'Empate catastrófico' y derrota de todos
A un día de la realización del referendo revocatorio que se inventó la clase política como método para salir del empate catastrófico en el que se encuentra Bolivia desde hace un buen tiempo, Evo Morales y sus aliados muestran un cauteloso triunfalismo: las encuestas vaticinan una victoria en las urnas. La lectura de este resultado parece sencilla para Evo: los votantes le estarían dando la carta blanca para profundizar el modelo socialista y para insistir en la aprobación de una nueva Constitución capaz de refundar el país.
Las cosas, sin embargo, son harto más complejas. Pese a una aprobación popular que llega al 54%, Evo es un presidente de movimientos cada vez más restringidos: en las últimas semanas, las fuerzas de la oposición han logrado que Evo no pueda aterrizar en cinco de los nueve departamentos del país (los cuatro de la "media luna" del Oriente, encabezados por Santa Cruz y Sucre). Extraña paradoja: un líder de izquierda que llegó al poder con un gran apoyo a nivel nacional y el deseo de fortalecer el aparato estatal, se ha ido convirtiendo en un caudillo regional del Occidente andino -La Paz, Oruro y Potosí son sus bastiones-; no el primero de un nuevo momento histórico, sino el último de un período de crisis que ha terminado con una profunda descomposición estatal.
Evo se ha ido convirtiendo en un caudillo regional del Occidente andino
Si el apoyo a Evo es sobre todo regional y rural, ¿basta para imponer un proyecto hegemónico? El gran error histórico del Gobierno de Morales ha sido el de empeñarse en gobernar sin Santa Cruz, el departamento más rico (genera más del 30% del PIB de Bolivia). Sin Santa Cruz, ningún modelo nacional puede ser considerado incluyente, o factible en el largo plazo. Si Evo no entiende esto -parece muy dispuesto a no hacerlo-, su apoyo mayoritario se convertirá en una victoria pírrica. La oposición, por su parte, se aferra a sus planes autonomistas, pero más allá de eso tampoco ha sido capaz de generar un proyecto político capaz de cohesionar al país, o al menos de ofrecer un nuevo consenso nacional.
A medida que pasan los días y Bolivia no encuentra la salida, crecen las voces de la intolerancia; sólo en la última semana, hubo un par de mineros muertos en protestas, dos aeropuertos tomados y un alcalde de Santa Cruz pidió al Ejército "tumbar al presidente". Nada augura que los resultados del referendo revocatorio vayan a calmar los ánimos. Más bien, lo único que harán es dar razones a las dos fuerzas enfrentadas para profundizar en su rechazo intransigente al otro y encastillarse en sus posturas ideológicas. Dejará de haber un "empate catastrófico", pero no por la victoria de uno de los bandos, sino por la derrota de todos los bolivianos.
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