Miles de tunecinos huyen a Italia
La inestabilidad política tras la revuelta espolea la salida masiva de emigrantes
Cientos de ciudadanos magrebíes, unos 4.000 según las autoridades italianas, han desembarcado en los últimos dos días en Lampedusa (Sicilia). Un flujo continuo de barcos y personas, en su mayoría tunecinas, continuaba llegando ayer a la pequeña isla italiana en lo que parece una consecuencia directa de la revuelta popular que derrocó, el pasado 14 de enero, al dictador tunecino Zine el Abidine Ben Ali.
El Gobierno italiano, que se reunió en Roma en un Consejo de Ministros extraordinario, declaró el estado de emergencia humanitaria y pidió ayuda urgente a la Unión Europea para afrontar la crisis.
Aunque al principio los desembarcados eran hombres jóvenes, en las últimas horas de ayer empezaron a llegar también mujeres y niños. Los expatriados contaban que hay muchos barcos en ruta hacia la isla y que el nuevo Gobierno tunecino ha perdido el control de los puertos del sur del país, especialmente el de Sfax, donde, según afirman, los pescadores, embarcan a todo aquel que esté dispuesto a pagar entre 2.000 y 2.500 dólares. Al menos una persona murió y otra desapareció cuando un barco que zarpaba de la ciudad tunecina de Gabes hizo aguas.
El Gobierno italiano pide ayuda urgente a la UE para afrontar la crisis
El ministro del Interior, Roberto Maroni, afirmó que hay riesgo de una "verdadera tragedia humana" y elevó el nivel de alerta terrorista ya que, según dijo, entre los llegados a Lampedusa "hay ciudadanos que buscan protección, criminales evadidos de las cárceles y personajes infiltrados de organizaciones terroristas como Al Qaeda del Magreb en el Islam". El comunicado del Gobierno, en el que se anunció el estado de emergencia, aseguró que se dará a Protección Civil un mandato "para que tome las medidas necesarias para controlar el fenómeno y asistir a los ciudadanos que llegan desde los países norteafricanos".
Las organizaciones de derechos humanos denunciaron que el centro de primera acogida de Lampedusa, que podría dar refugio a mil personas, permanecía cerrado. Cientos de inmigrantes pasaron la noche en el muelle del puerto de Lampedusa sin recibir atención sanitaria. Dos autobuses, uno para 50 personas y otro más pequeño, trasladaron con cuentagotas a los recién llegados, agotados por el cansancio y el frío, a dos estructuras improvisadas para la acogida.
Otros inmigrantes fueron trasladados en aviones hasta los centros de identificación y expulsión situados en Sicilia. Pero la llegada de barcas, pateras y pesqueros fue continua desde el jueves. El último desembarco con 17 personas se produjo ayer de madrugada, alrededor de las 05.15 horas, pero antes habían llegado 71 inmigrantes a las 03.15; 24 a la 01.30; 28 a las 00.45, y diez a las 00.30. Antes de la medianoche atracaron una barcaza con 90 pasajeros y otra con 30.
El párroco de Lampedusa, Stefano Nastasi, ofreció a las autoridades civiles los locales de la Iglesia y pidió que se abra el centro de primera acogida, cuyos trabajadores han sido despedidos, aunque, pese a ello, ayudaron a llevar víveres y ropa a los inmigrantes.
El ministro Maroni teme que la revolución en Egipto empeore aún más la situación, y ha enviado una carta a la presidencia de turno del consejo de la UE y a la Comisión Europea para pedir que el próximo Consejo sobre Justicia e Interior analice "la crisis en los países del Norte de África y su reflejo sobre la inmigración y la seguridad interna en Europa". El Ejecutivo italiano se declaró incapaz de ocuparse de esta oleada de inmigrantes y pidió a Bruselas una misión Frontex para patrullar las costas de Túnez.
Un portavoz italiano de Amnistía Internacional afirmó que la llegada masiva de tunecinos demuestra que el incumplimiento de las normas de asilo político internacional decididas en el pasado por el Gobierno italiano "no detiene los flujos de inmigrantes cuando la situación es desesperada", y pidió que se analice "caso por caso" la situación jurídica de los llegados a Lampedusa. "La situación de los derechos humanos en Túnez es todavía incierta, y debemos estar seguros de no repatriar a nadie que pueda sufrir persecuciones o torturas".
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