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Mortier, a la conquista de América

El futuro director artístico del Teatro Real aspira a rejuvenecer y modernizar el teatro y quiere que Madrid se convierta en referencia latina de la ópera a escala mundial

"Tengo que estudiar", decía Gérard Mortier ayer. Pero no como lo diría un alto ejecutivo o un broker de las finanzas. En el ánimo del futuro director artístico del Teatro Real a partir de septiembre de 2010 se adivinaba un tono de tozudo estudiante universitario, de curiosidad juvenil que no deja de sorprender en alguien que acaba de cumplir 65 años. Estudiar, para empezar, español: "Es fundamental que pueda comunicarme con el público, con el personal del teatro y con todos ustedes", aseguró el belga en su multitudinaria presentación de ayer en Madrid. Estudiar español también para tender puentes, uno de los objetivos de este supergestor cultural: puentes con nuevos públicos y con los artistas, de cara a una estrategia global para un teatro de ópera moderno: "Madrid debe conectar la Europa en la que yo creo como ideal con América Latina".

"Sé que mis gustos personales no deben influir a la hora de programar", asegura
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El hombre que tanto ha dado que hablar en el último mes, el que estaba en la picota de todos los teatros, músicos y críticos del mundo por su nuevo destino, llegó ayer a Madrid y habló por sí mismo. Sin intermediarios y despejando rumores. De todo. De lo que cree, de lo que aspira y algo, no mucho aún, de lo que quiere hacer.

Mortier no aparcó ningún tema polémico. Ni su fama de agitador, ni lo que piensa hacer con la orquesta y el coro -"para mí, una prioridad", advirtió-, ni su consideración de la actual valoración que le merece el teatro: "Por supuesto que éste es un teatro de primera línea, tiene mucho potencial; lo que haré es equiparar un proyecto artístico a mi personalidad", anunció. Una personalidad fuerte, muy comprometida. "Un director de teatro debe defender ideas. Yo soy un europeísta convencido y en España me propongo acentuar la visión de una cultura propia", declaraba.

Comentó sin complejos -y convenciendo a juzgar por los aplausos que recibió- los asuntos que más dudas han levantado sobre su nombramiento. Lo hizo rodeado de los tres cargos que han apostado a fondo por su desembarco: Miguel Muñiz, director general del Real, Gregorio Marañón, presidente del patronato, y Juan Carlos Marset, director del Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música (Inaem).

Comenzó sus palabras hablando en español. Después, cuando hubo que entrar a fondo en los temas, se pasó al francés. Para quienes temían la depuración de Puccini, pidió calma: "Sé que debo respetar los grandes nombres del repertorio y mis gustos personales no deben influir a la hora de programar". Es más, con Puccini pudo solventar dos asuntos de un plumazo. El de sus recelos ante el creador de La Bohème y el de su relación con Plácido Domingo. El tenor había sido duro con su llegada. Llegó a declarar que para que Mortier recalara en el Real debía apaciguar su carácter. Mortier le respondió ayer: "Domingo es el más grande. Le he ofrecido cantar como barítono -hace algunas temporadas ha empezado a cantar papeles en esa tesitura- el Cavaradossi de Tosca en París, aunque nunca me contestó".

Contará con él, sin duda. Pero sabe que desde Madrid puede convertir el Real en un referente para dos mundos: Europa y América. ¿Cómo? Reforzando un carácter de cultura hispánico -declaró que El Quijote era uno de sus libros de cabecera y que como todo flamenco de Gante lleva su 25% de sangre española- y aumentando las producciones propias hasta un mínimo de cuatro cada año.

¿Por dónde empezará? Por unos meses sabáticos que aprovechará para conocer a fondo España. "Primero quiero viajar, leer y hablar con artistas, cantantes que me ayuden a entender". Después diseñará un proyecto que tendrá poco que ver con el que ha elaborado durante dos años para la New York City Opera, cargo al que renunció.

