Antonio Mendoza, El Trompo, recuerda que hace 20 años pagaba por su casa 750 pesetas a un cura que recorría el edificio con un cazo todos los meses. Pero eso era hace mucho tiempo. El sacerdote desapareció y ni por la casa del Trompo ni por la de ningún otro vecino.
"Aquí estamos como los salvajes, aislados y solos". María Quirós, que se protege a duras penas del frío con un plumas enorme, lo dice con retintín. "¿Qué cómo me muevo?". Risa torcida. "Fatal, chica, fatal". María, de 57 años, se mudó hace dos años a la urbanización de El Pinar, en Navalcarnero (23.115 habitantes).
Rafael Alberto Gómez, de 46 años, habla rápido, vocaliza mal y se muestra nervioso. Toma antidepresivos entre otros muchos medicamentos y afirma que duerme mal y que ha perdido la memoria. Son algunas de las consecuencias de haber pasado 33 meses en prisión provisional por un crimen que no ha cometido.
"¿Existen problemas de alumbrado en tu barrio?". Esa fue la pregunta que Paco Caño, de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), hizo a los miembros de su organización. Según él, la respuesta ha sido "impresionante".
Una calle estrecha, una tienda más, una puerta metálica sin timbre. Por los cristales translúcidos que la enmarcan se aprecia cierto movimiento. No queda otra que tocar con los nudillos. Y entonces aparece, detrás de una gran mesa de madera, el señor Lee, o mejor, Mr. Lee.
La multiplicidad de lenguajes utilizados por los artistas participantes en el Festival Escena Contemporánea, que arranca hoy, ha sacado sus propuestas de las salas alternativas, principales sedes e impulsoras de este certamen que reivindica el riesgo escénico de lo no convencional.
MARÍA PORCEL ESTEPA | Madrid
Ruta de principiante por los alardes gastronómicos de Madrid Fusión