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“La educación en América Latina enfrenta una crisis silenciosa, que con el tiempo se volverá estridente”

Emanuela di Gropello, experta en Educación del Banco Mundial, sostiene que se puede aprovechar la pandemia para crear un nuevo espacio que fortalezca la educación en la región

Un aula vacía en Latinoamérica. JORGE ANTONIO BASTINO
Un aula vacía en Latinoamérica. JORGE ANTONIO BASTINO

¿Cómo puede la pandemia no tener un impacto profundo en la educación? Las escuelas permanecen cerradas en toda América Latina y el Caribe. Más de 170 millones de niños —muchos de ellos pobres o de zonas postergadas— están fuera de las aulas, lidiando con sistemas de educación a distancia en buena medida improvisados y en medio de una crisis que atraviesa a sus familias de tantas maneras. Las pérdidas educativas probablemente sean importantes, y es posible que se agudicen las desigualdades y que haya más deserciones escolares.

Emanuela di Gropello, directora de la práctica regional de Educación en el Banco Mundial, descubrió temprano en su carrera que la educación está en el centro de los problemas que aquejan a América Latina. Veinte años después de unirse al Banco Mundial esta percepción no varió mucho. Y ahora con el coronavirus el impacto sobre la educación es muy preocupante. Es, además, una “crisis silenciosa”, ha dicho Di Gropello en una entrevista desde Washington. Sin embargo, considera que existe un posible contra relato al escenario desolador que hoy enfrenta la región.

Pregunta. ¿Qué tan desolador es el panorama y cómo describiría usted la crisis que enfrentamos?

Respuesta. Primero, debemos reconocer claramente que la situación es muy seria para el sector educativo, y creo que la gente se da cuenta cada vez más. Es un poco una crisis silenciosa, no la vemos de manera inmediata. La crisis de salud es evidente, y las crisis económica y social también. Pero la crisis en la educación está en proceso y será más visible en el futuro. Es resultado de pérdidas muy probables en el aprendizaje y las crecientes desigualdades en el aprendizaje que veremos en la región. La crisis silenciosa será cada vez menos y menos silenciosa, y eventualmente se volverá estridente.

Las escuelas están cerradas en prácticamente toda la región. Esto significa que los estudiantes deben continuar con su aprendizaje desde casa. Es un desafío para todos: para los hogares con buena conectividad, porque la educación remota no es fácil, y más aún para los hogares que no tienen buena conectividad o están en zonas remotas y postergadas y provienen de familias desaventajadas. Quizás no tienen acceso a ningún tipo de enseñanza remota o no la pueden implementar de manera efectiva. Si pensamos que en tiempos normales el 25% del aprendizaje se suele perder durante el verano, tendremos una idea de las posibles implicancias del cierre de las escuelas. Incluso una vez que las escuelas hayan reabierto, la contracción económica provocada por las medidas para contener la pandemia exacerbará los daños causados en materia educativa.

P. ¿En qué medida esto es diferente en América Latina de otras regiones?

R. Las pérdidas educativas se verán en todo el planeta; por eso algunos países han comenzado a reabrir las escuelas, a menudo empezando por los estudiantes con más desventajas. Pero hay dos factores muy problemáticos en América Latina: ya antes de la crisis la región enfrentaba una crisis educativa, con muy altos niveles de pobreza de aprendizaje e inequidades persistentes; y en segundo lugar el nivel de conectividad, que si bien es superior al de otras regiones, estaba por debajo de la media. Esto significa que alrededor del 50% de los estudiantes no podía leer de manera apropiada a la edad de 10 años, y que, en un contexto donde menos del 60% de las personas usa Internet, sobre todo en los sectores con más desventajas, los riesgos del aprendizaje son particularmente elevados.

P. ¿Cree que las deserciones van a ser un problema?

R. Sí, otro riesgo es que veremos muchos más jóvenes abandonando la escuela. Por tres motivos: primero, porque durante este período de escuelas cerradas la relación entre los educadores y los estudiantes se vuelve más débil. Es por lo tanto más fácil perder niños: no todos se conectan como deberían, asumiendo que tienen acceso a educación remota; muchos de ellos ni siquiera tienen esa posibilidad. Un segundo punto es que si hay pérdidas educativas importantes, existe el riesgo de deserciones apenas las escuelas reabran. Y en tercer lugar este riesgo se va a ver exacerbado por la crisis económica, que puede llevar a muchas familias a retirar a sus hijos de la escuela. Todos estos factores son especialmente serios en América Latina por la situación preexistente y por la esperada severidad de la crisis económica.

P. ¿Cómo está ayudando el Banco Mundial a mitigar estos impactos?

R. Nuestra respuesta, y la de los Gobiernos, está enfocada en tres fases principales. En este momento estamos haciendo frente a la crisis, que es la fase uno. Esto es, estamos ayudando a los Gobiernos a montar sistemas efectivos de educación a distancia. Ahí es donde pusimos nuestro mayor esfuerzo hasta ahora, y los países se están mostrando a la altura del desafío. Están siendo proactivos e innovadores, y muy abiertos a compartir e intercambiar experiencias y buenas prácticas entre ellos. Los Gobiernos también avanzaron con opciones educativas de menor tecnología, como la televisión o la radio, para mejorar el acceso remoto a la educación por parte de las familias sin conectividad.

La segunda fase tendrá lugar cuando las escuelas reabran. Será la fase de recuperación y manejo de la continuidad del aprendizaje, y los desafíos serán numerosos. Será importante diseñar e implementar protocolos para la reapertura segura de escuelas, así como mitigar las pérdidas de aprendizaje con programas de recuperación educativa y otras medidas académicas y pedagógicas. Debemos poder entrenar y redesplegar maestros y asegurarnos de que puedan asistir a los más vulnerables y a aquellos que más han sufrido. Y debemos contar con sistemas de alerta temprana para monitorear a aquellos jóvenes en riesgo de desertar y evitar perderlos. La asistencia técnica y operativa para esta segunda fase ya está encaminada, ya que los países necesitan actuar rápidamente para mitigar los costos en los resultados educativos.

P. Mencionó tres fases. ¿Cuál sería la última, a medida que avanzamos?

R. La tercera será la fase de mejoramiento de la educación y lo que vemos como una luz de esperanza luego de la crisis. Hemos encuadrado nuestra respuesta en estas tres fases, que se superponen. En la tercera fase tenemos la posibilidad de construir mejor que antes. Será prioritario sostener y avanzar a partir de las innovaciones desarrolladas en las dos etapas anteriores. Esto implica, por ejemplo, expandir la educación a zonas que en el pasado habían sido desatendidas mediante educación remota y mejorar la educación asistida para enseñar en un nivel más alto. También deberemos construir mejor en términos de reformas estructurales, aún cuando tememos que la crisis a mediano y largo plazo será honda y buena parte de los fondos públicos serán redirigidos para atender las urgencias sociales y económicas. Esto se traduce por ejemplo en una simplificación de los currículos escolares y en un despliegue más efectivo de maestros.

Estas reformas han sido postergadas y ahora las podemos implementar. Más aún, hemos descubierto en esta crisis lo difícil que es ser maestro y que los padres juegan un rol crucial en el apoyo a la educación de sus hijos. Esto debe ser apreciado y recompensado. Y finalmente, hay ahora una linda dinámica entre los países de América Latina de compartir sus experiencias en el sector educativo. Espero que esa colaboración continúe para que en el futuro podamos hacer las cosas mejor. América Latina debe aprovechar estas oportunidades, que se complementan unas a otras, y construir sistemas educativos mejores de los que teníamos.

Francisco Seminario es comunicador del Banco Mundial.

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