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Clones contra el sol que abrasa las uvas

Las bodegas trabajan en la búsqueda de variedades de maduración tardía que se adapten al cambio climático

El acortamiento del periodo de maduración o plantas estresada son algunos efectos negativos del calor.
El acortamiento del periodo de maduración o plantas estresada son algunos efectos negativos del calor.

El viñedo está siendo uno de los cultivos más afectados por el cambio climático, especialmente por el fuerte ascenso de las temperaturas y con ello, la maduración acelerada de las uvas. España es uno de los países en el foco del debate sobre los efectos indeseados de esta transformación. Los expertos auguran que habrá más vino de mayor graduación natural en zonas frías del continente que ahora echan mano de la chaptalización (adición de azúcar, prohibida en España) para conseguir elevar el grado alcohólico. En el sur de Europa, más allá de que nadie pone en duda que se seguirá produciendo en zonas tradicionales, son necesarios cambios en el manejo del sector desde el laboreo de las viñas, podas o utilización de agua hasta los trabajos de elaboración en bodega.

La Federación Española del Vino (FEV), tras consultar a una treintena de bodegas, ha sido la primera en adoptar un Plan de actuación para impulsar la lucha contra el cambio climático en línea con el Plan Estratégico elaborado a nivel mundial por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).

Para la FEV, la península Ibérica, por su ubicación, sería una de las regiones europeas más afectadas por la subida de las temperaturas, aunque con efectos no homogéneos. Las zonas más elevadas del noreste, los valles del Ebro y Duero, la Cornisa Cantábrica y Galicia —que tradicionalmente han estado condicionadas por las bajas temperaturas— mejorarán su situación, mientras que las zonas más continentales (como Castilla —La Mancha, Extremadura, Andalucía y, en menor medida, la costa mediterránea) serían más perjudicadas.

Plantaciones en lugares más elevados, manejo del riego o podas distintas ayudan

La Federación apunta como efectos negativos del calor el acortamiento del periodo de maduración, plantas estresadas, pérdida de peso de la uva, pasificación, disminución de ácidos, pérdida de aromas, mayor graduación alcohólica o dificultades de fermentación, entre otros.

Como medidas de respuesta, la patronal destaca el uso más eficiente del agua, el cambio en el manejo de los suelos, nuevos sistemas de podas, un cambio en la densidad de las plantaciones, instalación de mallas de sombreo, nuevas varietales contra el calor y la sequía o cambios de ubicación de los viñedos. La FEV propone también en su plan medidas para reforzar al sector en su lucha para reducir emisiones y lograr un mayor secuestro de carbono.

Frente a los efectos del cambio climático en el sector, las bodegas, de forma individual, han desarrollado a su vez diferentes iniciativas. Miguel Torres ha sido el pionero, con la búsqueda desde hace más de 30 años en diferentes parajes catalanes de variedades que hubieran resistido a finales del siglo XIX a la plaga de filoxera que se llevó por delante una gran parte del viñedo español. Esos trabajos, hasta la fecha, han logrado la recuperación de medio centenar de variedades hoy desconocidas que habían sido relegadas como cepas viejas de las que solamente media docena, bautizadas por el lugar de su descubrimiento como la garró, la querol, la moneu, la gonfaus, la forcada y la pirene tienen interés, tanto desde la perspectiva de su calidad para su explotación comercial, como también para utilizarlas contra el cambio climático por su capacidad de resistencia a las altas temperaturas y a la sequía.

En Rioja, Bodegas Roda, con Agustín Santolaya a la cabeza, ha sido otra pionera en los trabajos para la recuperación de variedades viejas y multiplicar las mismas para ponerlas nuevamente en el mercado. Esta política la ha iniciado en los últimos años en Ribera del Duero tras la apertura de una bodega en La Horra, donde el grueso de las inversiones ha ido igualmente a recuperar viejas variedades y clones, sobre todo de la más utilizada en la zona, la tempranillo. El objetivo es seleccionar los mejores clones en base a la calidad de la uva y sus rendimientos y frente a las amenazas del cambio climático para obtener de racimos con las uvas más grandes que soporten mejor los calores con una maduración más tardía.

En muchas denominaciones se producen vinos con más de 14 grados

En Ribera del Duero, Viña Pedrosa apuesta por nuevas plantaciones en base a clones de cepas más viejas. José Manuel Pérez Ovejas, enólogo de la bodega asume que este fenómeno ha dado lugar a una maduración más rápida adelantando año tras año las fechas de la vendimia, uvas con más azúcar y una mayor graduación de los vinos que en la zona han pasado de una media de poco más de 12 grados en los ochenta, a los 14 que hay en la actualidad. En su opinión, todo ello se traduce en una materia prima que adolece de una acidez natural, vinos menos frescos que se deben corregir en la bodega, considerando que actualmente los mercados mundiales del vino penalizan el vino con mayor grado.

José María Fonseca, propietario de la bodega Terras Gauda, en Rías Baixas, “no se cree demasiado” lo del cambio climático, pero sus trabajos han estado enfocados básicamente a la búsqueda y recuperación de variedades en peligro de extinción, varietales históricas de la zona como la mejor respuesta, y no introducir otras nuevas en función de las modas.

En la viña

Desde la perspectiva de la viticultura, la respuesta al cambio climático la concreta en ubicar las nuevas plantaciones en tierras más altas y encaradas al norte en lugar de al sol del sur y en modificar los sistemas de laboreo, desde las podas al uso del agua frente al mayor estrés de las plantas.

Desde la Universidad Politécnica de Madrid, Vicente Sotés, catedrático de viticultura y una autoridad en la materia, entiende que el cambio climático, sobre todo por el ascenso de las temperaturas, ha supuesto una fuerte reducción del ciclo de maduración, que se situaba en unos 120 días. Y, frente a este nuevo escenario, apuesta por actuar en una doble dirección. Una, apostar por nuevas variedades, portainjertos, clones adaptados a la nueva realidad. Otra, modificar el manejo de las viñas, sobre todo la poda en verde. Si hoy se practica, entre otras cosas, para facilitar el paso del sol a los racimos, en el futuro el objetivo es todo lo contrario: podar manteniendo las hojas para proteger las uvas del sol.

Con el cambio en la climatología, temperaturas medias más elevadas, territorios más al norte donde antaño las uvas tenían dificultades para madurar, hoy lo harán en mejores condiciones. Pero, en todo caso, para Vicente Sotés, los vinos de Ribera del Duero o de Rioja se seguirán elaborando donde se hace en la actualidad y no existe ningún riesgo ni la posibilidad de que los mismos se puedan elaborar en Dinamarca o en Alemania. “Simplemente habrá que adaptar el manejo de las viñas para lograr la misma materia prima”.

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