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El misterioso robo de una joya del medievo
Columna
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Que nos lo devuelvan

Con aire ceremonioso y sigilo sacro, el canónigo archivero de la catedral de Santiago, un día del mes de septiembre del pasado año, nos abrió la cripta que daba cobijo casi litúrgico al Codex Calixtinus, el códice medieval y joya bibliográfica que acaba de desaparecer. Era el canónigo archivero D. José Mª Díaz quien, con orgullo, nos estaba mostrando el tesoro catedralicio. Nadie podía sospechar en aquel momento que seríamos, el historiador X. R. Barreiro y yo, de las últimas personas que tuvimos ocasión de contemplar la obra.

No conseguimos, a pesar de la cordialidad con que nos recibió el archivero, el préstamo de la obra para una exposición que pretendía mostrar algunos libros que habían configurado nuestra identidad como pueblo. Tuvimos que servirnos del magnífico ejemplar que custodia la Universidad de Salamanca... La exposición Ex libris Gallaeciae se acaba de clausurar y probablemente hubiera sido la mejor protección para la obra que acabamos de perder. Son cosas del destino, y espero que no hayan contado con la complicidad divina.

Los derechos de autor de esta obra pertenecen a toda la humanidad
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En la sociedad mercantilizada en la que vivimos todo el mundo se empeña en aquilatar la pérdida de la obra cuando es una auténtica profanación el hacerlo. Jamás podremos valorar la obra que dio lugar a una de las metáforas pétreas más importante de la cristiandad como es la catedral de Santiago y que nos situó a los gallegos en la cartografía cultural de la humanidad. La iglesia se servía de estas obras, en una época en la que lo natural y lo sobrenatural se confundían, para trazar rutas y diagramar el mundo y las conciencias de los creyentes.

Un claro síntoma de la decadencia eclesiástica está en el silencio que rodeó el robo del códice. En otras épocas, el hecho quedaría subrayado con una ruidosa tormenta tal como nos dicta la fecunda topística de hechos memorables. Hoy, en tiempos de tiniebla, el silencio ni siquiera fue roto por unas rotativas que ya no se fatigan como antaño.

Por si alguien pudiera dar noticia, el códice sustraído mide 23 x 16 y 30 por 21 centímetros la caja en la que se conserva. Consta de 225 folios y numerosas miniaturas, iconografía reproducida y estudiada en todo el mundo. Los derechos de autor de esta obra incomparable pertenecen a toda la humanidad y los gallegos somos los garantes de la distribución. Que nos lo devuelvan.

X. L. Axeitos es secretario de la Real Academia Galega.

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