La precariedad laboral va para largo
España ha dejado de destruir puestos de trabajo, pero la recuperación del empleo será lenta
España puede romper con su patrón habitual en las salidas de las crisis: el empleo va bastante por detrás de la recuperación de la actividad económica. Ya hay algún indicio que apunta en esa dirección que el Gobierno subraya cada vez que puede: después de 68 meses —¡68 meses!— la afiliación a la Seguridad Social creció en febrero: 61.500 afiliados más en un año. Este dato y esa ruptura del patrón tradicional son la cara de un mercado laboral en estado comatoso, con un 26% de paro; la cruz es que llega por la precarización del trabajo. Basta un dato para apuntalar esta cara b: para que suba la afiliación en el último año ha sido necesario que se firmen poco más de 15 millones de contratos, apenas un millón menos de los trabajadores que cotizan a la Seguridad Social.
“Hemos conseguido darle la vuelta a los registros del paro y a la afiliación a la Seguridad Social”, celebraba el pasado martes la ministra de Empleo, Fátima Báñez, tras difundirse los datos de su departamento. “Hoy tenemos una nueva cultura del empleo”, sentenciaba mientras aludía al “afán reformista imparable” de su ministerio. No hizo referencia a ese empuje del empleo de mala calidad. En buena medida, porque tiene que ver con los cambios que mencionó. Sin la reforma laboral de febrero de 2012, no se explica todo el alcance que está teniendo la devaluación salarial. Sin ella, y sin muchos de los 33 retoques posteriores de normas laborales o relacionadas con ellas, contados por la Fundación Primero de Mayo, tampoco se entendería el empuje del empleo a tiempo parcial o el escaso éxito que siguen teniendo los contratos indefinidos.
Falta un tercer elemento, el trabajo autónomo, según apunta Inmaculada Cebrián, profesora de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares, cuando hace referencia a los pilares de la precariedad.
“Pese a la gravedad de la crisis y el sufrimiento que conlleva, no estamos arreglando ninguno de los problemas estructurales del mercado de trabajo. De hecho, la temporalidad no solo se ha mantenido sino que ahora empieza a aumentar [roza el 24% de los contratos]; se ha introducido con fuerza el tiempo parcial no querido por los trabajadores [crece a ritmos del 9% interanual] y el empleo autónomo, que se promociona desde el Gobierno y que genera mucho asalariado encubierto al dejar de estar protegido por los convenios colectivos [en febrero 44.000 de las 61.000 afiliaciones fueron de este tipo de trabajadores]. Esto nos lleva a un empobrecimiento de la población asalariada que en el futuro puede continuar e incluso acentuarse”, advierte Cebrián.
La visión pesimista de lo que sucede en el mercado laboral español es generalizada entre sus estudiosos, al menos, entre la decena larga de los consultados para escribir este reportaje. Aunque hay matices. Juan José Dolado, catedrático de Economía en el European University Institute de Florencia, no niega el deterioro. Abunda en él. Y añade un punto más duro: “Sí, claro que hay empleo precario. Pero, ¿cuál es la alternativa? Seguir con seis millones de parados”. En uno de sus últimos trabajos, Dolado ha concluido que España ya no necesitará crecer al 2% anual para crear empleo, bastará con que lo haga al 1% o menos. ¿Por qué? Más paro, sueldos más bajos, menores costes de despido y la reducción del poder de negociación de los trabajadores en relación con los empresarios han reducido el precio de la mano de obra. “El empleo malo es barato y fácil de crear”, resume Miguel Ángel Malo, de la Universidad de Salamanca, a la que se ha reintegrado hace pocas semanas tras una larga estancia en el Instituto Internacional de Estudios Laborales, dependiente de la OIT.
Solo una ayuda al empleo fijo
Desde el pasado 25 de febrero las empresas cuentan con una importante ayuda cuando firman un contrato indefinido: la tarifa plana de 100 euros sobre contingencias comunes. Cuando la anunció el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, puso una condición: la firma del contrato tenía que suponer un aumento de plantilla. La redacción del decreto ha diluido mucho esa condición. Tanto que más que en un estímulo al empleo, se ha acabado convirtiendo en un aliciente para la contratación indefinida. Poco más.
Mucho se ha estudiado sobre la eficacia de las subvenciones al empleo generalizadas y siempre se ha concluido que cuanto más amplias son, menos impacto tienen. De ahí que la respuesta de los expertos haya sido contraria.
