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¿Nos quedaremos sin dinero (en metálico)?

Aunque técnicamente es posible prescindir del efectivo, España aún mantiene bajos porcentajes de pago electrónico

Un usuario se dispone a realizar un pago a través del móvil.Vídeo: ÁLVARO GARCÍA | EPV
Javier Salvatierra
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Jesús Miguel Ramos es propietario del restaurante La Cabaña en Alcobendas. Según cuenta, más o menos el 55% de su facturación le llega en efectivo, en billetes y monedas contantes y sonantes. El resto de sus ingresos no pasa por sus manos, no se ve, es dinero electrónico, pagos con tarjetas o cheques-restaurante. Le va bien así, dice, porque con el efectivo que maneja diariamente suele hacer los pagos diarios a proveedores, mientras que paga las nóminas, el alquiler y otras facturas con lo que ingresa en el banco. Se puede decir que Jesús va por delante de la media. En España, según Ovidio Egido, director general de Mastercard, el 70% del consumo privado aún se paga en metálico. Solo el 30% se abona mediante alguno de los cada vez más variados medios de pago electrónico. En los países nórdicos estos porcentajes se invierten e incluso se quedan cortos: en Dinamarca o Suecia el uso de billetes y monedas es casi anecdótico.

Los expertos consultados coinciden: el efectivo es sucio, engorroso y caro de gestionar -según Egido, el coste de manejarlo, imprimirlo, transportarlo y asegurarlo puede llegar al 1,5% del PIB mundial. En cambio, el dinero electrónico es seguro, cómodo, rápido y, sobre todo, trazable, es decir, deja huella y esa huella se puede seguir, por lo que dificulta enormemente el fraude y la economía sumergida, uno de los grandes problemas de la economía española. “El mayor coste del dinero en efectivo para la sociedad es que facilita el funcionamiento de la economía sumergida”, afirma Javier Alonso, recién nombrado número dos del banco de España.

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Entonces, ¿por qué ese apego español al monedero? Jesús Fernández-Villaverde, profesor de la Universidad de Pennsylvania, lo tiene claro. “Fraude fiscal. Tenemos una economía sumergida más grande que otros países de nuestro entorno”, responde por correo electrónico, dejando en un segundo escalón cierta aversión o retraso tecnológico. Emilio Vizuete, profesor de la Universidad de Barcelona, también menciona cierta “picaresca”, pero apunta sobre todo a una cuestión ”cultural” y a una “incultura financiera” que aún se arrastra del pasado inmediato. Santiago Fernández de Lis, Economista jefe de sistemas financieros y regulación de BBVA, también relaciona la querencia española por el efectivo con la economía sumergida. El Informe sobre tendencias en medios de pago 2016 de Tecnocom y AFI menciona otras razones: los que se resisten al uso de tarjetas u otros medios electrónicos lo hacen por las “tasas y comisiones asociadas” y por la “dificultad para controlar el gasto”.

Crecen los pagos electrónicos

Pese a todo esto, incluso en España el uso de dinero electrónico va aumentando y se acerca a los niveles del metálico. Por ejemplo, en el primer trimestre de este año, por vez primera los españoles pagaron con tarjetas más dinero (27.816 millones de euros) del que sacaron de los cajeros (26.603 millones), según el Banco de España. Este será el primer año en que se dé ese fenómeno. “Se está produciendo un doble movimiento: por un lado, más aceptación —más TPVs en tiendas— y mayor acceso a tarjetas”, explica Antonio Macías, director de Negocio de Tarjetas de BBVA.

¿Nos dirigimos a un país sin billetes y monedas? Javier Alonso tiene claro que no, por la función del dinero “como depósito de valor, algo que se aprecia en momentos de crisis” y “porque es la solución de emergencia cuando no hay luz”. No obstante, sí admite que las nuevas tecnologías “contribuirán a una reducción del uso de efectivo”, opinión que comparte Macías. Carmen Alonso, directora general de Visa España, opina que el efectivo “tendrá cada vez menos peso, aunque yo no veré su desaparición”. Para Fernández de Lis, “incluso en las propuestas más ambiciosas, los billetes de baja denominación tendrían que seguir existiendo”. Vizuete está convencido de que a medio plazo desaparecerá, igual que Antonio Argandoña, profesor de IESE, que lo supedita a que exista un sistema “absolutamente seguro, rápido, cómodo y al alcance de todo el mundo”.

Pero sí admiten todos que técnicamente sería posible prescindir del cash. “En los próximos cinco años viviremos más innovaciones que en los últimos 50”, afirma Egido. “El porcentaje de población bancarizada es altísimo”, señala Macías. El parque de tarjetas bancarias en España alcanza casi 70 millones, según el Banco de España cada vez más con tecnología contact less -sin contacto- que permiten pagar con un simple gesto, los servicios de pago por móvil -Bizum, Apple Pay, Samsung Pay y otros- empiezan a ponerse en marcha… En cuanto a la seguridad, Macías asegura que, aunque no se puede eliminar el riesgo al 100%, “las áreas de seguridad de los bancos son de lo más potente”.

Si acaso, hacen falta pequeños empujones, algunos en el ámbito legislativo. Como la rebaja a 1.000 euros del pago máximo en efectivo, anunciada por el Gobierno el pasado 2 de diciembre. Carmen Alonso cita medidas legislativas o administrativas para que el transporte público o los pequeños trámites burocráticos puedan pagarse electrónicamente. Egido aboga por “inculcar a los comercios y a los consumidores los beneficios asociados a estos métodos de pago y los costes del efectivo”. Vizuete, por su parte, apunta a los bancos, al apostar por una rebaja de las comisiones que las entidades cobran a los comerciantes por cada compra con tarjeta. Ramos, el dueño del restaurante, le toma la palabra: “Si lo hicieran, ninguna empresa se complicaría en manejar cambio”.

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