"Somos intérpretes; cine y música son parecidos"
Un documental con los eternos Rolling Stones y el sello único de Scorsese protagoniza el arranque del certamen
Se han buscado durante décadas y al final se han encontrado. La presencia de los Rolling Stones en las películas de Martin Scorsese siempre ha encajado y ambos querían hacer explotar todo ese voltaje al menos una vez. El resultado es Shine a light, película documental que abrió ayer la Berlinale, convirtiendo en apoteosis esa abrasadora energía que ha unido desde siempre la música de los Stones al nervio inquieto y encendido de Scorsese.
Por fin han podido rodar algo juntos: una actuación muy exclusiva en el Beacon Theatre neoyorquino. "Desde hace décadas voy a todos los conciertos de la banda. Lo hemos intentado durante mucho tiempo y nunca surgía; ahora por fin nos pusimos de acuerdo", comentaba ayer Scorsese en una sala de prensa abarrotada.
"La idea era captar tensión en directo", dice el director neoyorquino
Apenas se sabía nada del resultado hasta su estreno ayer. El silencio ha sido total. La pregunta era: ¿habrá hecho Scorsese algo similar a El último vals o habrá tirado por el camino de No direction home, su obra sobre Bob Dylan? La respuesta es clara. Tiene más que ver con la primera que con la segunda. Pero es única también. Nadie nunca ha rodado así a los Stones. Un lujo para sus fans, toda una fiesta con ellos desbordando lo mejor de sí mismos, todo lo que les ha convertido en leyendas sobre el escenario, aparte de agitadores de una nueva moral.
Los cuatro músicos, Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood, comparecieron al lado del cineasta para responder juntos a lo que surgiera. Para empezar a zanjar dudas, aclararon, todo fue decisión personal de Scorsese y no un encargo. El resultado ha sido una película de Scorsese, firmada por Scorsese y ninguna otra cosa: "Lo que él hace siempre es personal", aseguraba Jagger. Para ellos ha sido un lujo que fueron perfilando el cantante y el director antes de que lo supiera el resto de la banda. "Al principio me comentaron si querría que hiciésemos un documental y dije que no me apetecía", comentó Keith Richards. Luego le aclararon lo que sabían seguro que le iba a convencer: que lo iba a dirigir Scorsese. "Y por su puesto dije que sí", comenta el guitarrista.
El resultado técnico es apabullante. Puro directo cuajado con entrevistas y declaraciones del pasado, aparte de un arranque autoparódico muy sugerente. "Ensayamos durante días para que todo saliera a la perfección", comentaba Jagger. Él, que ha sido actor también de películas de ficción y que recordó la experiencia del documental que les hizo Jean-Luc Godard en los sesenta, ha sentido las mismas vibraciones ahora que entonces: "Al fin y al cabo, somos intérpretes y el trabajo sobre el escenario o en el cine es muy parecido. Cambian cosas en la preparación, pero es todo muy similar. Nos hemos convertido en actores, que Dios les proteja", se cachondeaba Jagger.
A Richards le da igual: "No me entero, no veo las cámaras. Cuando salgo al escenario estoy en el escenario y en ningún otro sitio. El espectáculo es lo único que me preocupa", comentaba el guitarrista, que hace poco tuvo un cameo en el cine como padre de Jack Sparrow en la tercera parte de Piratas del Caribe. ¿Quién podría ser si no?
Para Scorsese, el momento del concierto fue mucho más intenso. Más cuando tenía en acción 27 cámaras: "La idea era captar toda la tensión del directo. Nos pusimos en marcha y desde que sonó la primera canción hasta el final, todo pasó volando, como si hubiesen sido dos o tres minutos. La clave era ésa, capturar la fuerza de las canciones de principio a fin". En muchas lo ha conseguido. La potencia, el poder que consiguen desde Jumpin' Jack Flash, la primera, a Satisfaction, la última, con unas gloriosas Shattered, She was hot, Just my imagination, Sympathy for the devil o Brown sugar en medio, por ejemplo, no se había visto en la vida. Es algo mágico, aunque no acabemos sabiendo de los Stones más de lo que ya sabíamos. El neoyorquino Martin Scorsese tan sólo pretende trasladarnos todo el delirio de su propia admiración.
Babelia
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