Castigo exagerado
La rebaja de las perspectivas crediticias españolas advierte sobre el rápido aumento de la deuda
La onda expansiva de la crisis griega no se ha hecho esperar. La agencia Standard & Poor's rebajó ayer la perspectiva crediticia española de estable a negativa y la mantiene en doble A+. Es una advertencia de que el próximo paso puede ser una rebaja en la calificación. La decisión de S&P tuvo efectos inmediatos: el Ibex cayó el 2,27% y la rentabilidad de la deuda subió en ocho centésimas. La agencia de rating exagera; casi todos los países europeos, castigados por la recesión, merecen tanto como España que se degraden sus expectativas crediticias. Es verdad que las perspectivas de crecimiento son bajas, pero la deuda pública está entre las más bajas de Europa; y en cuanto a la política de consolidación fiscal, que S&P considera "poco agresiva", cabe recordar que la Comisión Europea (CE) ha aprobado el plan propuesto por el Gobierno para reducir el déficit.
Los problemas de fondo son otros. La deuda pública en España está por debajo de la de Francia, Holanda o Dinamarca, pero los mercados detectan que está creciendo muy rápidamente y S&P se hace eco de esa inquietud. El gran inconveniente de las finanzas públicas españolas está en un grave desequilibrio entre ingresos y gastos, que provoca elevados déficit en periodos de recesión y apenas genera superávit en épocas de prosperidad. Por más exagerado que resulte el deterioro de perspectiva crediticia de S&P -Fitch y Moody's mantienen la calificación triple A-, ha de entenderse como una advertencia: las políticas contra la crisis deben incluir el cuidado de la estabilidad financiera y no sólo los programas de estímulo público.
Mucho más grave es el caso de Grecia, cuya calificación crediticia fue degradada el martes por la agencia Fitch desde A negativo a triple B positivo. Grecia acumula un déficit público que superará el 12% este año y la deuda sobre el PIB llegará probablemente al 135% del PIB en 2011. Los bancos griegos tienen ahora graves dificultades para buscar financiación en Europa y el Gobierno está obligado a presentar un plan muy riguroso de estabilidad a medio plazo. Grecia presentará a Bruselas en enero ese programa para reducir el déficit y la deuda. Lo más razonable es que el Gobierno se comprometa a una intensa reducción del gasto público y que el BCE y la Comisión le vigilen de cerca.
Una quiebra de la deuda griega sería una catástrofe para el euro y para los acreedores de la banca helena en Francia o en Alemania; es poco probable que suceda.
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