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Pedro Ferreira de Souza: “Brasil subsidia hasta la salud de los más ricos”

Investigador del IPEA y autor de una premiada tesis de doctorado sobre la historia de la desigualdad en el Brasil, analiza los caminos de reforma tributaria y el nudo de la distribución de renta en el país

El sociólogo Pedro de Souza durante la entrevista.
El sociólogo Pedro de Souza durante la entrevista.Camila Svenson

Pedro H.G. Ferreira de Souza es el autor del estudio sobre la desigualdad en Brasil más influyente de las últimas décadas. Su libro, Uma história de desigualdade: a concentração de renda entre os ricos no Brasil (Una historia de desigualdad: la concentración de renta entre los ricos en Brasil), ha ganado los premios más importantes del mundo académico y ha revelado que la dictadura (1964-1985) tiene un papel determinante en la desigualdad actual. Investigador del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), un organismo brasileño público, Souza traza el perfil de un país en el que el 1% de la población concentra el 25% de toda la riqueza nacional. Este arsenal de información lo comparte y estudia junto con Marc Morgan, un economista del equipo de Thomas Piketty, que dirige el Laboratorio Mundial de la Desigualdad.

Pregunta. La izquierda suele presentar el gravamen de ganancias, dividendos y grandes herencias como la bala de plata para disminuir la desigualdad en Brasil. ¿Está a favor de esta medida?

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Respuesta. Estoy a favor de modificar el impuesto sobre la renta. La renta de los más ricos en Brasil está cada vez más dominada por ingresos que están exentos. En los datos de Hacienda, entre los más ricos los impuestos efectivos empiezan a disminuir muy arriba. Debemos limitar o reducir las desgravaciones, que solo benefician a quien hace la declaración, que, por definición, son el 10% o 20% de la población, los más ricos. En algunos casos, las desgravaciones son muy altas, como las que están relacionadas con la salud, que no tienen límite. El Estado subsidia el seguro de salud de los más ricos. Hay otras distorsiones que podemos cambiar, como el impuesto sobre las herencias. En algunos países llega al 40%, pero en Brasil el impuesto máximo es del 8%.

P. Cuando hablamos del 0,1% más rico, ¿de quién estamos hablando en Brasil?

R. En números de 2015, con valores actualizados por la inflación, un adulto con una renta de entre 975 y 1.220 dólares al mes ya está entre el 10% de la población más rica. Es difícil convencer a quien cobra esto de que se encuentra entre los más ricos. Para estar entre el 1%, tendría que cobrar entre 4.870 y 5.350 dólares al mes. En el 0,1%, entre 18.300 y 19.500 dólares al mes. El 1% más rico lo componen 1,5 millones de personas que concentran el 25% de la renta nacional. Si se hiciera una buena reforma tributaria, ese 25% no caería hasta el 10%, como en Francia. Pero quizás sí que bajaría hasta el 20%, que no es una revolución pero ya es una mejora significativa.

Souza, durante la entrevista con EL PAÍS.
Souza, durante la entrevista con EL PAÍS.Camila Svenson

P. Su obra también muestra que en Brasil la desigualdad aumentó durante el período de la dictadura. ¿Por qué?

R. Una cualidad de la democracia, y también uno de sus límites, es que hay que negociarlo todo siempre. En la dictadura sucede lo contrario. A partir del momento que se recurre a la violencia y se rompe el orden, por lo menos durante el período inicial existe una posibilidad mucho mayor de reformarlo todo y refundar el país en una dirección consistente. Se ha visto en varios lugares. Durante un período corto, para un régimen que no tiene la necesidad de rendir cuentas, es muy fácil cambiar algunos aspectos que harán aumentar la desigualdad.

“Un adulto con una renta de entre 975 y 1.220 dólares al mes ya está entre el 10% de la población más rica. Es difícil convencer a quien cobra esto de que se encuentra entre los más ricos”

P. Hay sectores, sobre todo en el espectro liberal, que defienden que acabar con la pobreza es más importante que reducir la desigualdad. ¿Qué opina?

