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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El pazo de Meirás

Veo que el Gobierno de Galicia está intentando, como pedimos unos cuantos, que el pazo de Meirás sea de propiedad pública como es de lógica. Espero que sea por la lentitud de las cosas administrativas por lo que se ha logrado poco y que no se le considere en adelante como propiedad suya que los Franco abren magnánimamente unos días al mes para mantenerlo mejor como hacen los dueños de castillos ingleses y franceses.

En realidad ese pazo, o granja, como lo llama en sus Apuntes autobiográficos su dueña, Emilia Pardo Bazán, lo construyeron el padre, José Pardo Bazán, y la madre, Amelia de la Rúa. Ella pasaba allí los veranos, y en esos Apuntes cuenta que había una avenida de camelios y una era (gallega) por donde corría su hija morena detrás de los patos del estanque, y que, desde su celda de trabajo, veía el espejo del mar de Sada.

Y es una lástima que los devotos de su gran literatura en castellano y su figura de feminista, pionera solitaria y segura, en España no podamos reconocer los sitios de los que ella habla. Pero, cuando vendieron el pazo en 1937 para que se lo regalaran -quienes fueran- a Franco (sacando el dinero a la gente, no poniéndolo ellos), no pudieron ir a sacar los recuerdos y archivos y biblioteca de la escritora. Así que allí debe haber un tesoro para coleccionistas de cartas y libros, o bien lo han hecho desaparecer.

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De todo eso debe dar cuenta la familia. Y además deben irse dejando todo lo que no es suyo moralmente, porque la única justicia poética que debía haber al final de ese asunto es que esa propiedad y todos sus papeles pasase a la Real Academia Española, de modo que el pazo fuera la sede de verano para los académicos y para hacer simposios y recibir visitas en su nombre. Es decir, ya que sus contemporáneos académicos no la dejaron entrar en vida en la Academia, ella los acogería en su casa de verano porque no era nada rencorosa.

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