Pequeños proyectos latinoamericanos que atraen a los inversores
El capital riesgo suple la falta de apoyo institucional a las nuevas compañías del continente
Hace dos meses, George Soros volvió a invertir en la economía real de Argentina después de 15 años. El desembolso fue para la startup Ualá, una aplicación de banca móvil que también ha recibido financiación del fondo Point72 Ventures, de Steve Cohen. La llegada de esos grandes nombres de las finanzas, impensable hace algunos años, es una prueba del cambio de clima para los emprendimientos en el país. Después de una década fuera del mapa de los inversores, las empresas han tomado nota de un fenómeno que se da en toda América Latina: la necesidad de atraer fondos privados para sus ecosistemas innovadores.
A fines de noviembre, un foro organizado por el Gobierno argentino y la Asociación Argentina de Capital Privado, Emprendedor y Semilla (ARCAP) reunió en Buenos Aires a inversores de todo el continente. Diego González, fundador de Cygnus Capital, una firma con el foco puesto en la economía digital de América Latina, participó en uno de los paneles y resumió el dilema que enfrenta la región: "Los ecosistemas arrancan con un impulso gubernamental, pero no se puede eternizar el rol del Estado", sentenció.
Prácticamente todos los países de América Latina han impulsado programas para potenciar sus incubadoras y aceleradoras, lo que significó un gran avance para el desarrollo de una masa crítica de startups en la región. Pero los proyectos no pueden llegar a la meta sin el oxígeno de los fondos privados, lo que constituye el gran desafío pendiente. El último informe de la Asociación Latinoamericana de Capital Riesgo y Capital Privado (LAVCA) indica que, en 2016, la región registró un récord de 197 operaciones de capital riesgo. Pero el monto total, de 500 millones de dólares, fue inferior al de 2015 y es un caudal insignificante dentro de los flujos de este tipo de inversión que circularon en el mundo, de 127.000 millones de dólares, según datos de KPMG.
Argentina, en un punto de inflexión
Entre 2014 y 2016, las transacciones de capital privado y capital riesgo en Argentina crecieron en más de un 200%, muy por encima de los otros países de la región. Pero la variación en el número de operaciones no significa que el país haya atraído grandes volúmenes. "El porcentaje elevado se debe a que veníamos de unos años de quietud total y unas pocas operaciones marcaron un salto", explicó Marta Cruz, la presidenta de la Asociación Argentina de Capital Privado, Emprendedor y Semilla. "Lo importante es la mejora que se ve en las clasificaciones de los países más atractivos para las inversiones, a raíz de las políticas implementadas en los últimos dos años", afirma.
En 2017, Argentina escaló 11 posiciones para quedar en el octavo puesto en el listado que elabora la Asociación Latinoamericana de Capital Riesgo y Capital Privado (Lavca). "Es algo notable, teniendo en cuenta sobre todo el poco tiempo que lleva la actual gestión en el poder", afirmó la presidente de Lavca, Cate Ambrose.
Los números que exhibe la región cada año están fuertemente marcados por lo que ocurre en Brasil, que representa alrededor del 50% del volumen de las transacciones, levantamiento de fondos e inversiones. De los 500 millones de dólares captados por proyectos latinoamericanos en 2016, 279 tuvieron por destino el mayor país de la región. Más allá del interés que despierta la dimensión de su mercado, su liderazgo en el segmento es consecuencia de políticas que implementó hace muchos años, como una regulación para incentivar la actividad de fondos de capital privado en 1994. Además de ser el país que más inversión atrae del extranjero, es el más avanzado en el desarrollo de capital local. "Estamos a punto de ver el surgimiento de grandes fondos brasileños creados por capitales familiares y de empresas locales", aseguró Erich Acher, socio de Monashees Capital, una firma con base en São Paulo (Brasil).
Con 130 millones de dólares, México es el segundo país que más fondos de capital riesgo captó el año pasado. Otro de los participantes del foro, el socio de Linzor Capital Partners, Alfredo Irigoin, habló sobre los factores que hacen atractiva a la segunda economía de América Latina frente a la tercera, Argentina. "Además de tener un mercado de 127 millones de personas, México se destaca por un alto grado de apertura económica", afirmó. Al igual que el resto de los participantes, Irigoin subrayó, sin embargo, la actitud más receptiva que tienen hoy los fondos de inversión con los proyectos de origen argentino. "No es un enamoramiento ante un nuevo Gobierno. Hay unos cambios de fondo que nos hacen ser particularmente optimistas en este momento", afirmó.
Desde finales de los noventa hasta principios de los 2000, Argentina vio nacer varias de las startups más exitosas de la región, como Mercado Libre y Despegar, dos unicornios (empresas valoradas en más de mil millones de dólares) que hoy están en Wall Street. Pero en los años que siguieron, medidas como la nacionalización de los fondos de pensiones en 2008 y el establecimiento de controles cambiarios borraron al país del mapa de los inversores internacionales. El panorama comenzó a cambiar a fines de 2015. Además de levantar el "cepo cambiario" al poco tiempo de asumir la presidencia, la administración de Mauricio Macri impulsó una Ley de Emprendedores que permite deducir impuestos a los fondos que apuesten a las actividades productivas del país y crea un instrumento de coinversión publico-privada para el que el Estado aportará mil millones de pesos (cerca de 60 millones de dólares).
Además de las mejores condiciones del nuevo escenario político, Argentina ha tenido históricamente una ventaja frente a Brasil y México. "Tener un gran mercado es una bendición pero también una condena, porque no incentiva la ambición global de los proyectos. Una fortaleza de Argentina es que las startups tienen una aspiración regional desde el inicio", afirmó Acher.
En Chile, el programa impulsado por la estatal Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) a partir de 2010 se centró inicialmente en desarrollar un ecosistema emprendedor mediante el impulso al capital semilla, para luego atraer el capital privado en las etapas más avanzadas. Desde 2015, el Estado aporta recursos que pueden ser de unos 150.000 dólares anuales para financiar los gastos operativos de fondos que quieran establecerse en Chile. Según los datos de Lavca, en 2016 el país registró operaciones de capital riesgo por 11 millones de dólares.
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