Una noche imprevisible
'La soledad', de Jaime Rosales, logra los 'goyas' a mejor película y mejor director
Fue una noche imprevisible, en la que el filme por el que nadie apostaba, La soledad, ganó el Goya a la mejor película y a la mejor dirección para Jaime Rosales; una noche en la que la Academia por fin hizo justicia con Maribel Verdú, premiada como mejor actriz por Siete mesas de billar francés tras cuatro candidaturas fallidas y una velada en la que Alfredo Landa, bloqueado por la emoción, no encontró las palabras para agradecer el Goya de honor a toda su carrera. Nadie se esperaba que La soledad, una película pequeña e independiente y rodada con un original sistema de doble pantalla, desbancase en los dos galardones más importantes a las dos favoritas: El orfanato, que logró siete estatuillas, y Las trece rosas, con cuatro premios.
Jaime Rosales no se lo podía creer. La soledad, su segunda película tras Las horas del día, una historia sobre la pérdida y la esperanza, hizo pleno. Consiguió los tres premios a los que optaba: mejor película, mejor director y mejor actor revelación para José Luis Torrijos. Frente a la espectacular recaudación de El orfanato, la gran favorita, La soledad es un largometraje que apenas ha durado en las salas y que ahora vive su segunda vida, mucho más esplendorosa, en el DVD. "Es un momento histórico, cuando una película como ésta haya conectado emocionalmente con los académicos. Espero que esto sea un ejemplo a seguir", aseguró este cineasta barcelonés de 37 años. Rosales es un autor a la vieja escuela, un cineasta venerado en Cannes, festival en el que ha participado con sus dos largometrajes. "Era una película pequeña, pero tenía mucha fe en ella", aseguró emocionado alguien que habitualmente mantiene la compostura.
La estatuilla más indiscutible fue también una de las más sorprendentes: la de Maribel Verdú. La Academia de Cine le debía desde hace años un premio tan merecido como el que recibió ayer como mejor actriz por Siete meses de billar francés y en medio de una oleada de emoción que recorrió el patio de butacas. "No traigo nada preparado. ¿Para qué? Es muy emocionante", dijo exultante en el escenario. Las lágrimas las dejó para las bambalinas, donde lloró abrazada a José Coronado, el encargado de darle el galardón. "Por fin, por fin. Me lo merecía. Es el gran colofón a un año espectacular. Siempre pensé que se lo llevaría Belén Rueda", aseguró después la intérprete madrileña, que la semana que viene viaja a Buenos Aires, donde comenzará el rodaje de Tetro, el filme de Francis Ford Coppola.
En una velada repleta de momentos inesperados, la desazón llegó con uno de los grandes protagonistas de la historia del cine español. Alfredo Landa, recién jubilado, recibió el Goya de honor de manos de dos de sus compañeros y mejores amigos, Miguel Rellán y José Sacristán. "No sé cómo decir gracias. Hoy es la noche más bonita y exultante de mi vida", comenzó Landa en un discurso incomprensible y desconcertante, bloqueado por la emoción. "Tengo tanto dentro... Mi profesión ha sido lo mejor de mi vida... No sé cómo, cómo decirlo... No lo sé, no lo sé... Nada más, nada menos... Se lo debo todo a mi profesión. No sé lo que me pasa... Tengo un galimatías dentro de mí... Por dentro siento algo pero no puedo expresarme...". No era una broma. De la emoción se pasó a la angustia. El público le demostró su apoyo levantándose de nuevo y aplaudiendo fervorosamente. Vuelta a sentar. Landa pudo pronunciar su agradecimiento a Pedro Masó, su primer productor, aunque incapaz de hilvanar un mensaje coherente. Pidió a su mujer, Maite, y a sus hijos que le acompañaran en el escenario. Finalmente, el protagonista de El crack y Los santos inocentes se despidió del escenario y de la profesión. Más tarde, pidió disculpas: "Me ha embargado una emoción plena y enriquecedora".
Con siete galardones, entre ellos el de mejor director novel para Juan Antonio Bayona y el de guión original para Sergio G. Sánchez, El orfanato fue la producción que acumuló más estatuillas. Esta historia de terror, que ha salvado del desastre a la taquilla española en 2007 con más de cuatro millones de espectadores, ha acompañado a su guionista durante muchos años, desde que en su niñez se imaginó a unos amigos fantasmas para luchar contra su soledad en la cama de un hospital.
La otra gran favorita de la noche, Las trece rosas, que partía con catorce nominaciones, se tuvo que conformar con cuatro galardones técnicos, entre ellos para José Luis Alcaine, un consagrado de la fotografía en el cine europeo, que dedicó su goya a las trece jóvenes fusiladas por el franquismo. Recordó sus nombres y les dio las gracias.
El toque político llegó con Alberto San Juan, que tras dedicar su goya como mejor actor por Bajo las estrellas a Alfredo Landa, siguió con su familia y sus amigos, y sentenció pidiendo la "disolución definitiva de esa cosa llamada Conferencia Episcopal".
La ceremonia tuvo un ritmo rápido, ágil, a menudo expeditivo, como también lo fueron las incursiones intermedias de su presentador, José Corbacho, que no dejó títere con cabeza. Nadie se libró de sus chanzas, incluidos los ausentes como Pedro Almodóvar, José Luis Garci y Woody Allen.
Babelia
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