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Reportaje:

La guerra en imágenes

El Festival Hay debate sobre el papel de los corresponsales en la era mediática

José Andrés Rojo

Cuando enterraron a Isaac Rabin, el corresponsal del Corriere della Sera estuvo allí. Seis horas bajo el calor, atento a cada detalle, sin perder ripio de cuanto pasaba entre la gente, pendiente de cada palabra que pronunciaron las autoridades que intervinieron en la despedida. Antes de escribir su crónica, encendió el televisor. Y vio lo que no había visto: que un hijo de Bob Kennedy lanzaba un puñado de tierra sobre el féretro del líder israelí. Ahí estaba el titular, ésa era la historia que no tenía más remedio que contar. De nada servían las seis horas bajo el sol y sus minuciosas notas.

Iba a ser un duelo de cuatro espadas, contó el moderador del encuentro, Miguel Ángel Aguilar, pero al final se convirtió en un diálogo a dos. No pudieron llegar a Granada ni el especialista sirio Sami Mouyaben, ni los corresponsales de La Repubblica (Paolo Galimberti) y el Corriere della Sera (Franco Battistini). A este último lo sustituyó su compañera Elisabetta Rosaspina, que ha estado en Gaza para contar de la tragedia palestina, y que fue la que recordó la historia que había vivido su colega en el entierro de Rabin. Sí estuvo Jon Lee Anderson, el cronista de The New Yorker que ha cubierto más de una decena de guerras y de quien se ha publicado hace no mucho en España La caída de Bagdad (Anagrama), uno de sus trabajos más recientes.

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"¿Y qué hacemos si no hay imágenes?", replicó de inmediato Anderson a la historia de Rosaspina. "Seguramente es ahora en los territorios tribales de Pakistán donde se están librando las escaramuzas más relevantes de la guerra contra Al Qaeda", comentó, "pero si no hay nadie que quiera correr el riesgo de que le corten el pescuezo para contarlas y fotografiarlas, no tenemos en realidad nada". Fueron muchas las cuestiones sobre periodismo y escritura que surgieron ayer en el diálogo entre los dos corresponsales. ¿Cómo cubrir un conflicto? ¿Cómo acercarse a los hechos y a sus protagonistas si no hay más remedio que recurrir a un intérprete o sólo se puede llegar a determinados lugares si no se quieren correr demasiados peligros? ¿Qué hacer si el propio periodista se convierte también en una presa más de los secuestradores? ¿Cómo establecer lo que resulta relevante? Y, sobre todo, ¿cómo transmitir desde el lugar donde pasan las cosas que tu historia es más reveladora que las imágenes o los cables que llegan desde las agencias?

"Durante un tiempo en que trabajé en televisión", contó Miguel Ángel Aguilar, "nuestros corresponsales llamaban para enterarse de qué imágenes habían llegado por las agencias para saber lo que tenían que contar". Sin imágenes no hay historia. Así son ahora las cosas, pero Anderson evitó cualquier tipo de victimismo. "Las fotos de Abu Ghraib resumían de una manera rotunda lo que allí estaba pasando", dijo. "No creo que podamos prescindir de un material tan elocuente. Las nuevas tecnologías permiten además que con cualquier móvil pueda uno registrar lo que está pasando. Todo el mundo es un potencial contador de historias. ¿Qué podemos hacer entonces los profesionales en estos tiempos de cambio?". Ésa es la cuestión.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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