Contra la mediocridad
No soy nada partidario de lo que podrían llamarse concentraciones parcelarias de la literatura. Quiero decir que no comparto todo eso de la agrupación de ciertos escritores de acuerdo con determinadas inducciones de la historia o la geografía. Pero, una vez admitida esa especie de simplificación didáctica, pienso que el llamado grupo poético del 50 tuvo sus naturales motivaciones amistosas y políticas. Desde un punto de vista estrictamente literario, los poetas de ese grupo sólo tenían coincidencias muy livianas. De lo que sí disponían era de otras consabidas afinidades: la procedencia familiar o universitaria, los hábitos del trasnochador, la estatura, ciertos gustos culturales y, sobre todo, la actividad antifranquista. Pero lo que tal vez hiciera las veces de factor de cohesión del grupo fue la jactanciosa empresa de formar un frente común contra la grisura y la mediocridad imperantes. Eso es al menos lo que yo, mal que bien, recuerdo a estas alturas de la supervivencia.
Tengo la impresión de que los poetas del 50 desarrollaron un sólido espíritu corporativo. Se sobrellevaron entre ellos con perseverancia razonable, unos más que otros, claro, y sólo eventualmente se produjeron desavenencias notorias. Es lo que suele ocurrir. Una promoción literaria donde no surjan desobedientes o emancipados, suele adolecer de serios defectos de apatía. Pero el grupo continuó articulado no sin alguna que otra desgana y yo creo que el hecho de que la muerte lo diezmase con rigurosa celeridad, acentuó su prestigio cíclico en los manuales. Fue, sin duda, un desenlace prematuro para quienes deseaban ser reconocidos -Carme Riera dixit- como partidarios de la felicidad.
La significación del grupo poético del 50 tiene ya efectivamente algo de inapelable. Cierto que en la lista, en la foto, del grupo se han operado ciertos añadidos y mermas no siempre juiciosos. También ocurre que, por razones operativas o de simple oportunidad, algunos poetas coetáneos no figuran en esa lista, cosa que no pasa de ser una indiscreción de la sociología literaria. Lo que de veras cuenta es que, entre todos esos poetas de varia condición, receptores de un legado que ellos supieron enriquecer con talento innegable, hay por lo menos dos o tres que perviven justamente en la cumbre de las literaturas europeas del último medio siglo. Y eso reconforta bastante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.