China crece un 6,1% en 2019, su ritmo más bajo en 29 años
El dato de un año marcado por la guerra comercial llega apenas dos días después de que China y EE UU firmaran la primera fase del acuerdo
Con 2019 ya en los libros de historia, China ha cuadrado su balance económico. Su PIB creció el año pasado un 6,1%, el ritmo más bajo en 29 años, lo que atestigua tanto la progresiva desaceleración del gigante asiático como lo vertiginoso de su velocidad en las últimas décadas. 2019 fue el año menos dinámico desde 1990, cuando la inestabilidad política y social posterior a la matanza de Tiananmen redujo el crecimiento al 3,9%. El episodio, ocurrido en mayo de 1989, también afectó al crecimiento del año anterior (4,2%). Obviando ambos resultados, para encontrar un dato inferior al publicado este viernes hay que remontarse 38 años, a 1981, cuando el PIB avanzó un 5,1%.
El dato del cuarto trimestre, publicado este viernes por la Oficina Nacional de Estadística, era la pieza que faltaba para completar el mural del año. Entre octubre y diciembre la economía china marcó un 6%, guarismo idéntico al del tercero, lo que supone una repetición del resultado más bajo desde que en 1992 las autoridades chinas comenzaran a hacer pública la evolución trimestral. No es necesario remontarse muy atrás para encontrar el mínimo anterior: corresponde al segundo semestre del mismo 2019, cuando la actividad repuntó un 6,2%.
Pese a representar otro peldaño descendente en la serie histórica, los datos de 2019 cumplen con los pronósticos del Gobierno, que había fijado sus ambiciones entre un 6,5% y un 6%. Así, China se mantiene en la senda que le permitirá lograr el objetivo de doblar su tamaño en 2020 respecto a una década atrás. Los datos también están en consonancia con las previsiones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
“Un 6,1% encaja con la tendencia del desarrollo de nuestra economía, que pasa por un decrecimiento gradual del ritmo de crecimiento. No es fácil lograr una tasa del 6,1% mientras el resto del mundo está en proyección negativa”, apunta por teléfono Hongcai Xu, economista jefe del Centro Chino para el Intercambio Económico Internacional. “Además, nuestra eficiencia está avanzando: los datos de empleo son positivos, el IPC y los mercados financieros mantienen la estabilidad, la balanza de pagos está equilibrada... En general, la economía china sigue progresando con solidez”.
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Otros datos publicados este viernes muestran también una lectura positiva sobre este gigante mundial. Las ventas al por menor, índice clave para valorar los gastos de los consumidores en un país que busca fomentar la demanda doméstica, creció un 8% en 2019, un punto porcentual menos que en 2018. La producción industrial, calibre de la manufactura china, avanzó un 5,7% en el último año, por encima de las expectativas pero también menos que el anterior (6,2%).
Tregua comercial
China se ha visto sacudida este año por la guerra comercial con EE UU, aunque el futuro podría ser halagüeño. Este miércoles ambos países firmaron la primera fase del acuerdo, que, aunque no soluciona el conflicto de forma definitiva, supone al menos una tregua.
El texto firmado por el presidente Donald Trump y el viceprimer ministro Li He, mano derecha de Xi Jinping en materia económica y líder del equipo negociador chino, establece que Pekín profundizará la apertura de su mercado doméstico, aumentará la importación de materias primas y mejorará la protección de la propiedad intelectual. EE UU, por su parte, se compromete a no elevar los aranceles actuales, sobre productos valorados en 323.000 millones de euros, que no obstante permanecen en vigor. “China ha hecho más compromisos de los que creíamos probables hace meses a cambio de relativamente poco por parte de EE UU”, detalla en un informe Mark Williams, economista jefe para Asia de Capital Economics. “Es probable que China no cumpla sus promesas, pero puede que eso no importe para el éxito a largo plazo de las negociaciones”, añade.
Los asuntos más espinosos del conflicto, como la ciberseguridad o la falta de reciprocidad para las empresas norteamericanas en suelo chino, quedan pendientes de resolución en una segunda fase, que según Trump será la última. Aletea también en los alrededores de la conversación el futuro de la tecnológica Huawei, que se enfrenta desde mayo a un veto de la administración de EE UU por representar una supuesta amenaza para la seguridad nacional.
En opinión del economista Xu, “el acuerdo reducirá parcialmente las tensiones entre ambos países: eso ya es una buena noticia”. Este logro marca sus previsiones para este año: “Nuestra demanda doméstica, inversión y consumo se mantendrán estables, por lo que en 2020 veremos un crecimiento del 6%, en línea con las previsiones del FMI, apenas una décima por debajo de la cifra de este año”. Meng Rui, profesora de Finanzas en la escuela de negocios China-Europa, coincide en su pronóstico, al tiempo que señala que las mayores amenazas pasarán por “un alto apalancamiento, la sobrecapacidad industrial y un hipotético consumo débil”.
Esquivando la trampa de la renta media
La trampa de la renta media describe un escenario en el que un país que ha vivido una etapa de crecimiento queda obstruido en un desarrollo intermedio tras perder su ventaja competitiva, precisamente a consecuencia de su crecimiento. Algunos ejemplos clásicos de este modelo son Brasil y Sudáfrica en la actualidad o Argentina tras la II Guerra Mundial. Los dedos de los analistas apuntan ahora hacia China, cuyo Gobierno pretende escapar de esta amenaza con una apuesta por la innovación tecnológica enmarcada en la campaña Made in China 2025.
"China no va a caer en la trampa de la renta media, al menos en sus niveles más bajos", expone Alicia García Herrero, economista jefe de Natixis. "Un escenario más probable pasa por que su economía deje de converger con la de EE UU en la década de los 30", añade. Así lo apunta un informe del Banco Mundial que proyecta un crecimiento del PIB chino del 1,7% entre 2031 y 2040. "Entonces China ya será la primera economía del mundo. Envejecerá y será más parecida a la japonesa, pero con un tamaño mucho mayor. Será mucho menos productiva y, por tanto, experimentará problemas de distribución de renta. La desigualdad social se agudizará, a no ser que el Gobierno ponga en marcha una política de bienestar a la europea, lo que no será sencillo dados los altos niveles de endeudamiento", concluye García Herrero.
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