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El FMI descarta un incremento abrupto de los precios en la recuperación

La inflación se mantendrá en niveles manejables para los bancos centrales, que no tendrán que dar marcha atrás en sus estímulos monetarios antes de tiempo

Ignacio Fariza
Varias personas hacen la compra en un mercado al aire libre de París el pasado mes de agosto.
Varias personas hacen la compra en un mercado al aire libre de París el pasado mes de agosto.CHARLES PLATIAU (Reuters)

El Fondo Monetario Internacional (FMI) irrumpe en uno de los grandes debates económicos de la actualidad: ¿desatará la recuperación pospandemia una espiral inflacionista? Los técnicos del organismo con sede en Washington creen que hay pocos motivos para una alarma que lleva días resonando en los mercados financieros. Y, sin un incremento desmedido de precios a la vista, los bancos centrales tienen el camino expedito para mantener sus políticas fiscales expansivas y los tipos de interés bajo cero. Una buena nueva para la cada vez más nutrida nómina de deudores que tiene hoy la economía mundial y, muy especialmente, para unas arcas públicas que en los últimos tiempos han tenido que salir con todo para contener la mayor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial. Los Estados, en fin, pueden respirar tranquilos. Muy particularmente aquellos que, como España, tendrán que seguir saliendo recurrentemente al mercado para financiar su cuantioso déficit fiscal.

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El tamaño de los planes de estímulo del nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, ha disparado las suspicacias de los sectores más heterodoxos —y no solo—, que ponen el foco en el riesgo de que un recalentamiento excesivo de la economía pueda sacar de punto la inflación. Pero el Fondo niega la mayor: en Estados Unidos el aumento de los precios rondará el 2% —el objetivo de la Reserva Federal— los cinco próximos años y su incremento máximo apenas superará el 2,5% en 2023, una cifra más que asumible para una Fed que el año pasado anunció que no pondrá pegas a incrementos ligeramente por encima de su meta en aras del crecimiento y el empleo. El instituto emisor de la primera potencia mundial ya ha dejado dicho que no elevará los tipos hasta, como pronto, mediados de 2023; y a la luz de los datos, no parece que vaya a tener necesidad de hacerlo antes.

Al otro lado del Atlántico, el Fondo ve aún más controlada la situación en los próximos tiempos. En Alemania el mayor crecimiento de los precios se producirá este 2021, y quedará apenas dos décimas por encima del objetivo del Banco Central Europeo (BCE), también del 2%, aunque algo menos tolerante con aumentos que se salgan del guion. En Francia, en Italia y en España, los países que completan el cuarteto de mayores economías de la eurozona, el aumento de los precios quedará ampliamente por debajo del 2% de aquí a 2026, siempre según las proyecciones de primavera del FMI.

“Por la misma razón que la inflación no cayó en gran medida durante la crisis financiera global, ahora es improbable que suba mucho. El precio de las materias primas, sobre todo el petróleo, se fortalecerá en los próximos meses y, dado los niveles mínimos de hace un año, debería incrementar mecánicamente los índices y hacer que la inflación se vuelva volátil”, explican los economistas del organismo en su último pase de revista a la economía mundial. “Pero esa volatilidad debería tener una vida corta. Las proyecciones base apuntan a un retorno de la inflación a su media de largo de plazo a medida que el efecto de las materias primas se desvanece”.

Esa perspectiva de inflación moderada tiene que ver, en gran medida, con la dinámica del mercado laboral, “donde el crecimiento salarial moderado y la debilidad del poder de negociación de los trabajadores se ha agravado recientemente por el alto desempleo, el subempleo y las menores tasas de participación”. Además, el FMI recuerda que la famosa curva de Phillips —que relaciona paro y precios: a más empleo, más inflación— “se ha aplanado en los últimos años, reflejando varios factores como la globalización, la automatización y el poder de las empresas en los mercados de trabajo”. En otras palabras: incluso aunque países como EE UU logren la machada de regresar pronto a niveles de pleno empleo, eso no se traducirá en un aumento desmedido de los precios.

Los técnicos del Fondo cimentan su tranquilidad en varias medidas de la inflación subyacente (una medida que no tiene en cuenta ni los alimentos ni la energía, de largo los componentes más volátiles), que “permanecen en niveles bajos” y apuntan a una presión “a la baja y no al alza”.

Un horizonte algo más despejado para los emergentes

La contención del riesgo de una subida abrupta de los precios es especialmente positiva para los países emergentes, que en las últimas semanas —en las que los tambores inflacionistas han vuelto a sonar con una fuerza inédita en más de una década— han visto cómo se frenaba en seco el regreso de capitales al bloque. “Asumiendo que la inflación no sube por encima de los objetivos [de los bancos centrales] de manera sostenida, una resolución más rápida de la pandemia en las economías avanzadas puede conducir a importantes entradas de fondos en los mercados emergentes”, subrayan los técnicos del Fondo. En ese escenario, además, estos países “podrían desplegar una amplia gama de políticas destinadas a frenar la acumulación de riesgos domésticos”.

Pero incluso si los pronósticos de inflación no se cumpliesen y los precios subiesen con más brío, forzando a la Fed y al BCE a subir los tipos de interés, el Fondo tampoco cree que el quebradero de cabeza para los emergentes acabaría siendo mayúsculo. Según los datos recopilados por el organismo, las subidas de tipos provocados por un incremento “sorpresa” de la inflación tienden a aumentar el coste de la deuda en los países ricos, “pero no parecen tener un impacto sobre las condiciones financieras de los emergentes”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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