“El Gobierno vuelve a enseñarnos la salida a corto plazo con la tarifa plana”, critica Inmaculada Cebrián, de la Universidad de Alcalá, que ha estudiado a fondo este tipo de ayudas. “¿Cuánto va a durar? Hasta las próximas elecciones. ¿Por qué no se destina ese presupuesto a I+D o a capacidad productiva para el futuro o a formar a parados sin cualificación? Por mucho que se abarate la contratación indefinida, si el empleo no es estable, el trabajador será de usar y tirar”.
Tampoco gusta la medida a Asempleo, patronal de las agencias de colocación. “Somos escépticos respecto a que se vaya a crear empleo con la tarifa plana”, dice su presidente, Andreu Cruañas, que afirma: “Es una subvención, cuando lo que hay que promover son políticas activas de empleo”.
Ni siquiera en el Círculo de Empresarios tienen fe en que estimule el trabajo: “La reducción general de la carga social a las empresas no creemos que tenga mucho impacto en la contratación”.
Esta ecuación, en teoría, puede hacer que la tasa de paro descienda más rápidamente que en la crisis anterior: bajar de casi un 25% al 8% costó más de 15 años. Pero desde luego no va a evitar la precariedad por una buena temporada. ¿Cuánto tiempo? Al menos cuatro o cinco años, vaticina el propio Dolado.
Los datos reales conocidos esta semana y ya antes los desestacionalizados —los que eliminan con fórmulas matemáticas los altibajos de la temporada turística o los despidos del otoño— muestran que España ha dejado de destruir empleo. “Eso es importante”, sostiene Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco, “pero van a seguir cerrando empresas y perdiéndose puestos de trabajo. Necesitamos que se creen más empresas y generen empleo para compensarlo. Y no veo que la situación vaya a cambiar demasiado a corto plazo. Nos enfrentamos a un paro estancado en el 25% de la población durante mucho tiempo. Con unos salarios bajos y un trabajo precario, que es hacia donde se está dibujando el futuro del empleo, será difícil que el consumo repunte, que fluya el crédito y que se remonte la crisis”.
En España no es nuevo que tras una crisis el empleo se recupere en precario. Es más, ni siquiera es un fenómeno exclusivo de este tipo de coyuntura. La poca estabilidad del empleo y el encadenamiento de contratos temporales fue el gran lunar del mercado laboral en la época de crecimiento. El empleo temporal fue la opción de salida en los años ochenta, cuando la descausalización del empleo temporal por el primer Gobierno del PSOE en 1984 provocó el uso —y la costumbre— masivo de este tipo de contratos que todavía hoy se sufre. Esta volvió a ser la carretera de salida tras la recesión de 1993. Y De la Rica cree que volverá a ser la opción una vez más: “Si no se modifica el contexto laboral, superaremos la tasa de temporalidad del 30% que abandonamos al comenzar la crisis. Uno de cada tres trabajadores tendrá un trabajo con fecha de caducidad, con los enormes efectos negativos que ello trae consigo en la formación de capital humano”.
Pero ahora hay nuevos elementos. “Es normal la prudencia de los empresarios cuando se está saliendo de la crisis. Ya fue así en las dos crisis anteriores”, subraya Alberto del Pozo, economista de UGT, “pero ahora se ha extendido. A la dualidad tradicional [diferencia entre trabajadores temporales y fijos] se ha añadido el empleo a tiempo parcial”.
En la misma línea apunta Miguel Ángel Malo: “Se han abierto nuevas formas de precariedad. Que crezca el empleo a tiempo parcial está bien. Holanda hizo una reforma para impulsarlo y eso fue una gran mina de empleo, sobre todo para las mujeres. Pero allí es voluntario. Cuando la jornada a tiempo parcial va asociada con horas extra es un rasgo de precariedad”. Y si esas horas extra encima no se pagan, la precariedad es todavía mayor. Y son estas últimas las que más han crecido para los trabajadores a tiempo parcial, un 28,5% en el último año, en lo que es otra nueva cara de la devaluación salarial.
El empleo a tiempo parcial nunca ha sido una opción muy popular en España. Mucho menos que en otros países de la Unión Europea. Aunque eso está cambiando. El Gobierno ha hecho varios cambios legales que permiten a los empresarios un uso mucho más flexible —también discrecional— de las horas extra en estos contratos. “Se atisba un incremento notable del uso del tiempo parcial en los nuevos contratos. Y, dado que para cerca del 70% de los trabajadores el tiempo parcial es subempleo [los trabajadores que tienen un contrato a media jornada pero quieren uno a tiempo completo], a la precariedad de la temporalidad estaremos añadiendo la del subempleo”, sostiene De la Rica.