R. Podemos pensar en tres factores: el bienestar, el poder y la justicia. Con relación al bienestar, tenemos evidencias sugestivas y fuertes de que la propia desigualdad puede dificultar que mejore en el futuro. Es difícil construir coaliciones cuando las personas son muy diferentes entre sí. ¿Cuál es el interés común que tienen para seguir juntas? Con relación al poder, en una democracia hay tensión cuando hay mucha desigualdad. Si 150.000 personas, que son el 0,1% más rico, concentran el 10% de la renta del país, el acceso de esas personas a los mecanismos de poder será muy diferente del que tiene el obrero o el vendedor ambulante. Si nos preocupa la democracia, debemos preocuparnos de si los ricos consiguen convertir su capital financiero en influencia política. Y en Brasil no faltan ejemplos de ello.

P. ¿Y con relación a la justicia?

R. Mucha gente buena dirá que lo más importante es tener los mismos derechos civiles y políticos. Pero, en la práctica, hay una fuerte correlación entre el nivel de desigualdad y las oportunidades. No hay otra forma, una persona con una renta alta va a invertir ese capital económico y cultural en su hijo. Uno aprenderá griego y el otro estará en la cola del autobús.

P. ¿El bajo crecimiento de Brasil puede forzar una discusión sobre la redistribución? ¿Cómo ha sido en esta crisis?

R. Se puede hacer una reforma fiscal que mejore el perfil distributivo del Estado, dando menos a los ricos. En la práctica, no ha sido lo que ha prevalecido. Todos gritaron y los que gritaron más fuerte consiguieron salvar lo suyo, mantener su posición relativa, perder menos.

P. ¿Qué significaron los años del Partido de los Trabajadores en el poder, sobre todo el Gobierno de Lula, para la distribución de renta?

R. Si nos fijamos en los datos por domicilio, podemos observar que hubo una mejora considerable. Pero si juntamos los datos con los del impuesto de la renta, vemos que hay un crecimiento en la cima de la pirámide, un crecimiento entre los más pobres y los del medio perdieron en términos relativos. Hubo una redistribución de la renta, aunque no fueron los más ricos los que perdieron. Los cambios fueron tímidos. Pero en función del aumento de la renta y la reducción de la pobreza, hubo una gran mejora. El problema es que se acabó, terminó de forma espectacularmente infeliz. Con una recesión brutal, una disminución de renta y una quiebra de las expectativas que iban con la mejora.

Es muy doloroso volver a la situación en la que estábamos hace 10 años. Brasil no necesita un crecimiento “a la China”. España tenía la misma renta que nosotros en 1950 y hoy es el doble que la nuestra. Japón tenía la misma renta que nosotros en 1950, China tenía una décima parte en el 2000... Con este panorama, cuando llega un gobierno que dice que tendremos que vender el alma al diablo para crecer, entiendo que atraiga mucho. Pero solo hace falta crecer de manera moderada, pero bien, con aumento de la productividad, y mantener este crecimiento durante 20 o 30 años. El problema es que Brasil o no crece o crece mucho. Una recesión nos hunde y perdemos todo lo que mejoramos en 10 años. Si consiguiéramos que el PIB per cápita creciera un 1% o 2% al año... No necesitamos ningún milagro, solo evitar la catástrofe.

P. En algunos países desarrollados la desigualdad ha aumentado. ¿En qué se diferencia de la desigualdad de Brasil?

R. Los países latinoamericanos siempre han sido muy desiguales y nunca han llegado a un nivel muy igualitario. En los países ricos, el choque es más fuerte, porque hace 30 o 40 años eran mucho menos desiguales. Hay una generación de adultos que todavía está activa, trabajando, y que se acuerda de cuando todo estaba más nivelado. También recuerdan que, antes de la Segunda Guerra Mundial, las épocas fueron mucho más pobres y desiguales. Cuando empezó a haber una mayor desigualdad, en los años 80 y 90, decían que era la globalización. Pero el trabajo de Piketty mostró que en países como Francia o Japón, tan desarrollados como Estados Unidos, la desigualdad no se alteró. La globalización es un condicionante estructural, pero hay otras cosas que favorecen la desigualdad, como la tercerización de la economía, la pérdida de poder de los sindicatos, la pérdida de empleos industriales...

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