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Tribuna
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El PSC y la energía

Si en el futuro algún historiador recompone la historia energética de Cataluña, sin duda hallará un hito en el último congreso del PSC. Y no porque se optara en él por la energía nuclear; todo lo contrario. Lo relevante es que una parte muy influyente de la vieja guardia, pronuclear y energéticamente conservadora, no pudo imponer sus tesis a la mayoría, que se mostró decidida a apostar por la independencia energética del país, es decir, por las energías renovables y el ahorro y eficiencia energéticos, y a poner a la energía nuclear en su sitio: el cierre.

Así y no de otro modo cabe interpretar el texto adoptado en el documento de resoluciones del congreso, lleno de referencias a las energías renovables, la eficiencia y el ahorro, y que se refiere inequívocamente a un control riguroso de las centrales nucleares "mientras dure su vida útil". Un texto que nada tiene que ver con la formulación de que "Cataluña se debe mantener abierta a todas las opciones de generación eléctrica", gentileza del Foro Nuclear, que un sector de prohombres como Sala y Castells pretendían imponer. De modo que la ambigüedad del texto final no debe interpretarse como un triunfo del sector pronuclear del PSC, sino como los trastos (todavía excesivos) que consiguieron salvar.

Errarán quienes vean en este cambio una falta de realismo. Al contrario: nace de la más estricta observación de la realidad, más allá de los clichés del discurso oficial. Casi aventuraríamos que no podía ser de otro modo: la Unión Euromediterránea apuesta por un cinturón rojo de centrales solares termoeléctricas en el Magreb -en el que España, Alemania y Francia ya mueven ficha-; la Unión Europea propone tejer una red de muy alta tensión en continuo que conecte las energías limpias de todo el continente -eólica en el mar del Norte, termosolar y solar fotovoltaica en España- y las del Sáhara, y la inversión mundial en energía sostenible en 2007 fue de 148.000 millones de dólares, el 60% más que en 2006. Una y otra vez, mientras se nos ahoga en la retórica sobre la conveniencia o no de reabrir el debate nuclear y mientras el proyecto estrella de la industria, la central de Olkiluoto 3, literalmente se estrella contra impresionantes aumentos de presupuesto, las renovables demuestran que están aquí, que están creciendo y se están extendiendo.

No hay marcha atrás: las renovables, por razones ambientales pero también estratégicas, sociales y crematísticas, están aquí para quedarse y ser protagonistas. Muchas voces señalan que esta crisis económica es una oportunidad para un new deal verde, uno de cuyos pilares debe ser el impulso decisivo a las energías renovables, un sector por otra parte liderado por empresas españolas. El PSC y el PSOE tienen la oportunidad de impulsarlo mediante un calendario de cierre de las centrales nucleares, una promesa electoral de José Luis Rodríguez Zapatero que ahora su ministro de industria, Luis Sebastián, parece reticente a cumplir. Un calendario de cierre, progresivo pero urgente, crearía nuevos mercados para un mix de renovables y eliminaría el que es su mayor obstáculo de penetración: la energía nuclear.

Desde Greenpeace nos preguntamos por qué el ministro prefiere ir a la zaga de un sistema de generación eléctrica que, un día sí y otro también, le hace tragar sus palabras -respecto a la "tolerancia cero" a nuevos incidentes o a la necesidad de mayores inversiones en seguridad-, antes que apostar por formas de producción energética definitivamente más estratégicas y seguras. Desafortunadamente, Sebastián no es el único socialista con una mentalidad energética alineada, por ejemplo, con planteamientos de su antecesor en el cargo, el popular Josep Piqué. En el PSC, los consejeros Nadal y Piqué, junto con Baltasar, de ICV, llevaron a exposición pública un Proyecto de decreto regulador del procedimiento administrativo aplicable para la implantación de parques eólicos e instalaciones fotovoltaicas en Cataluña que en síntesis pone techo al despliegue de la energía eólica y bloquea el de la solar fotovoltaica, dejándonos una Cataluña sin huertas solares. ¿Cómo? Haciendo hincapié en el "impacto visual" de estas energías, pasando de puntillas por su impacto ambiental e ignorando los inmensos beneficios ambientales, sanitarios, sociales y económicos de que sustituyan a los combustibles fósiles y a las centrales nucleares.

La dependencia de Cataluña de unas centrales nucleares envejecidas y pobremente gestionadas, y de los combustibles fósiles, quedaría así garantizada. Una jugada maestra que la militancia del PSC y el resto de la sociedad catalana debemos neutralizar. La campaña Yo soy antinuclear (www.yosoyantinuclear.org) ofrece una manera de hacerlo. Asegurar con nuestros actos que Cataluña no queda al margen de ningún new deal verde con pretextos identitarios es otra. Al fin y al cabo, vecinos de Sant Adrià del Besòs han votado por la conservación de una central térmica de trayectoria contaminante contrastada y de cuestionable valor estético. Porque, con las energías renovables, Cataluña no quiere, ni debe, ni se merece ser diferente.

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Anna Rosa Martínez es delegada de Greenpeace en Cataluña

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