Menos lúgubre es la visión de Dolado en este punto, quien pronostica que una precariedad no se sumará a la otra, sino que lo que se va a producir es un juego de suma cero. Es decir, que parte de la precariedad derivada de la temporalidad se trasladará hacia el empleo parcial. Y añade que ese juego en el que se producirá la suma cero acabará teniendo un saldo ligeramente positivo por el lado del empleo, porque al repartirse los puestos de trabajo habrá menos paro.
Para el Círculo de Empresarios, el incremento de estas dos fórmulas de contratación es lógico. “Ante la falta de seguridad en que el crecimiento leve que experimenta la economía española sea sólido, las empresas siguen prefiendo hacer contrataciones temporales. También los contratos para la formación y el aprendizaje han crecido un 50% en el último año”, afirma el secretario general de los empresarios, Jesús Sainz, que niega que el empleo a tiempo parcial tenga que ir aparejado a la precariedad. En su opinión, lo que España necesita “es trabajar con más autonomía e independencia, desarrollar el trabajo freelance...”.
Además del combinado de temporalidad y parcialidad, a De la Rica le preocupa que el 70% del incremento que se produjo en las afiliaciones de la Seguridad Social se haya debido a los trabajadores autónomos. “¿Cuántos de ellos son personas que han comenzado un nuevo negocio y cuántos se han dado de alta para ejercer el mismo trabajo que antes hacían como asalariados en la misma empresa que externaliza servicios y trasvasa todo el riesgo al trabajador y que, por supuesto, no representa creación de empleo?”, se pregunta.
El secretario general de UPTA (Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos), Sebastián Reyna, admite que una parte importante de las altas de trabajadores por cuenta propia se está produciendo por una externalización de servicios de las empresas que antes no se producía, como ocurre en el sector de la educación. Según UPTA, los empleados autónomos que trabajan para una sola compañía ascienden a 265.000, y es el colectivo que crece a un mayor ritmo, el 11%. “Es la parte de la precariedad del trabajo autónomo”, asegura Reyna.
Los falsos autónomos, como se conoce a este colectivo, no son exclusivos de España. “Es un fenómeno propio del Sur de Europa, donde hay un tejido empresarial especialmente débil. Al fin y al cabo, con este tipo de relación laboral, lo que hace el empresario es trasladar todo su riesgo al empleado. Con la temporalidad y la jornada parcial sucede algo de esto, pero en este caso el traspaso del riesgo es total”, analiza Malo.
Y existe el peligro, advierte José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI), de que se consolide esta clase de trabajadores, “los trabajadores pobres” que diría el Nobel Paul Krugman, en referencia a su magro salario.
Según Reyna, la situación del mercado laboral no se solucionará mientras no se aborde en España un cambio del traído y llevado modelo productivo, “solo tendremos empleo precario, fundamentalmente temporal”. En su opinión, el Gobierno está cargando sobre los hombros de los autónomos más responsabilidad de la que pueden asumir, puesto que, como parte más débil de la cadena empresarial, “no vamos a poder sacar a España de la crisis porque no somos determinantes en la economía, como son el sector público o las grandes empresas”.
También reclama un cambio de modelo productivo que ataje la precariedad Alberto del Pozo, que subraya que mientras en España hay un 17% de trabajadores con lo que la EPA llama ocupaciones elementales (sin mucha formación), en Alemania ese porcentaje desciende al 11%.
Para cambiar ese modelo, Agustín del Valle, profesor de Economía de la escuela de negocios EOI, señala que hay que profundizar en las reformas no acometidas hasta ahora para erradicar la dualidad laboral mediante el contrato único y poner en marcha políticas activas. Pero incluso así, hay una realidad muy difícil de resolver para ese anhelado cambio de modelo productivo: el 55% de los 5,9 millones de parados no tiene siquiera finalizada la eduación secundaria y eso no se resuelve en pocos meses.
“Pese a los datos laborales positivos de febrero, resultan muy poco relevantes porque son débiles y no atajan el problema de fondo, que no es que se reduzcan las cifras del paro, sino que se cree empleo y empleo de calidad. Hasta 2018 o 2020 no tendremos capacidad para que la economía crezca a ritmos del 3% para absorber buena parte de los puestos destruidos durante la crisis”, mantiene Del Valle, para quien la devaluación interna vía rebajas salariales no se está traduciendo en un aumento del empleo sino en un alza de los márgenes empresariales, que crecen el 6% frente a la rebaja de sueldos del 2%. “Necesitamos inversión. Un Plan Marshall que nos ayude a solucionar el problema del desempleo. No hay otra posibilidad. Si no, nos veremos abocados a un paro estructural del 15% a finales de esta década”, añade.
