"La solución al narcotráfico pasa por la despenalización"
Una comedia en la que el humor ha sido sustituido por el horror. Así define Carlos Fuentes su nueva novela, Adán en Edén (Alfaguara). El aire de comedia corre por cuenta del autor mexicano nacido en Panamá en 1928. El horror, entre tanto, lo pone la realidad de México, un país "minado" por el narcotráfico.
Para Fuentes, la diferencia entre tema y tono nace de su negativa a escribir una novela de tesis sobre un asunto al que podía dedicar un artículo de periódico. "Pensé: el tema es tan trágico que mejor empezar como una comedia, es decir, contando la historia de un hombre que termina en el narco porque las circunstancias lo arrastran". Ese hombre es Adán Gorozpe, un potentado con doble vida al que un braguetazo convierte en un mandamás, "el mero mero". Hasta que la corrupción zancadillea su paseo por la alfombra roja de una sociedad que "lo promete todo pero no dice cuándo".
"El estilo es lo que convierte la actualidad en literatura"
"La violencia", explica el escritor, "es un material que se resiste a ser tratado con humor. Pero el humor nace precisamente de esa pugna entre materia y estilo. Y el estilo es lo que convierte la actualidad en obra literaria. Los hechos que cuenta Guerra y paz ya los conocíamos, pero Tolstói les da algo más. Y ese algo más es la literatura". Pese a huir del tratamiento periodístico, Carlos Fuentes reconoce que Adán en Edén es "la novela de un lector de periódicos". Los que lee él y los que lee su personaje, papeles en los que el narco y sus sangrientos alrededores ocupan cada vez más espacio.
El autor de Terra nostra tiene al respecto una explicación y una solución. La explicación: "México está ahora en el centro del narcotráfico porque está en la frontera. Esa es la diferencia. Hay una corresponsabilidad de los Estados Unidos, porque las armas y el consumo son estadounidenses, pero los muertos son mexicanos".
¿La solución? "Despenalizar las drogas. Paulatinamente. Entre tanto tenemos el problema de enfrentar a estos criminales. La policía en gran medida ha sido cooptada y el Ejército es más débil que los narcos. Además, a veces no quiere mancharse. Y tiene razón. No está para hacer labores policiales. Necesitamos una fuerza implacable que se enfrente a enemigos implacables, y esta podría ser la securité francesa, los cuerpos de policía de la antigua Alemania Oriental o la policía israelí. Necesitamos una fuerza de contraataque muy severa".
¿No plantearía eso un problema de soberanía? "Vivimos en un mundo globalizado. Además, no tendría por qué saberse. Son actos de Estado, de un Estado que se defiende a sí mismo. Yo no quiero que se muera el Estado mexicano. Nos llevó mucho tiempo construirlo". Cuando se le sugiere que una decisión así podría abrir una puerta difícil de cerrar, el novelista argumenta: "Esos mercenarios están actuando en todo el mundo y nadie sabe de su existencia. No se meten en nada en lo que no puedan meterse. Están ahí para cumplir un papel: enfrentarse a una fuerza criminal".
Seguro que a él le queda energía para contar el desenlace de esa historia. Adán en Edén ocupa ya su lugar entre la treintena de títulos que conforman La edad del tiempo, el nombre que recibe la reunión de su obra narrativa. Estos días, además, Del Centro Editores rescata en edición de bibliófilo El muñeco y El trigo errante, dos relatos suyos aparecidos en 1956 en la revista de la Universidad de México.
"Estoy vivo", dice, "porque tengo libros que escribir". Y escritos. Entre ellos, un volumen de novelas breves y un largo ensayo sobre la gran novela latinoamericana -de las crónicas de Indias a la actualidad- que se publicará primero en Estados Unidos. "Más lo que tengo preparado, que son tres o cuatro libros", añade. "Así que concédame 10 años".
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