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El desafío nuclear iraní

Occidente dice basta ya a Irán

Los líderes de EE UU, Francia y Reino Unido amenazan a Teherán con endurecer las sanciones tras descubrirse la construcción de una planta nuclear secreta

Antonio Caño

El pulso entre Irán y la comunidad internacional ha alcanzado el punto límite. Nunca se ha visto a Irán tan vulnerable ni a las grandes potencias tan unánime y firmemente decididas a emprender acciones en su contra. Ayer, tras conocerse la existencia en ese país de una segunda planta secreta de producción de material atómico, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido amenazaron al unísono con duras sanciones contra el régimen islámico si no acepta de inmediato la inspección de sus instalaciones nucleares.

La advertencia, hecha pública en una comparecencia conjunta de los líderes de esas tres naciones, cobra todavía más fuerza al haberse producido un día después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una histórica resolución contra la proliferación nuclear y coincidiendo con el arranque en esta capital industrial de Pensilvania de la cumbre del G-20, donde están representadas las grandes economías desarrolladas y en vías de desarrollo del todo el mundo. Es, simplemente, la prueba de que Irán se ha quedado solo, y que parece, finalmente, abocado a acatar las reglas internacionales o a arriesgarse al aislamiento o a la catástrofe.

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"El Gobierno iraní tiene ahora que demostrar con hechos sus intenciones pacíficas o rendir cuentas a la comunidad internacional", advirtió el presidente norteamericano, Barack Obama.

Más duros y directos, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, manifestó que "todas las opciones deben de estar sobre la mesa" a partir de ahora para responder al comportamiento de Irán, mientras que el primer ministro británico, Gordon Brown, anticipó que se acerca el momento de "más y más contundentes sanciones" contra ese país.

"Se trata del más urgente desafío al que hoy hace frente el mundo", aseguró Brown. "Irán está conduciendo a la comunidad internacional por un camino peligroso", añadió Sarkozy. Aunque no apareció junto a ellos porque estaba reunida en ese momento con el presidente ruso, la canciller alemana, Angela Merkel, dijo posteriormente que su país mantenía sobre este asunto la misma posición que sus aliados.

El presidente norteamericano señaló claramente que la reunión prevista para el próximo 1 de octubre en Ginebra entre representantes de Irán y de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido), más Alemania, será la última oportunidad del régimen iraní de evitar medidas de represalia. Para ello, según dijo Obama, "tiene que colaborar total y extensamente con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA)".

Obama ha dedicado esta semana en Nueva York a una frenética actividad de búsqueda de la unidad sobre Irán, y ha conseguido sumar a ese consenso al país más renuente hasta ahora, Rusia, cuyo presidente, Dmitri Medvédev, admite ya la necesidad de castigar al régimen islámico. "Cuando se han utilizado todos los instrumentos y no han funcionado, puede llegar a ser necesario el uso de sanciones", admitió Medvédev el jueves en una conferencia en la Universidad de Pittsburgh.

China parece mantener aún algunas reservas, pero Obama podría vencerlas en su visita de noviembre a Pekín, que coincidirá con la fecha en que las sanciones deberían de ser presentadas en el Consejo de Seguridad.

El consenso parece aún más factible ahora, después de que la comunidad internacional se haya visto burlada por los planes conducidos por Irán de forma secreta. El OEIA confirmó ayer que el lunes pasado había recibido una breve nota del Gobierno iraní comunicándole la existencia de "una planta piloto" para el enriquecimiento de uranio, sin aportar más detalles. Fuentes oficiales norteamericanas aseguraron ayer que el mensaje al OEIA fue enviado después de que las autoridades iraníes descubrieran que esa planta había sido ya detectada por los servicios de espionaje occidentales. No es la primera vez que ocurre algo así. La existencia de las instalaciones atómicas en Natanz también fue reconocida por el régimen después de haber sido descubierta.

El propio Obama estaba informado desde el comienzo de su presidencia de la existencia en la ciudad santa de Qom, próxima a Teherán, de una segunda planta que podría empezar a enriquecer uranio a partir del próximo año. Según los datos aportados por los servicios estadounidenses, esa instalación no disponía aún de la capacidad de enriquecimiento de uranio a un nivel suficiente para la fabricación de armas atómicas. Pero el secreto en el que se conducía la investigación, al parecer desde hace años, es prueba suficiente para los Gobiernos occidentales de que esa era la intención última del proyecto.

"El tamaño y la configuración de esta planta es inconsistente con un programa pacífico. Irán está rompiendo las reglas que todas las naciones tienen que cumplir", afirmó ayer el presidente estadounidense.

Las fuentes norteamericanas no han revelado de qué forma se produjo el hallazgo de la planta de Qom, aunque los expertos opinan que el Gobierno iraní se ha visto obligado a salir al mercado internacional para conseguir el material necesario para el desarrollo de ese programa.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no se refirió a él en su reciente intervención ante la Asamblea General de la ONU, ni el asunto había surgido en ninguno de los contactos mantenidos en el pasado entre representantes iraníes y los negociadores internacionales. Ahmadineyad suspendió, en un primer momento, la conferencia de prensa prevista ayer en Naciones Unidas. Pero, horas después, rectificó y volvió a convocar a los periodistas.

Obama recordó que Irán, como el resto de las naciones, tiene derecho al desarrollo de la energía nuclear para usos pacíficos -incluso podría encontrar la colaboración occidental para ello-, pero advirtió que ha de hacerlo de forma transparente y en cumplimiento de las leyes internacionales.

De izquierda a derecha, Barack Obama,  Nicolas Sarkozy y Gordon Brown, durante su comparecencia conjunta en Pittsburgh.
De izquierda a derecha, Barack Obama, Nicolas Sarkozy y Gordon Brown, durante su comparecencia conjunta en Pittsburgh.AFP

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