Agitación en la OTAN
Las crecientes dificultades en Afganistán están agudizando los desacuerdos aliados
Como ha puesto de relieve la reunión de la OTAN en Vilna, el nudo gordiano de las dificultades aliadas en Afganistán es la escasa disposición por parte de muchos Gobiernos europeos a enviar tropas de combate, sin restricciones operacionales, a las zonas más peligrosas. Esta actitud, que comparten en mayor o menor medida países como Alemania, Francia,España o Italia, es causa de enfrentamiento con quienes llevan el peso del esfuerzo bélico, EE UU al frente.
Detrás de esta situación, que pone en serios aprietos la misión más importante de la Alianza Atlántica, hay alguna razón técnica, como la insuficiencia europea de tropas listas para el combate en escenarios remotos. También las hay políticas, como son las restricciones impuestas por mandato parlamentario para el despliegue en el caso de determinados países. Pero existe, sobre todo, una diferencia que oscurece la naturaleza del esfuerzo aliado que enfanga a 44.000 soldados en el país de los talibanes y Al Qaeda. Para Estados Unidos, Reino Unido, Canadá u Holanda, que llevan el peso militar en las zonas más conflictivas (y así lo reflejan el número de sus bajas), Afganistán se encuentra en una guerra de contrainsurgencia. Para otros Gobiernos, España entre ellos, independientemente de la situación de inseguridad sobre el terreno, lo que cuenta es que se hallan allí en virtud de una misión de reconstrucción y mantenimiento de la paz encomendada por Naciones Unidas, que conduce a fijar reglas restrictivas para sus fuerzas. Independientemente de la etiqueta y de la base jurídica para el despliegue de la OTAN, la guerra va a más en los últimos dos años y su ensañamiento, del que nadie escapa, se ha multiplicado con la utilización de tácticas terroristas importadas de Irak. Se libra contra nutridas fuerzas fanatizadas y experimentadas, que conocen el terreno y están engrasadas por el dinero del opio del que se benefician los talibanes cobrando a quienes lo cultivan en los territorios que controlan.
Hace dos años, los líderes de la OTAN prometieron en Riga dotar a la Alianza con las tropas, recursos y flexibilidad organizativa suficiente para triunfar en el escenario centro asiático. A la vista de los acontecimientos, su próxima cumbre en Bulgaria, en abril, se anticipa crucial para unificar una estrategia hoy herida.
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