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Inmigración: una crisis política inventada

Los que salen de África lo hacen por razones demográficas y económicas; quien deja Siria huye de la guerra; los latinos que llegan a España responden a la demanda de mano de obra y búsqueda de empleo

Dos náufragos subsaharianos piden auxilio tras zozobrar su embarcación cerca de la costa de Libia. / C. MCGRATH (GETTY IMAGES)
Dos náufragos subsaharianos piden auxilio tras zozobrar su embarcación cerca de la costa de Libia. / C. MCGRATH (GETTY IMAGES)

Llevamos varios años de este siglo XXI en los que la cuestión migratoria se ha encaramado a la primera línea de la agenda política y social europea. Tanto, que las corrientes migratorias -que son consustanciales al desarrollo histórico de la civilización del homo sapiens- se presentan (para manipularlas) como una especie de invasión de hordas humanas sin control. Parecería que la inmigración a países europeos desde otros continentes crea peligros insospechados que hay que afrontar por las buenas o por las malas.

Las migraciones son más graves y problemáticas por sus causas que por sus efectos. La gente que sale del África Subsahariana hacia el norte tiene razones de carácter demográfico y económico; quien parte de Siria o de otras zonas de conflicto hacia Europa son refugiados que huyen de la guerra civil; quienes vienen de América Latina a España responden a la demanda de mano de obra o a la búsqueda de empleo. Causas parecidas hacen moverse a millones de centroamericanos hacia Estados Unidos o de venezolanos hacia Colombia: la ausencia de seguridad, el hambre y la persecución política.

Estas son causas migratorias de enorme gravedad para quienes las sufren. Son situaciones que afectan a muchos miles de hombres y niños y (especialmente) a mujeres y niñas. Afectan a su vida y les producen riesgos físicos y psicológicos, enfermedades y la muerte, en el mar o en la tierra. Ciertamente, son de extrema gravedad y profundidad las razones que impulsan a millones de personas a salir de su país, de su ciudad, de su casa, de su familia y lanzarse a lo desconocido, desgarrando su modo de existencia. A eso sí que le podemos llamar con propiedad crisis o gran crisis, o inmensa crisis. Pero no a los efectos de las migraciones económicas o políticas en los países europeos.

Sin embargo, sucede todo lo contrario en los medios de comunicación y en las estructuras institucionales de Estados miembros de la Unión. La migración se ha convertido aquí en el ‘gran problema’ de nuestra sociedad. Es de tal magnitud ese perverso mensaje, que han surgido partidos políticos populistas, antieuropeos y extremistas que han utilizado y utilizan la supuesta crisis migratoria como su más potente catapulta para entrar impetuosamente en los parlamentos nacionales.

La migración se ha convertido en un formidable instrumento político en manos de los sectores más reaccionarios y menos solidarios de las sociedades desarrolladas europeas. Hasta el punto de que hay demasiados gobiernos de la Unión (por ejemplo, los del grupo de Visegrado) que han decidido, sencillamente, prohibir la entrada de inmigrantes en sus fronteras y negarse a cumplir las resoluciones de la Comisión sobre el reparto de cargas de la inmigración y de los que buscan refugio, contraviniendo así frontalmente el Convenio de Ginebra sobre refugiados.

Digámoslo claramente: no hay ninguna crisis realmente producida por los migrantes y refugiados en nuestras sociedades o en nuestras economías. No existe tal crisis. Los inmigrantes no han originado ningún tipo de problema o molestia a la sociedad europea, a ninguna economía, a ningún Estado, a ningún nacional de un país europeo. ¿Acaso los emigrantes españoles en el último siglo originaron algún problema a los países de acogida? Ninguno. Todo lo contrario.

Pues lo mismo podemos y debemos decir de los inmigrantes que han llegado a España. En realidad, los inmigrantes en España o en Europa sólo han producido beneficios de todo tipo a las sociedades en las que se han integrado. Han aportado trabajo y servicios que no quieren realizar los españoles o europeos, cotizaciones a la seguridad social, aumento de la población y rejuvenecimiento en nuestras sociedades envejecidas, y mejora en las perspectivas de las pensiones.

Los inmigrantes no han originado ningún tipo de problema o molestia a la sociedad europea, a ninguna economía, a ningún Estado

La inmigración da más al país en el que ingresa que lo que recibe, en términos de salarios o de sanidad. Es natural. Vienen, básicamente, personas jóvenes y en plenitud de capacidad laboral. La inmigración es imprescindible en Europa y en los países desarrollados de la OCDE para sostener el Welfare State.

Luego, ¿dónde está la gravísima crisis migratoria que tanto asusta a nuestros políticos y a nuestras instituciones? En ningún sitio. No hay tal crisis, ni tal problema. Es una crisis inventada, que se apoya en el fondo xenófobo de las sociedades occidentales, y que sirve para desplazar hacia posiciones populistas y euroescépticas a estas sociedades, y para llenar de votos los nuevos/viejos partidos ultraconservadores.

Quienes están verdaderamente en crisis son los que tienen que emigrar porque su alternativa es sufrir violaciones o morir de hambre o morir a manos de bandas de delincuentes organizadas, o de las fuerzas policiales o militares de su propio Estado. Y respecto a estas víctimas no hay una estrategia política suficientemente sólida que afronte tal problema desde nuestros industrializados países. No hay visados humanitarios para evitar que los que buscan refugio mueran en el tránsito a Europa ante las mafias, o en el mar Mediterráneo, convertido en cementerio.

Y ello a pesar de que los servicios de guardacostas de los países del Mediterráneo norte salvan miles de vidas. Porque los esfuerzos para ello son insuficientes y porque los gobiernos se pelean por no admitir a quienes piden ayuda desesperadamente; e incluso prohíben a los buques de salvamento de las ONGs salir a la mar a realizar esos salvamentos. Esperemos que todo ello se aborde en el Foro Mundial sobre los Refugiados que tendrá lugar este mismo año.

Es, en suma, hipócrita, cínico y egoísta hablar de crisis migratoria en Europa como si fuese un gran problema de los Estados miembros de la Unión. La Unión Europea tiene otros problemas: económicos, laborales, demográficos, de cambio climático o de seguridad; pero no tiene un problema a causa de los inmigrantes o refugiados, que llegan en cantidades ínfimas comparadas con las cifras de habitantes del continente europeo. Por eso afirmamos que se trata de un problema inventado que los gobiernos no quieren desmontar por miedo a sufrir daños electorales. Especialmente, a pocos meses de las elecciones europeas más importantes desde que nació el Parlamento Europeo.

Mientras tanto, como recuerda la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), los Estados empobrecidos asumen actualmente la acogida del mayor número de personas refugiadas en el mundo (9 de cada 10 están en países en vías de desarrollo). Esta sí es una crisis.

* Diego Lopez Garrido es vicepresidente Ejecutivo de la Fundación Alternativas y ex secretario de Estado para la Unión Europea

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