El realizador niega que la historia sea autobiográfica
Huir del drama y del lloriqueo barato. Con semejante mantra, el cineasta inglés Michael Winterbottom (Blackburn, 1961), que por tercera vez defendía ante la prensa un filme en la sección oficial del Zinemaldia, tras Nine songs (2004) y A cock and bull story (2005), ha construido Génova, "una película donde no sucede nada, pero que ves preocupado esperando que algo pueda pasarles a los protagonistas".
Génova es la ciudad a la que se trasladan un padre estadounidense -Colin Firth, que también participó en la rueda de prensa- y sus dos hijas, para tratar de recuperar la rutina tras la pérdida en accidente de tráfico de la madre. "La idea es que estés preocupado por todos a nivel emocional, asistir a cómo la familia intenta superarlo". "Todos los personajes están aislados por su dolor", remachó Winterbottom. "Y el filme no es autobiográfico... pero yo también tengo dos hijas".
Firth (Grayshott, 1960) recalcó la importancia de esa vuelta a la normalidad. "Aunque no lo veamos, claro que han llorado mucho y han sufrido, pero en Génova asistimos a su reconstrucción, porque no importa cuán desesperados estemos tras la tragedia, tenemos que seguir desayunando y atender a nuestras citas". El actor pasó a la carrera por San Sebastián, metido como está en el rodaje de una nueva versión en el cine de El retrato de Dorian Gray, la obra de Oscar Wilde. "Con Génova me pasó, por primera vez, que rodé dos filmes simultáneamente: éste y Mamma mía! Cuando te metes en un mundo es difícil pensar en la existencia del otro", confesó, aunque, tras describir las idas y venidas entre Londres, Génova y las islas griegas, y extraños cambios de vestuario de trajes de látex del musical a las sobrias camisas de su personaje en Génova, aseguró sentirse más cercano al cine de Winterbottom. "Pero disfruté en las dos".
Babelia
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