El tesoro que velaron las ratas
Hallados en un sótano de Buenos Aires centenares de documentos de autores clásicos - Hay inéditos de Alfonsina Storni, Rubén Darío y Valle-Inclán
A la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni, enferma de cáncer, se lanzó por una escollera en Mar de Plata y murió ahogada. Horas antes había enviado un poema a un periódico de Buenos Aires y una carta a su hijo Alejandro, de 27 años. Pero nadie sabía que envió también otra, probablemente la última, la más angustiada, a un escritor amigo. Decía así: "Querido Gálvez: estoy muy mal. Por favor... mi hijo... tiene un puesto municipal, yo otro; ruégale al intendente en mi nombre que le ascienda acumulando mi sueldo. Adiós. No me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina". Tenía 46 años y era una de las mejores poetas de América Latina.
La carta, archivada y olvidada tras su paso por un juzgado, ha aparecido hace 15 días en Buenos Aires, junto con otros cientos de documentos, en los sótanos de la vieja casa que alberga la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Su presidente actual, Alejandro Vaccaro, un investigador que no soporta tirar un papel sin darle antes mil vueltas, se puso a revisar un montón de viejos archivadores de fuelle, clásicos para guardar facturas y anotaciones contables, antes de autorizar su destrucción. Y allí, perfectamente archivadas, aparecieron 1.292 carpetillas de papel marrón con cartas y documentos de muchos de los grandes escritores argentinos y latinoamericanos de principios del siglo XX. "Me quedé mirando asombrado lo que creo que es el manuscrito original de La marcha triunfal, de Rubén Darío... Cartas autógrafas en inglés de Sarmiento, una carta íntima de José Hernández, autor de Martín Fierro, a su mujer... Habrá que empezar una investigación para comprobar hasta qué punto aparecen poemas inéditos, cartas importantes para las biografías de sus autores".
El manuscrito de La marcha triunfal muestra la cuidada letra de Darío, hermosa, perfectamente legible, sin una tachadura. Al lado, una carta de Ramón María del Valle-Inclán a su llegada a Asunción (Paraguay) el 21 de septiembre de 1910. Valle-Inclán cuidaba también mucho su caligrafía, clara y firme. El escritor se alojaba en el hotel Hispano Americano y estaba algo molesto porque, nada más bajarse del barco, le habían robado la maleta... Pero aun así, la belleza del río le deslumbraba: "Paraná, qué río... no sé por qué no tiene tanta fama como el Nilo".
Vaccaro reconoce que lo que más le emocionó fue la carta de Storni, quizás porque en sus trazos irregulares late, más que en su despedida "oficial", todo su dolor, despojado de cualquier apariencia literaria. Alfonsina había tenido a Alejandro cuando era una joven maestra de 19 años, soltera, y a punto de morir procura aliviarle el futuro.
El presidente de la SADE se mueve por su hermoso y viejo despacho, el antiguo y descuidado comedor de la casa de una familia tradicional de primeros del siglo XX. "La Sociedad tiene poco dinero", reconoce. "Deberíamos dar las gracias a las ratas que han tenido la deferencia de no comerse estos papeles", comenta, irónico. "Aun así, hemos conseguido cambiar 5.000 metros de cable, por lo que, al menos, todo esto no se prenderá fuego".
Vaccaro, que es él mismo un investigador reconocido (ha reunido una colección particular de 20.000 objetos relacionados con Jorge Luis Borges), intenta promover una ley para conseguir que las autoridades públicas protejan y ayuden a digitalizar las muchas y magníficas colecciones privadas de valor literario y artístico que existen en Buenos Aires y en otras ciudades argentinas. "Es increíble, por ejemplo, la documentación sobre Gardel que tienen dos hombres muy mayores que conozco y fueron reuniendo ese material a lo largo de los años. Sería una pena que se perdiera por culpa de esta terrible desidia que padecemos", se lamenta. "Todo el mundo sabe que buena parte del material más valioso con que contaba la SADE ha sido robado y expoliado. Esto se ha salvado porque estaba olvidado en el sótano, al cuidado de las ratas", explica, casi protegiendo con sus manos el cortejo y los claros clarines que anuncia La marcha triunfal.
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