davos: solo Alemania envía a su líder entre las diez principales potencias económicas del mundo
Una mezcla de problemas nacionales y de preocupación en torno a la mala imagen de la globalización aleja de la cita a destacados dirigentes
El Foro Económico Mundial es una extraordinaria congregación de riqueza, poder, conocimiento e inteligencia. Lo ha sido durante décadas y lo sigue siendo, con una edición como la de este año en la que, en la estación alpina suiza de Davos, se hallan reunidos medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno, una veintena de banqueros centrales, más de 100 ministros de Finanzas, Comercio y Exteriores, medio millar de máximos ejecutivos de muchas de las mayores empresas del mundo y también destacadas figuras de los medios, la ciencia o las investigaciones sociales. Sin embargo, este año es difícil no notar considerables ausencias de los líderes de las mayores potencias del mundo.
Una mezcla de problemas internos en clave nacional y de cierta toxicidad política de esta cita de élite que representa el máximo estandarte de una globalización cada vez más cuestionada es la causa más probable de estas ausencias. La lista es notable.
La edición de Davos de este año no cuenta con el presidente de la primera potencia mundial, Joe Biden, ni de la segunda, Xi Jinping, este último afectado por las gravísimas turbulencias que agitan a su país, con protestas populares que han obligado al régimen a dar golpes de timón inauditos bajo presión popular, como el giro en la política de restricciones pandémicas o en la actitud de transparencia en las cifras relacionadas con la misma.
Tampoco han viajado a Davos el presidente de Francia ―Emmanuel Macron, que lidia con una problemática reforma de las pensiones― y el nuevo primer ministro del Reino Unido ―Rishi Sunak, que afronta una grave ola de protestas sociales y huelgas―. En cualquier otro momento, un nuevo líder del Ejecutivo británico habría aprovechado la cita suiza para presentarse a las élites mundiales. Justin Trudeau, líder del Gobierno de Canadá, también se ha saltado la cita. Los tres encarnan un grupo de políticos que tienen una profunda sintonía con lo que Davos representa. Y, sin embargo, no acudieron.
Menos sorprende la ausencia de la presidenta del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, abanderada de una derecha nacionalista y proteccionista que precisamente promueve una embestida contra la globalización.
No han viajado a Davos los líderes de las otras dos grandes potencias asiáticas: Japón y la India. En este último caso, la ausencia de Narendra Modi se ve compensada por la entusiasta participación en el Foro de varios actores de su país, que es el que tiene el mayor protagonismo en las sedes instaladas en la Promenade del pueblo alpino con al menos cuatro stands. El cuadro de las primeras 10 potencias económicas es completado por Rusia, que no es bienvenida, y Alemania, cuyo líder, Olaf Scholz, es el único del lote de los grandes que ha decidido acudir, salvo sorpresas de última hora por las que aparezca de forma imprevista alguno de los demás.
Sin duda, los problemas internos son una causa central de muchas de estas ausencias. Pero hay elementos para creer que, en un mundo en el que el malestar avanza por los efectos colaterales nocivos de la globalización, la foto de la élite de Davos es cada vez menos apetecible para muchos políticos.
La desigualdad, la precariedad y la destrucción de empleos en países occidentales han hecho mella, y hoy el verbo clave de la política parece ser proteger, más que ningún otro. Se conjuga de distintas formas, desde la derecha hasta la izquierda, pero casi todos están en ello. Davos no parece el lugar más adecuado para subrayar ese esfuerzo, aunque la concentración de inteligencia y poder que aquí se da sí resulta una combinación efectiva para impulsar ideas y acciones.
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