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Columna
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Estampas del mundo antiguo

Lluís Bassets

A unos solo les importa Zapatero y el Gobierno socialista. A los otros el bono español y el euro. Son dos lenguas distintas, dos universos, que solo tienen un punto de comunicación, Duran Lleida. El portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados sostiene por el momento a Zapatero y al Gobierno. Pero lo hace como la cuerda con el ahorcado: para que se vaya asfixiando antes de caerse, dentro de unos meses. Y lo hace en nombre del bono español y del euro. Rajoy y su Partido Popular, en cambio, no atienden a nada que no sea alcanzar la cima de la cucaña, dispuestos a federar a todos los agraviados por el recorte -pensionistas, funcionarios y sindicalistas- detrás de la bandera de los derechos sociales, recién arrebatada en esta temporada aciaga de las manos temblorosas de los ardientes zapateristas, ahora los más atentos a los mercados, a los criterios de estabilidad de Bruselas y al rigor del Fondo Monetario Internacional.

Cuando Zapatero haya culminado su tarea, dentro de 90 días, no quedará trabajo para ningún Gobierno de derechas en este país

CiU podrá escoger después de las elecciones catalanas y de su previsible resultado entre seguir sosteniendo a Zapatero (como la cuerda al ahorcado) y apoyar una moción de censura. Si hace lo primero y le apoya en los presupuestos, será o por la improbable razón de que Zapatero tenga todavía algo sustancioso que ofrecerle o porque quiera evitar que el PP arrolle de nuevo a Cataluña con una mayoría absoluta como la que obtuvo Aznar en 2000. Y si hace lo segundo, será porque habrá recibido una señal inconfundible desde la calle de Génova acerca de los sustanciosos beneficios que aportaría la recuperación de un pacto como el que suscribió con Aznar en el Majestic en 1996. El nacionalismo conservador catalán, después de siete años de travesía del desierto, observa las cartas que tiene en la mano con la única duda de si debe ligar un póquer con el PP ascendiente o apartar todavía unas cartas por si puede apurar un full con lo que queda del PSOE.

Los socialistas han puesto hasta ahora todo de su parte: es imposible pedirles un esfuerzo más. Dentro de 90 días, cuando Zapatero haya culminado su tarea, no quedará trabajo para ningún Gobierno de derechas en este país. Y menos todavía en Cataluña, donde la fórmula del tripartito ofrece la oportunidad de sumar el celo de quienes gozan con la tijera sobre el gasto al de quienes gozan con el aspirador de la recaudación, aplicado hasta los rincones ideológicamente más próximos, no fuera caso que al final todavía quedara alguna probabilidad de mantener alguna fidelidad entre los electores de siempre.

Ahora toda la responsabilidad ya es de los estrategas de CiU, o mejor dicho, de los funcionarios encargados del orden y la limpieza de los locales. No hay que hacer prácticamente nada. Ni siquiera reunirse en exceso, no fuera que alguna ocurrencia redundara en un fallo garrafal capaz de arruinar una campaña que está hecha antes de empezarla. Con evitar los errores de recorrido, es decir, dejando que transcurra un día detrás de otro sin que pase nada, basta para ganarlo todo y alcanzar al fin lo que ni siquiera proporcionaron los años esplendorosos de hegemonía pujolista: el gobierno de la capital primero, luego el de Cataluña y finalmente una buena entrada con Rajoy en La Moncloa, sin menú obligado y con posibilidad de escoger a la carta.

Hay antecedentes de tareas como las que hoy tiene ante sí el socialismo. Hace más de 20 años fue un Gobierno socialista el que culminó la incorporación de España en el mundo occidental, con tres decisiones cruciales: ingresar en la Unión Europea, reconocer al Estado de Israel y permanecer en la OTAN. Como ahora, también entonces un mundo viejo estaba a punto de desvanecerse.

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Quienes solo se preocupan de Zapatero y del bono debieran recordar que ambos son hojas arrastradas por la voluble coyuntura: que suban o bajen y al final se esfumen es parte esencial de su propio ser. Pero el socialismo y el euro pertenecen al sustrato de las cosas esenciales que solo mutan cuando muta la época: ninguna corriente ideológica europea se halla en peor estado de salud ahora mismo que la socialdemocracia, obligada además al ejercicio masoquista de adelgazar el Estado social, la criatura cuya preservación le da sentido; nada de la compleja construcción europea se halla en situación más precaria que el euro. Saber qué vamos a hacer con ellos es parte ya de la agenda del futuro, algo que no interesa a quienes trepan por la cucaña resbaladiza.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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