La mirada radical del surrealismo

Las cosas nunca más volverían a ser lo que parecían. Los surrealistas emplearon las cámaras de fotos y los cinematógrafos, esos artefactos que aún parecían habitantes del terreno de la magia, para crear equívocos. No solo recurrieron al mundo de los sueños para perturbar. Liderados por Breton, se atrevieron con todos los temas y bajo todos los puntos de vista. Y nada como la fotografía y el cine para apurar al máximo la sorpresa (a veces estupor) del público. La Fundación Mapfre abre hoy una exposición, La subversión de las imágenes (Surrealismo, fotografía y cine), en la que a través de 400 obras se puede contemplar cómo los integrantes del movimiento surrealista utilizaron la fotografía y el cine para hacer su particular revolución.

El cine, invento a caballo entre el siglo XIX y el XX, vertebra la exposición. Junto a títulos clásicos como La Edad de Oro, se proyectan trabajos experimentales o pruebas de autor. Una de las películas más atractivas está firmada por Man Ray. Muestra durante ocho minutos a un Pablo Picasso con una copa en la mano y una mantilla española sobre su ya escasa pelambrera. El filme se titula La garoupe y fue filmado en 1937.

Coproducida con el Centro Pompidou, la muestra está comisariada por Quentin Bajac, Clément Cheroux, Guillaume Le Gall, Michel Poivert y Philippe-Alain Michaud, que explican que han tratado de rescatar las imágenes fundamentales para entender esta corriente artística. Para ello han conseguido 300 fotografías, un centenar de documentos y 10 películas prestadas por colecciones públicas y privadas de todo el mundo.

En opinión de Clément Cheroux, el objetivo de este proyecto era aclarar que los surrealistas no solo querían hacer una revolución, sino que en su punto de mira estaba provocar un terremoto universal que pusiera todo patas arriba. Para ello están las piezas de André Bretón, Dalí, Giacometti y Magritte, Cartier-Bresson, Gala Dalí (antes Eluard), Brassaï, Max Servais o Eli Lotar.