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Reportaje:

Adiós a un poeta transversal

José-Miguel Ullán logró sintetizar en su polifacética obra vanguardia y tradición, la alta cultura y la popular - Críticos y autores destacan su singular figura

Javier Rodríguez Marcos

"Un poeta que admirar. Un autor necesario para entender la historia de la poesía española en una de sus alas". Así definió ayer Antonio Gamoneda a José-Miguel Ullán, fallecido el sábado a los 64 años. El ala a la que se refiere el premio Cervantes de 2006 es la de la "ruptura" respecto a la tradición. Y respecto a sí mismo. "Sería difícil encontrar en España una obra tan marcada por la diversidad progresiva. O por la progresión diversificada. Ésa era la pauta de Ullán, y en ella alcanzó cotas muy altas", explicó Gamoneda, que recordó que había conocido al poeta salmantino cuando éste era "un mozalbete". "Su muerte me ha dejado tocado", dijo el autor de Arden las pérdidas.

También el poeta y crítico Miguel Casado, responsable del volumen Ondulaciones (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), que recogió el año pasado toda la poesía de Ullán, subrayó la "transversalidad" de un escritor que colaboró con pintores y músicos y que ejerció de periodista, editor y comisario de exposiciones. "Es una figura descomunal, única. No encuentro otra comparable", afirmó Casado, que ya en 1994 se había ocupado de la edición de la antología Ardicia para la colección Letras Hispánicas de la editorial Cátedra, una colección de clásicos que, por su eco en la enseñanza universitaria, llevaba décadas funcionando como toque de consagración para los escritores vivos.

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Miembro como los novísimos de Castellet de la generación de los años setenta, el autor de El jornal supo mezclar en sus primeros libros el lenguaje "moderno" con las preocupaciones del realismo social hasta entonces en boga. Es lo que explica Ángel L. Prieto de Paula, catedrático de la Universidad de Alicante y autor de Musa del 68 (Hiperión), un ensayo de referencia sobre la generación de Ullán: "Atinó a percatarse de que usar el mismo lenguaje del sistema para criticar al sistema no hacía más que apuntalarlo", dice Prieto, que destaca en el poeta de Villarino de los Aires su personal mezcla de alta cultura y cultura popular, de poesía discursiva y poesía visual. "El hilo conductor de su obra es el proceso, la búsqueda. Cuando encontraba lo que buscaba, rompía con ello. De ahí que no tenga un título que podamos considerar emblemático. Su propio discurso repudiaba eso".

Hasta ayer mismo pudieron verse algunas de las piezas de poesía visual de José-Miguel Ullán en el Instituto Cervantes de Madrid, dentro de la exposición colectiva Escrituras en libertad. Allí compartió espacio con clásicos como Joan Brossa, Francisco Pino o Isidoro Valcárcel Medina. Antonio Gómez, también presente en la muestra, recuerda que si bien la parte más conocida de la obra plástica de Ullán son los agrafismos, que funden la escritura con la pintura abstracta, es su primera etapa, basada más en el letrismo y las tachaduras, la que lo convirtió en "un pionero".

Por su parte, el poeta y musicólogo José Ramón Ripoll destacó el conocimiento que el autor de Tàpies, ostinato tenía de la música contemporánea. Además de sus colaboraciones con el compositor Luis de Pablo (Pocket Zarzuela, Relámpagos y Circe de España), Ripoll subrayó que Ullán supo teñir su poesía con "una musicalidad que no es la de la métrica tradicional española, sino la del dodecafonismo y la música atonal europeos. Conseguía que las letras se emanciparan y las sílabas produjeran una eclosión de sonidos".

¿Y puede un poeta tan singular servir de modelo? Para Prieto de Paula, la escritura de Ullán "no es fácil de reconocer y, por lo tanto, no es fácil de reproducir; no cristaliza en una fórmula que se pueda imitar". Miguel Casado comparte esa opinión: "Los grandes poetas son siempre únicos. No crean escuela. Nos abren la mirada y los oídos. No enseñan el camino. El camino está ahí. Y uno tiene que fiarse de sus propios ojos".

José-Miguel Ullán, en 2008 en su estudio de Madrid.
José-Miguel Ullán, en 2008 en su estudio de Madrid.ÁLVARO GARCÍA

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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