Para Marcel Jansen, si no se apoya desde Europa el proceso de recuperación de España va a ser muy lento. “Hace falta una política monetaria más agresiva para recuperar competitividad, porque la ganancia de competitividad externa de España no repercute en la creación de empleo”, sostiene, consciente de que la devaluación salarial está siendo muy dolorosa para el ciudadano, sobre todo porque se está concentrando en las rentas más bajas e incrementando a marchas forzadas la desigualdad. “No solo debemos hablar de políticas activas de empleo sino desarrollar un plan integral para que los parados sin cualificación no se queden por el camino y corran el peligro de formar parte de la bolsa de exclusión social. Echo en falta esta discusión entre el Gobierno, la patronal y los sindicatos, que se limitan a debatir si bajamos más o no los salarios en un debate cortoplacista”, critica el profesor de la Universidad Autónoma.
Hasta los empresarios agrupados en torno al Círculo de Empresarios creen, en contra de lo que aconseja a sus asociados la CEOE [patronal que no ha respondido a la petición para participar en este reportaje], que no se deben bajar más los sueldos, “no se pueden pedir más sacrificios a los trabajadores. Por eso recomendamos moderación salarial”, afirma Jesús Sainz.
Sin embargo, según los expertos consultados, al recorte de sueldos aún le queda tocar fondo. Piensan que este año será mejor para la creación de empleo. Aunque no suficiente. El presidente de Asempleo, la asociación que agrupa a las mayores empresas de trabajo temporal, Andreu Cruañas, estima que durante 2014 se pueden generar entre 150.000 y 170.000 puestos de trabajo. Una cantidad que José Antonio Herce eleva hasta un máximo de 250.000 empleos. Eso sí, la tasa de desempleo rondará el 25% y la temporalidad crecerá hasta suponer una cuarta parte de los contratos, estima el presidente de Asempleo.
Las empresas piden más flexibilidad
Los empresarios se muestran satisfechos de los resultados cosechados por las sucesivas reformas laborales del Gobierno. Por esa nueva cultura del empleo a la que se refería Fátima Báñez en la jornada organizada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) y Adecco bajo el título Hacia un nuevo mercado laboral competitivo como motor de la productividad. Pero quieren más. Más flexibilidad para poder cambiar los salarios, los lugares de trabajo, las jornadas y el resto de las condiciones laborales de sus plantillas.
“Los cambios producidos tras la reforma laboral han sido positivos. Los ajustes de las condiciones del empleo a la realidad empresarial se hacen ahora con mayor agilidad, como demuestra el hecho de que por cada expediente de regulación de empleo que se acomete se llevan a cabo más de diez modificaciones sustanciales de condiciones laborales y no hay mayor conflictividad laboral que antes”, afirmaba Juan Manuel Cruz, director general de relaciones laborales de Acciona, en la creencia de que cuando la economía repunte, la nueva legislación contribuirá a que se genere empleo.
No obstante, Cruz advertía de que la caída salarial que se ha producido con ella (del 1,2% según las cifras oficiales, elevadas por el Banco de España al 2% en 2012) se la iban a comer el aumento del 5% en las cotizaciones y el alza de 1,5 o 1,7 puntos derivado de la supresión de la exención en las bases de cotización de que gozaban hasta ahora algunos conceptos como los vales de comida. “Esto revertirá a la caja de la Seguridad Social, pero no en una mayor competitividad. Puede que lo que se gane por un lado se pierda por otro”, agregaba.
“La reforma ha supuesto un avance importante para disminuir el desempleo”, según el secretario general del Círculo de Empresarios, Jesús Sainz. [En el estudio elaborado por Manuel Lago, de CC OO, se pone de manifiesto que en los dos años de andadura de la reforma laboral se han destruido 1,3 millones de puestos de trabajo, un 7,5% del total, frente a la pérdida del 4,1% del empleo de 2010-2011 o del 7,2% de 2008-2009]. “Pero hay que avanzar en ella. Conseguir mayor movilidad, facilitar más los contratos a tiempo parcial e introducir el salario variable”, continuaba Sainz.
Sainz asegura que las empresas están preocupadas por la interpretación que los jueces están dando a las cláusulas de ultraactividad de los convenios colectivos y a los descuelgues. “Ha creado mucha incertidumbre entre los empresarios que se decanten a favor de los trabajadores. Esperamos que se acabe imponiendo el espíritu de la reforma del Gobierno”, sostiene. Es decir, que los convenios colectivos pierdan su vigencia y que los descuelgues sean permitidos, tal y como defendían en la jornada Salvador del Rey, de Cuatrecasas, e Íñigo Sagardoy, de Sagardoy Abogados.
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