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Reportaje:ventanas / Sicilia | viajes

EL SUEÑO BARROCO

Un recorrido por el antiguo rincón olvidado del imperio español, un viaje que sabe a almendras, sardinas, aceitunas y chocolate; una isla mediterránea en la que perderse por sus carreteras, que serpentean como su propia política.

Guillermo Altares

Una granita no es exactamente un helado ni tampoco un granizado; está a medio camino. Y una granita alla mandorla, de almendras, es sencillamente Sicilia. Aunque es algo que se puede decir de todos los lugares, de todas las culturas, en el caso de la isla más grande del Mediterráneo es especialmente cierto: Sicilia es su comida, los spaghetti con le sarde, la caponata, los penne alla norma... No es una casualidad que uno de los grandes libros de viajes sobre la isla, Medianoche en Sicilia (Alba), de Peter Robb, mezcle la mafia, los paisajes de trigales infinitos, los templos griegos, la pobreza y la inmigración en torno a la historia y la gastronomía para trazar un inquietante y magnífico fresco del mezzogiorno profundo. Pero, volviendo a las almendras, una granita alla mandorla se puede tomar en muchos sitios, pero los expertos dicen que la mejor de la isla la ofrece el Caffé Sicilia, a pocos pasos de la catedral de Noto, la capital del Valle del Barroco, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La mezcla de agua y almendras es un prólogo perfecto para adentrarse en uno de los rincones más increíbles del Mediterráneo.

El valle de Noto, tan extraño y bello, resulta increíble que pueda existir

El 11 de enero de 1693, cuando Sicilia era un rincón olvidado del Imperio español, perdido entre una aristocracia rancia y una pobreza enquistada, un terremoto arrasó el sureste de la isla. En unas pocas décadas, bajo la dirección del arquitecto Rosario Gagliardi, se llevó a cabo un impresionante proceso de reconstrucción, un ejemplo de planificación urbanística mezclada con el arte, un sueño barroco irrepetible. Las ocho ciudades del Valle de Noto, Caltagirone, Militello Val di Catania, Catania, Modica, Noto, Palazzolo, Ragusa y Scicli, representan un recorrido mágico por la esencia del Mediterráneo, un viaje que no puede hacerse sin los sabores de las almendras y las sardinas, del queso fuerte y las aceitunas o del extraño chocolate que todavía se fabrica en la zona, cuya receta se trajo una familia española desde México.

Una catedral se alza sobre una colina desplegando sus torres y sus formas barrocas, los balcones con sus monstruos y sus rostros esculpidos provocan el estupor del viajero, que puede recorrer entre palacios, muchos decadentes, las calles empedradas bajo el azul plomizo del cielo sur. A las piedras negras de Catania, que vive bajo la permanente amenaza del Etna, uno de los volcanes más activos de Europa, se llega después de recorrer paisajes de olivos viejos como la historia, campos de almendros y carreteras retorcidas como la política siciliana... Los adjetivos que utilizó la Unesco para describir esta región definen muy bien su profundidad: "Increíble testimonio de la exuberancia del genio de la arquitectura y el arte barrocos", "homogeneidad cronológica, así como la calidad y la cantidad de las obras", "culminación del arte barroco en Europa".

El Valle del Barroco es un lugar tan extraño y tan bello que resulta casi increíble que pueda existir. De hecho, los historiadores nunca han acabado de ponerse de acuerdo sobre de dónde surgieron los fondos para financiar un proyecto de obras públicas tan gigantesco, en una región marcada por el egoísmo de la aristocracia, la miseria de los campesinos y el desprecio por parte de la corona española, que tenía sus ojos puestos en el Nuevo Mundo. En Sicilia, por una vez, todo cambió para que nada siguiese igual, aunque es cierto que sólo se transformaron las piedras, la máxima lampedusiana se cumplió en cuanto a la estructura social.

Sirenas esculpidas en el balcón del Palacio Nicolaci, en Noto, Sicilia.
Sirenas esculpidas en el balcón del Palacio Nicolaci, en Noto, Sicilia.AFP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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