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Reportaje:NIÑOS DEL MUNDO | LÍBANO

Con sueños y sin país

Pablo Guimón

Su sueño es "volver a Palestina". Un lugar que, en realidad, nunca ha pisado. Niamet nació aquí, en el campo de refugiados de Chatila, en Beirut. Y aquí ha pasado sus 11 años de vida. Aquí nacieron también sus dos hermanas, su hermano y sus padres. Sólo su abuelo conoció Palestina, y sus historias de cómo tuvo que huir y viajar días y días por el monte marcaron a Niamet.

Cerca de 18.000 personas viven hacinadas en este caos de un kilómetro cuadrado construido en 1949 para 3.000 habitantes. Han sufrido matanzas como la llevada a cabo en 1982 por la milicia falangista libanesa con la aquiescencia de las tropas israelíes, que se cobró entre 800 y 3.500 vidas civiles. Hoy Chatila es un profundo pozo de miseria, donde los refugiados palestinos conviven con otros refugiados y desesperados de toda índole. Sobre el papel es la ONU la que administra el territorio, pero de hecho quien lo controla es un comité popular, liderado por las facciones políticas y militares palestinas más radicales.

Artículo 22 de la Convención sobre los Derechos del Niño

Se proporcionará protección especial a los niños considerados refugiados o que soliciten el estatuto de refugiado, y es obligación del Estado cooperar con los organismos competentes para garantizar dicha protección y asistencia.

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El mundo de la infancia es un pañuelo

El día a día aquí es duro. Sin alcantarillado, con apenas cinco horas al día de electricidad, el agua racionada, y un urbanismo atroz en el que los edificios no han hecho más que crecer y crecer en vertical, peligrosamente y sin orden.

El padre de Niamet es carnicero y su madre, de origen sirio, ha enfermado este año. Por eso, y por las dificultades económicas (un año de escolarización sale a unos 200 euros), Niamet ha tenido que dejar temporalmente la escuela para cuidar de ella. "Ahora está mejor", dice, "quizá el año que viene pueda volver estudiar".

Quiere ser arqueóloga, le gusta la historia. También le gusta dibujar. Y enseña orgullosa sus dibujos, que demuestran dramáticamente lo lejos que está la reconciliación de las miserables calles de Chatila: banderas palestinas transportadas por palomas de la paz, banderas israelíes ardiendo…

No hay rastro en Niamet de la inocencia que se le supone a un niño de su edad. Preguntas inofensivas reciben respuestas militantes. ¿Un deseo? "Que todos los árabes se unan contra Israel, porque una mano sola no puede aplaudir". ¿Un sueño? "Poder volver con mi familia a mi tierra". ¿Un mensaje para los niños del mundo? "Que sintieran mi sufrimiento y se solidarizaran con nosotros". A la pregunta de si ha visto alguna vez a un niño israelí, responde: "Sí, los vi en la televisión escribiendo dedicatorias para los niños palestinos en los misiles".

Niamet acude cada día al Children and Youth Centre, una ONG que trabaja con los niños para mantenerlos alejados de las peligrosas calles de Chatila. Allí coincide con amigas como Joana, un refugiada kurda también de 11 años.

Joana vive con sus tres hermanas y su madre, que se separó de su padre "porque era alcohólico". La familia no atraviesa un buen momento. Las tuberías de su pequeño piso reventaron y la casa se inundó. Perdieron lo poco que tenían, y ahora duermen cada noche en casa de algún familiar.

Quiere ser pediatra, porque le encantan los niños. Pero ella no quiere tener sus propios hijos, porque no quiere casarse. "No quiero un hombre como mi padre", dice. Sueña con viajar a Turquía, de donde su madre le cuenta historias maravillosas, o a América, donde tiene unos tíos. Pero no tiene pasaporte. Le gustaría tener un superpoder que le dijera quién es bueno y quién es malo, y le permitiera "quitar a la gente mala de la Tierra". Y éste es su mensaje para los niños del mundo: "Que les quiero mucho. Que aprendan a ser autosuficientes. Y que nunca se casen con alguien malo". 

Joana, refugiada kurda de 11 años, posa con sus juguetes y sus sandalias en una azotea del campo de refugiados de Chatila, en Beirut. Desde aquí se ve el caótico paisaje, producto del crecimiento incontrolado y los ataques militares.
Joana, refugiada kurda de 11 años, posa con sus juguetes y sus sandalias en una azotea del campo de refugiados de Chatila, en Beirut. Desde aquí se ve el caótico paisaje, producto del crecimiento incontrolado y los ataques militares.ISABEL MUÑOZ

Refugiados

Un total de 18 millones de niños y niñas sufren los efectos del desplazamiento. Hay cerca de 50 millones de personas desarraigadas en todo el mundo, incluyendo refugiados y desplazados en sus propios países. Líbano. En este país de Oriente Próximo habitan un total de 408.438 refugiados palestinos (datos de la ONU de 2007), que constituyen cerca del 10% de la población total del país.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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