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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Viento de frente

Pese al fuerte crecimiento del PIB hasta marzo, la desaceleración en los próximos trimestres será intensa.

José Carlos Díez
Transporte de mercancías en el puerto de Hamburgo.
Transporte de mercancías en el puerto de Hamburgo.Fabian Bimmer (Reuters)

Esta semana el Instituto Nacional de Estadística ha publicado su contabilidad nacional del primer trimestre y los titulares han sido el fuerte crecimiento del PIB, 0,7% trimestral, que incluso ha acelerado una décima. Pero interpretar la contabilidad nacional es un arte, igual que hacerlo con el balance de las empresas. Y los datos desagregados son preocupantes.

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El consumo privado, que explica el 55% del PIB, creció el 0,3% trimestral y es el mismo promedio desde hace un año. Si se mantiene así en los próximos trimestres, en 2019 crecería el 1% anual. Teniendo en cuenta que crece la población, el consumo por habitante crecería mucho menos. Los economistas llevamos desde 2013 advirtiendo que el bajo precio del petróleo elevaba artificialmente el consumo de las familias. Y su tasa de ahorro está en mínimos históricos. Por lo tanto, ha bastado que el petróleo suba a 70 dólares para reducir el crecimiento del consumo, incluso por debajo del crecimiento del empleo.

El consumo de bienes duraderos, principalmente coches, cayó de nuevo el pasado trimestre. Lo que nos enseñaron Franco Modigliani y Milton Friedman —consiguieron un Nobel por ello— es que los consumidores son adversos al riesgo y no les gusta variar sus hábitos de consumo. Por eso consumen en función de sus expectativas de renta futura. Una caída del consumo de bienes duraderos indica que sus expectativas se han deteriorado y anticipan un aumento de la tasa de ahorro por precaución y consumo débil en los próximos trimestres.

Las exportaciones, que explican el 32% del PIB, se han frenado en seco desde principios de 2018 y en el pasado trimestre cayeron. La competitividad y calidad de las exportaciones españolas es la misma que hace un año. El problema es que la guerra comercial de Trump ha frenado en seco el comercio mundial. En el primer trimestre las exportaciones mundiales han caído y la mayor caída ha sido en Asia. Europa, especialmente Alemania, es una economía dependiente de sus exportaciones, y esa es la causa del estancamiento de la economía de la eurozona.

El Gobierno chino ha reducido significativamente el impuesto sobre la renta, sobre todo en rentas bajas, para estimular el consumo y debería mejorar sus importaciones. Pero el pasado trimestre el consumo privado de bienes en EE UU cayó, especialmente el de bienes duraderos, anticipando que la recesión está próxima. Por lo tanto, las perspectivas para las exportaciones europeas y españolas no son muy halagüeñas.

La política monetaria del BCE sigue siendo ultraexpansiva con tipos al 0% y el euro infravalorado favorece el crecimiento. Pero España lleva cuatro años haciendo políticas fiscales expansivas y el mecanismo preventivo europeo exige un ajuste este año y el que viene, lo cual será más viento en contra para el crecimiento. El gran riesgo para la economía española sigue siendo su elevada deuda externa, aunque de momento la prima de riesgo sigue en mínimos.

Queda hacer políticas de oferta: inversión en fotovoltaica, inteligencia artificial, etcétera. Pero a corto plazo no tienen efecto sobre el PIB y el empleo. La desaceleración en los próximos trimestres será intensa.

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