En busca del cliente exterior
El país afronta el reto de reducir su dependencia del consumo doméstico
Tenía razón el compositor Antonio Carlos Jobim: “Brasil no es para principiantes”. Su economía también lleva de cabeza en los últimos tiempos a los economistas: hasta bien entrada la noche, uno puede ver operarios en las calles de Río de Janeiro trabajando a destajo en las obras que emprende Brasil para acoger el Mundial de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Brasil era una de esas economías de moda en el mundo, con una clase media emergente y orgullosa y con grandes planes de inversión públicos en la agenda, pero las curvas han empezado para la mayor potencia latinoamericana. Las grandes cifras del país se empeñan ahora en amargar el caramelo. La economía del país creció un leve 0,6% en el tercer trimestre del año, según se supo a finales de noviembre. Solo 48 horas antes de conocerse el dato, el ministro de Economía, Guido Mantega, estimaba el doble en un encuentro con periodistas europeos.
Pero no solo fue el político el que pecó de optimista hasta el último instante; también lo fueron la mayor parte de los analistas internacionales. Sí, Brasil es complicado para los amateurs. Lo admite citando a Jobim el presidente del Instituto de Economía Aplicada e Investigación (IPEA), Marcelo Cortes. “Estamos en una situación de prácticamente pleno empleo y la impresión de los ciudadanos es positiva. Sin embargo, la inversión cae pese a los estímulos. Los sondeos en Brasil están muy desconectados del producto interior bruto (PIB)”, explicaba en Río durante un viaje de prensa organizado y costeado por Brain, la agencia público-privada para el estímulo de inversiones.
Esta es una de las grandes carreras que el país tiene pendientes. Las inversiones descendieron un 2% en el segundo trimestre y es el consumo interno, que mueve más de la mitad de la economía, lo que salvó los muebles con un avance del 0,9%. El crecimiento previsto para 2012 ahora se sitúa algo por encima del 1%.
El Gobierno pone en marcha reformas profundas tras una fase de expansión de la clase media
Lo que ha ocurrido en la parte final de 2012 en Brasil es lo que ocurre en su economía, que, con una moneda muy apreciada, depende demasiado de su demanda doméstica. Las exportaciones apenas superan el 18% del PIB. Desde su despacho de São Paulo, Andre Esteves, presidente ejecutivo de BTG Pactual, el principal banco de inversión del país, coincide en este extremo: “No somos China. Brasil es una economía cerrada y ahora tiene que intentar crecer con exportaciones y atrayendo inversiones”, apunta.
De momento, el Banco Central de Brasil mantiene los tipos de interés en un mínimo histórico —estratosférico en parámetros europeos— del 7,2%, unos 5 puntos por debajo que hace año y medio, con el fin de espolear el crecimiento. Además, tiene un amplio programa de rebaja y simplificación fiscal y voluminosos planes de inversión en infraestructuras, como un plan de carreteras y ferrocarriles de más 50.000 millones de euros.
“Hemos vivido una gran expansión de la clase media, han mejorado los sueldos, ha habido una gran política de pensiones”, apunta el gobernador del Banco Central de Brasil, Alexandre Tombini, pero añade que “ahora el Gobierno debe preocuparse del lado de la oferta”.
Porque Brasil tampoco es China a nivel social. Tal y como recuerda Corte Neri, “el crecimiento económico brasileño es mucho menor que el de China, pero la calidad es mucho mejor, es percibida por la gente, este modelo es inclusivo”.
La clase media del país ha crecido en unos 40 millones de personas en la última década y se espera que represente el 60% de la población en el horizonte de 2018. La presidenta, Dilma Rousseff, tiene una agenda delicada: severas reformas estructurales, una industria energética en pie de guerra a cuenta de la rebaja de tarifas y los mercados siempre mirando con recelo.
Francesc Balcells, vicepresidente y responsable del aérea de mercados emergentes para la gestora Pimco en Europea, da buena muestra de estas inquietudes: “La política monetaria está siendo muy agresiva, pero ahora la fiscal también, y mover ambos cilindros a la vez genera riesgos”, advierte.
Pese a los riesgos, el país muestra vigor: el Gobierno espera un crecimiento del 4% para este año y lograr el pleno empleo.
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