Para quienes no le conocían a fondo, entonó un auténtico credo operístico, un credo que ha puesto en práctica en sus diferentes funciones, como encargado de La Monnaie (Bruselas), en su tormentosa etapa de Salzburgo o ahora en la Ópera de París. "Creo en el poder del canto, en su capacidad extraordinaria para expresar las pasiones del alma", aseguró. La prioridad para él es la música. "Mis críticos dicen que es la escena, pero no. Es la música, por eso la labor con la orquesta será prioritaria". Pero sin nombres ni protagonismos. "Los grandes maestros son los compositores, nosotros somos meros transmisores". Entre ellos habrá batutas europeas y españolas: "Me han hablado muy bien del trabajo de Pedro Halffter Caro y conozco a Pablo Heras Casado", dijo. Pero en su órbita se mueven otros músicos como Sylvain Cambreling, Seymon Bychkov y Esa-Pekka Salonen. "Mi sistema es el mejor y es el que pondré en práctica. Me criticaron al hacerlo en París, pero hoy la orquesta es mucho mejor".

Otra de sus señas de identidad irrenunciables es la ópera del siglo XX y su compromiso con compositores vivos. "El 35% de la programación será de ese periodo. Existen muchas más ópualquiera de las otras. El público, a medida que conozca mejor la ópera contemporánea, escuchará de otra manera a Mozart, a Verdi o al mismo Puccini". No parece que vaya a arredrarse ante las advertencias que le llegan de uno y otro lado sobre un público excesivamente conservador: "En el reciente estreno de Katia Kabanova se ha visto que éste es un público abierto e interesado por lo más nuevo".

Si en ese aspecto las cosas se hacen con buen criterio, el interés del público, según Mortier, responde. Y él prefiere seducir que imponer: "No hay que dar las cosas hechas sin discusión, hay que invitar a la gente. Me enorgullezco de que en París un montaje del Woyzeck de Alban Berg agotase todas las entradas; en cambio, quedaron algunas para una Mada algunas para una Madama Butterfly...".

Algo que le preocupa es la actual orientación física del Real. "¿Se han fijado que este teatro sirve de espejo al Palacio y da la espalda a la ciudad?", preguntó. "Sin que lo deje de ser, me propongo que abrace a la ciudad y que no haya barreras entre clases sociales, ni jóvenes que se queden sin entrar. La dirección del teatro ha trabajado en esta línea y yo la quiero continuar". Su labor en París ha sido primordial en este aspecto. "Cuando llegué, la media de edad de los espectadores estaba en 58 años, y ahora está en 42".

Gérard Mortier, futuro director artístico del Teatro Real, fotografiado ayer en el vestíbulo del coliseo madrileño.
Gérard Mortier, futuro director artístico del Teatro Real, fotografiado ayer en el vestíbulo del coliseo madrileño.BERNARDO PÉREZ

¿Almodóvar montando óperas?

La relación de Gérard Mortier con los creadores españoles ha sido intensa. En el mundo de las artes plásticas ha colaborado a fondo con Eduardo Arroyo, Agustín Ibarrola o Jaume Plensa. En el terreno escénico, introdujo nada más y nada menos que a la Fura dels Baus en Salzburgo en combinación explosiva con el Orfeón Donostiarra, y Lluís Pasqual ha montado varias óperas para él. Su confianza en algunos cantantes ha sido tan fructífera como sus desencuentros con otros como Domingo o Carreras. Pero le falta un nombre con el que ha soñado desde hace años: Pedro Almodóvar. "Sus películas son como óperas para mí", aseguraba a EL PAÍS después de la rueda de prensa, "ahora voy a conocerle". Pero no sólo con Almodóvar quiere trabajar Mortier. Está ansioso por ver qué directores de escena jóvenes merecen la pena: españoles y latinoamericanos. Quiere conocer compositores de las nuevas generaciones, aparte de Mauricio Sotelo o Sánchez Verdú, que ya controla. De los cantantes, por descontado, planea seducir a Juan Diego Flórez, a Carlos Álvarez y a Rolando Villazón para que el Real sea su mejor lanzadera en el estreno de nuevos papeles. Su devoción por María Bayo o Teresa Berganza ha sido siempre insobornable, pero está deseando escuchar más voces. "Quiero hacer muchas audiciones", anuncia. Buscar, escuchar, leer. Ampliar la lista de escritores hispanoamericanos que venera: "Octavio Paz, Carlos Fuentes, García Márquez u Onetti, del que, por cierto, acabo de comprar el ensayo que ha hecho Vargas Llosa".

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